CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein - Oliverso

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein - Oliverso

Mensaje por lucia »

La buena vida de Leonora Braunstein

Leonora Braunstein moriría esa tarde. Lo notaba en los huesos, en el aire aséptico del hospital, en la forma que una brisa tierna mecía las cortinas blancas, dejando entrar colores opacos que hace algún tiempo resplandecían con un millón matices, trayendo voces que cantaban promesas de oportunidad y vida. Más que sentir pesar por el actual viento mudo con olor a elegía, bajo los ojos agotados y casi ciegos de Leonora, descansó una sonrisa de recatada satisfacción, porque las oportunidades que escogió entre la masa de opciones que los años ofrecían, construyeron para ella un camino más precioso que el diamante Hope. Con sus baches, por supuesto, porque perfecto solo es Dios. Pero agradecía para siempre el nacer en un hogar con una madre amorosa, y un padre que, aunque estricto, siempre estaba atento, apoyando, y asegurándose que no faltara comida en la mesa. ¿Y qué se puede decir de Dave, su primer y único amor? Para las actuales generaciones sonará cursi, pero Leonora atesoró los recuerdos de aquel chico estremecido de nervios que, con un ramo de flores y un traje rentado, la abordó recién salida de la misa para invitarla a salir. Chico que más tarde se convertiría en el hombre que la desposaría, le compraría una casa en los suburbios, y le entregaría dos hermosas niñas y un bello caballerito: Débora, Nadia, y Eddie. Bendiciones que a su vez la llenarían de nietos.
Cuanto desearía Leonora que Dave estuviese con ella, acompañándola, sosteniendo su mano o acariciando su pelo, como repetía para calmarla tras desvelarse inquieta pensando en Eddie, solo, allá en la guerra. Dave, con el orgullo de todo padre cuyo hijo marchó a pelear por su bandera, aseguraba que Eddie volvería a salvo, que era un buen hombre, y a los buenos hombres el Señor los protege. A pesar de su fe, Leonora siempre estaba temerosa con la idea de su bebé cayendo bajo plomo extranjero, pero Dave la acurrucaba y la preñaba de esperanza, dejándola en jaque al preguntar si alguna vez él le mintió o defraudó. No… No del todo. Dave solo le mintió en una cosa, en que morirían juntos, sin darse cuenta, en la cama que compartieron por más de 60 años. En eso Dave se le adelantó por casi una década.
Leonora al recordar el calor de sus brazos, y el arrullo de su voz protectora y varonil, sufrió un segundo de debilidad, y una lágrima solitaria corrió por su arrugada mejilla. Rápidamente se repuso, no quería que sus hijas la vieran llorar, además pronto se reuniría con Dave en el cielo. Nadia entró a la habitación y se sentó a un costado de la cama, sacando a Leonora de sus pensamientos. Nadia preguntó cómo se sentía, y Leonora se sinceró y dijo “Con sueño”, para después preguntar si Eddie llegó. La expresión de Nadia se ablandó, confesando que todavía no recibían noticias del cuartel. Leonora quedó pensando si podría despedirse de su hijo antes de partir, porque la habitación se ennegrecía con rapidez, y las sombras auguraban que el fin estaba cerca.
Leonora pidió la mano a su hija, y Nadia, con ojos muy abiertos y el corazón acelerado, viró la cabeza para llamar a la enfermera, quizás con esperanza de extender la vida de su madre. Pero Leonora le apretó la mano y le dijo que no, que calma, que no quería tener al matasano y su sequito blanco rondándola en ese instante, prefiriendo que fuese íntimo y especial. Leonora despotrico sobre el mal gusto de los jóvenes de convertir lo privado en un circo. Nadia esbozó entre lágrimas una pequeña sonrisa al entender que su madre, incluso en la despedida, no dejaba de ser la mujer fuerte y honesta que la crió.
Debora entró, y detrás de ella se asomaron los niños. La hija mayor, estremecida al captar el semblante en conflicto de su hermana, y la paz de su madre, fue veloz donde el lecho, y se postró a un lado con sus manos temblorosas alrededor del brazo de Leonora. Los nietos también se aproximaron, los más pequeños preguntando con ingenuidad a sus mayores, cuando la abuela dejaría el hospital para ir a casa, o por qué la mamá o la tía estaban tristes.
Leonora, con una garganta a la que le costó dictar palabras, habló de que los amó, y agradