CP XVII - No te conozco - Jaime M

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XVII - No te conozco - Jaime M

Mensaje por lucia »

No te conozco
1.
Cuando llegué a casa ella estaba durmiendo, así que traté de hacer el menor ruido posible. Me quité los zapatos y el abrigo en el descansillo, sin encender la luz, y subí despacio las escaleras que conectan la entrada con el resto del apartamento. Mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad, en los que permanecí inmóvil, absorbiendo la falsa quietud de la casa. A mi izquierda estaba la cocina, por cuya ventana, al fondo, se colaba la claridad de farolas de la calle. Entré, deposité mi mochila en el suelo de madera y abrí la gran nevera cuyo zumbido constante forma parte del silencio. La luz blanca se derramó sobre mí, ajena a mis esfuerzos por pasar desapercibido. Coloqué los alimentos que llevaba en la mochila en los estantes semivacíos y, tras cerrar la nevera, avancé despacio por el pasillo enmoquetado, entre las sombras de objetos desperdigados, hasta el baño, en el lado opuesto, junto al dormitorio. Cerré la puerta, pero no pulsé el interruptor. Me encontraba a gusto en aquella oscuridad. No quería romper de nuevo la plácida sensación que me invadía con aquella reducción al mínimo de mi existencia. Oriné sentado, prestando atención a que el chorro resbalara sin ruido sobre el laqueado, sin rebotar con el agua; como un lento afluente descendiendo la ladera de una montaña. Después de lavarme las manos con cuidado, pasé al dormitorio.
Abrí la puerta lo justo para pasar, ya que los goznes chirrían a partir de un punto, y la cerré de nuevo, muy despacio, sosteniendo el pomo hacia abajo hasta que sentí la resistencia del marco. Así me encontré de pronto en una oscuridad casi sin matices. Gruesas cortinas de un negro azulado tapaban las dos ventanas que daban al río. Con todo, paulatinamente, empecé a vislumbrar vagas siluetas. Presté atención a la posibilidad de un suspiro, o al sonido del roce del cuerpo con las sábanas y el colchón, de alguna señal de que había delatado mi presencia ante Lucía; en seguida me preguntaría, con voz adormilada –¿qué tal?– o echaría un vistazo a su móvil para comprobar la hora en que había llegado. Nada: un silencio total. Por un instante dudé que allí hubiera alguien, pero recordé el mensaje que me había enviado hacía algo más de una hora (“Buenas noches, mi amor”), seguido del icono de beso.
Me desvestí, hasta quedarme en calconcillos. Empujé ligeramente la colcha por mi lado, hasta que pude sentarme directamente sobre el cubrecamas. Introduje mi cuerpo debajo de la colcha adoptando una vaga posición fetal, con cuidado de no crear corriente o afectar la temperatura del lugar en el que ella dormía. Una vez afianzado mi lugar en el borde de la cama, me estiré y terminé de cubrirme con la colcha, alzándola lo suficiente como para liberar un tenue halo de calor del lado opuesto, del cuerpo ajeno. Alentado, tiré un poco más, hasta sentir sobre mí la superficie cálida que hasta hace unos momentos había estado en contacto con ella. Se me pasó fugaz la idea de aproximarme, pero no quise arriesgarme a despertarla; fue así, rígido en mi lugar, los párpados todavía abiertos, que me invadió un presentimiento tan nítido que bordeaba en certeza.
Me di cuenta de que la persona durmiendo junto a mí no era mi novia; era otra persona.
La conciencia de este hecho sacudió la realidad intuida en torno a mí. Tuve un pinchazo de pánico; por un momento creí que me había equivocado de casa, pero casi de inmediato deseché la idea: había entrado con mis propias llaves, había reconocido la cocina, había caminado a través de la familiar estructura del apartamento. Me encontraba en mi cama: de eso no había duda. El único elemento extraño en aquel lugar era la mujer (porque también estaba casi seguro de que se trataba de una mujer) que dormía a mi lado.
Recuerdo que sentí un vago desasosiego, pero no temor; una incomodidad similar a la de despertar en casa de un familiar con el que no se tiene mucha confianza. El cansancio venció finalmente lo insólito de la situación, y me quedé dormido.
2.
Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, era temprano. La habitación todavía estaba a oscuras, pero se filtraba algo de claridad por el contorno de las cortinas, y estaba cansado. Tenía el día libre, así que permanecí quieto, valorando si cerrar los ojos de nuevo, cuando recordé la noche anterior; la agradable modorra dio paso, otra vez, a un momento de alarma. ¿Seguiría aquella persona extraña junto a mí o habría vuelto todo a la normalidad?
Despacio, me puse de pie. Dirigí mi mirada hacia su lado de la cama. Al principio me costó precisar si allí había alguien; las arrugas del edredón, en la semioscuridad, apenas insinuaban la silueta de una persona. Pero sí, no había duda; aunque no era capaz de discernir su identidad.
Estaba preparando café en la cocina cuando escuché el ruido de la puerta del dormitorio. Alcé la vista, captando una figura en bragas y camiseta amarilla ajustada entrando en el baño, al fondo del pasillo, y cerrando la puerta tras de sí. Era menuda y proporcionada, y el pelo le caía lacio hasta la altura del omoplato. Obviamente no era Lucía. ¿O quizá lo era? Se me ocurrió, con un súbito amago de vergüenza, que quizá se trataba de una amiga de mi novia cuya presencia ella se había olvidado de anunciar; quizá me lo había dicho sin que yo lo registrara. Me estrujé el cerebro, con la amenaza de un vago bochorno; ¿y si era así y malinterpretaba el hecho de que me hubiera metido en la cama con ella? Comprobé los últimos mensajes en el móvil, pero no encontré ninguna referencia a esta posibilidad. Oí el ruido de la cisterna, seguido del agua corriente del lavabo. En cualquier caso, lo iba a averiguar en breve.
La mujer salió del baño y avanzó por el pasillo hacia mí, al parecer indiferente al hecho de estar en ropa interior. Mi primer instinto fue hacer como que no la había visto, pero la realidad de su presencia se me imponía a cada paso que daba. Caminaba hacia mí con una familiaridad exenta de pudor o cautela. Casi a mi altura, esbozó una sonrisa y me pareció advertir un brillo animado en sus ojos. –¿Qué te pasa, cariño? Vaya expresión más rara, parece que me tuvieras miedo.– Y, para mi absoluta confusión, se inclinó y estampó un ligero beso en mis labios, antes de entrar en la cocina y empezar a prepararse el desayuno.
De ella me llegó un ligero olor acre mezclado con el aroma dulzón del desodorante, que me produjo un vago rechazo. Su rostro alargado encuadraba unos ojos pequeños, de pupilas oscuras, cejas marcadas, nariz chata y labios carnosos, coronados por una arruga en el lado derecho. Me resultó vagamente familiar, pero estaba casi seguro de no conocerla. Me giré para contemplarla con disimulo mientras se movía con soltura por la cocina; cogiendo una taza, alcanzando los cereales, sacando la leche de la nevera. Percibió mi mirada y me dedicó una rápida sonrisa, sin dejar de moverse. Sus ojos se dirigieron después a mis manos. –¿Vas a preparar café?– Yo sostenía la pieza inferior de la cafetera italiana, que antes de su aparición había llenado de agua.
–Sí, voy a preparar café. ¿Tú también quieres?
–¿Qué clase de pregunta es esa? Como si no me conocieras.
De nuevo aquel brillo divertido en sus ojos y un amago de sonrisa. Dos profundas arrugas marcaban las mejillas, desde los labios, y su tez oscura presentaba una ligera carencia de lustre, pero no parecía mayor que yo. Parecía que estuviese disfrutando la situación; ¿acaso se trataba de una broma? La miré con desconfianza. Ella apretó los labios y alzó las cejas, en un gesto de incertidumbre, antes de preguntar:
–¿Pasa algo?
Negué lentamente con la cabeza.
–Nada.
Se encogió de hombros. –OK.– dijo con voz algo cortante. Cargó con su desayuno y marchó hacia el salón, evitando mirarme. Yo permanecí en la cocina meditando mi próximo movimiento. Varias ideas confluían en mi cabeza: ¿debería ser sincero? ¿O hacer como si no pasara nada, seguirle la corriente? ¿Y si se trataba de una broma que mi novia y esta chica me estaban gastando? Esta última posibilidad hizo que me sonrojara. Era improbable. No encajaba de ninguna manera con el carácter de Lucía.
Preparé el café como si este sencillo acto fuera todo lo que me ocupaba la cabeza, y me decidí por una cautelosa opción intermedia: hacer como si nada, pero atento a cualquier señal extraña. Trataría de discernir lo que estaba pasando sin exponerme demasiado. La resolución me inyectó algo de ánimo.
Observé la cocina con atención. ¿Había algún cambio en la misma? Abrí la despensa. Entre el caos habitual de especias, cajas de arroz, paquetes de pasta y frutos secos abandonados, reconocí con horror una sección de comidas precocinadas en lata y para microondas, así como una selección de tés frutales.
Del salón me llegó el sonido genérico de un programa de televisión. ¿Estaba viendo la tele? Quizás se trataba solo del ordenador.
Oí el sonido característico, mezcla de burbujeo y silbido, de que el café estaba listo. Saqué dos tazas de la alacena. Una nueva duda: ¿cómo tomaría ella el café? ¿Solo, con azúcar, con leche? Abrí la nevera en busca de pistas: había un cartón de leche abierto, pero eso tampoco me servía de mucho, ya que Lucía siempre tomaba su té con leche. Y con azúcar. ¿Cómo saber qué cosas pertenecían a Lucía y qué cosas a la nueva inquilina? Decidí llevárselo negro y adoptar un leve aire ausente.
Estaba sentada en el sofá, frente a la mesa baja, en lugar de hacerlo en la mesa de comedor donde Lucía y yo solíamos desayunar. Inclinada sobre su ordenador portátil, en el que contemplaba lo que parecía un programa de variedades. Su postura era casual, su expresión concentrada. Intenté contener la irritación que me provocaban su familiaridad con el entorno y su confianza conmigo. Dejé la taza en la mesa, junto al ordenador, del que no despegó la mirada ni al decirme –gracias, cariño– ni al alcanzar el café con la mano. Yo la observaba fascinado, tratando de descifrar qué clase de persona era, absorbiendo las primeras impresiones. Tenía algo que me irritaba: la falta de refinación del que apenas presta atención a su entorno. Quizá se trataba simplemente de que, al contrario que yo, estaba cómoda. Se sentía en casa.
Dio un sorbo al café y arrugó el ceño, como si algo no estuviera bien, pero mantuvo la mirada en la pantalla. Devolvió la taza a la mesa. Le eché un vistazo al ordenador. Se trataba de un popular programa de entrevistas que echaban por la noche. Estaba viendo una repetición. Decidí prepararme mi propio desayuno y tomármelo en la mesa del comedor.
Afuera esclarecía. Mientras mordisqueaba mis tostadas, contemplé el cielo de nubes claras, los jirones que reflejaban el sol pálido de la mañana y, por primera vez, sentí algo parecido a una intimidad hogareña en presencia de aquella extraña. En mesas distintas, sin hablar, con suficiente confianza como para ocuparnos de nuestros propios asuntos.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Gavalia
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Gavalia »

Es un buen ejercicio de reflexión, poco original seguramente, pero acertado. Quizá algo de acción me habría sacado de cierto sopor que produce leer sin altos ni bajos... todo piano, todo muy plano, y a pesar de eso, bien interiorizado. Miedo me da pensar en que pueda llegar tal momento, porque sería tanto como preguntarse qué has hecho con tu vida gil....
Saludos y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Yayonuevededos
Me estoy empezando a viciar
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Yayonuevededos »

La intriga está bien planteada.
Creo que sobran adjetivos: tienden a empastar el ritmo, volviéndolo un poco lento.
Si no fuera por las limitaciones del concurso, en cuanto a la longitud del texto, se podría seguir desarrollando el tema.
Se deja leer sin tropiezos.

Saludos,
Marcelo
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Megan
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Megan »

Cómo me encanta este! Después voy a venir a comentarte, porque creo que ya te entendí! :alegria:
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Estrella de mar
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es de Hope Grace#

Qué yuyu me ha entrao por el cuerpo mientras lo iba leyendo. Por un momento pensé que era un súcubo que se había apoderado del alma de su chica. Hay que tener mucho cuidadito con esto, ocurre más habitualmente de lo que la gente se cree. Si os pasara en alguna ocasión utilizad las palabras “mierda seca pa ti” tres veces seguidas mientras le agarráis de la nariz. Mano de santo.

Me ha parecido que está muy bien plasmado en forma de alegoría ese momento en que una persona que conoces perfectamente se vuelve una extraña. El desconcierto, la extrañeza, la lejanía. Por lo menos es lo que a mí me ha transmitido.

La única puñalá que te voy a dar es que la narración me ha resultado poco natural, expresiones como “deposité las maletas” o “esclarecía” me han sonado artificiales en una narración que he presupuesto contemporánea y no me he metido del todo en la historia. Pero puede que sea cosa mía, tengo muy presente que tan solo soy un personaje. Salida de la gran pluma del autor Pesadilla, sí, pero personaje al fin y al cabo.

Le he pasado a tu criatura las varillas energéticas y me han dicho que todo dependerá del horóscopo, si tiene la luna en piscis quedará en buen lugar, si por el contrario la tiene en géminis caerá sobre ella el infortunio.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Raúl Conesa
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Raúl Conesa »

Me resulta algo artificioso, porque una cosa es que te extrañe la forma de ser de alguien cercano, y otra muy distinta que ni siquiera reconozcas su rostro. Parece al principio que el relato va encaminado a una revelación sorpresa que nunca llega; simplemente su novia ha cambiado sus costumbres.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Yo le quitaría algunas_muchas comas, pero está muuuy biiiieeen escrito.

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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Ya te digo algo en unos días, que este necesita tres lecturas.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Estrella de mar escribió: #Este comentario es de Hope Grace#

...pensé que era un súcubo... Si os pasara en alguna ocasión utilizad las palabras “mierda seca pa ti” tres veces seguidas mientras le agarráis de la nariz. Mano de santo.
:cunao: :cunao: :cunao:
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Quien dice en unos días dice ahora mismo: a ver, a mí me gustan las historias-paranoia tipo la receta del tomate en un cometa lleno de gusanos_falo, la de matarile y esa absurda de los extraterrestres que hemos leído en el concurso; pero al corazoncito lo que me llega es esta forma de narrar, que es la que a mí me place. Por supuesto estarás en mi podio particular (que pa ti no es mucho, lo sé, pero es que si me miras niña a los bolsillos yo no tengo naaadaaaa).
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Tienes la luna en piscis.
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Estrella de mar
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Estrella de mar »

:biglaugh3:
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Megan
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Megan »

Hola, autora/autor, :hola: .

Comienzo mis comentarios con tu relato.

Para comentar tu relato, que me gustó muchísimo, quiero separar por un lado la narración y por otro el tema. Como lo hacen los grandes comentaristas. Yo no soy de hacer eso, pero contigo quiero hacerlo y, además, merecés que lo haga. Te aclaro que no soy una gran comentarista, voy a hacer lo que pueda con palabras muy simples.

La narración: desde la primera lectura me ganaste con la prosa: prolija, cuidada, muy estudiada. Se nota como sabés elegir la palabra adecuada para cada situación. Porque no es nada fácil describir cada movimiento de una persona, desde que llega a la casa, pasa por la cocina, pone cosas en el refrigerador, va al baño y finalmente se mete en la cama, sin hacer el menor ruido y a oscuras, con frases que no sean soporíferas para el lector. Algunos dijeron que un poco lo fue, pero para mí no, al contrario, disfruté de cada escena, como si yo fuera la guionista de la película y la estuviéramos filmando. En las siguientes lecturas seguí deleitándome, mientras intentaba entender el tema. Evidentemente, no sos una/un novata/o en la escritura.

El tema: en la primera lectura, embelesada por tu escritura, no pensé mucho sobre qué querías decir con todo lo que le pasaba a ese chico y a su "nueva" novia. Por supuesto que volví a leerte por segunda vez, intentando no distraerme por la belleza de tu prosa, a los efectos de descifrar el contenido.

Primera idea: supuse que el chico era tremendo pillo y llegaba todas las noches muy tarde, por estar de fiesta con sus amigos. Por eso no hacía ruido, para que Lucía, (elegiste un hermoso nombre), no se despertara y mirara la hora. Pero no me cerraba lo de la cocina, ¿por qué tenía comida en la mochila? ¿era su almuerzo para el trabajo? pero, ¿por qué no lo comía? Eso sigue a tientas, como el chico por su casa, pero ya lo vas a explicar. Y ahora la cereza de la torta: se acuesta, después de todo lo que hizo y se encuentra con que la persona que debía ser su novia, no lo es...
Lo primero que se me vino a la mente fue que, como dije al comienzo, el chico es terrible fiestero, la novia se aburrió de sus llegadas a hurtadillas y se fue, no sin antes vengarse, poniendo a una amiga no muy conocida, (aunque él le nota algo familiar), en su lugar y bye bye novio.

Conclusión: podría ser, peeero..., este chico tiene tanta falta de conciencia, que además de hacer todo lo que hace para que su novia no lo pesque llegando tarde todos los días, también acepta que aquella haya sido reemplazada por otra y se queda tan campante, mmmm...

Segunda idea: una broma de sus amigos en conjunto con su novia, saben todos sus movimientos y deciden darle un susto. Aunque él mismo, en sus meditaciones, dice que su novia nunca le haría algo así. Pero nunca digas nunca...

Conclusión: sería algo muy flojo, sin consistencia, no creo que con esa prosa, pensaras en eso...

Tercera idea: surgió en la tercera lectura y leyendo los comentarios de mis compañeros. Después de años de convivencia, aunque en este caso son jóvenes, no serían demasiados años. Pero pongamos por caso que son bastantes años para ellos. Como te decía, después de tanto convivir el día a día, aunque la noche por lo visto no, se van alejando cada vez más y se convierten en verdaderos extraños.

Conclusión: en este caso, él la ve como una extraña a ella, aunque sigue siendo Lucía, pero no para él. Ya no recuerda ni qué toma al desayuno, la ve distinta físicamente y hasta su olor no es el mismo ni le gusta. Ya nos dirás si la idea fue una suerte de metáfora sobre el amor que se disfuma al punto de hacerlos convertir en extraños.

En fin, sea la idea que sea, te ganaste un lugar en mi podio, y, además, el comentario más largo que hice a un relato en un concurso. Creo que nunca me gustó tanto una prosa como la tuya, excelente.

Te felicito por tu hermosa criatura y espero que tengas mucha suerte, :D :60: .
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Megan »

Estrella de mar escribió: 05 May 2022 19:22 #Este comentario es de Hope Grace#

...Por un momento pensé que era un súcubo que se había apoderado del alma de su chica. Hay que tener mucho cuidadito con esto, ocurre más habitualmente de lo que la gente se cree. Si os pasara en alguna ocasión utilizad las palabras “mierda seca pa ti” tres veces seguidas mientras le agarráis de la nariz. Mano de santo...
Hope, sos terrible piantada, piba, cómo vas a cazarle la nariz a una persona y decirle semejante macana, :lengua: .
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Estrella de mar
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Re: CP XVII - No te conozco

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es de Hope Grace#

Si un tremendo demonio le roba el alma a Paulo Macarnis vos harías eso y más, amiga mía. 8)
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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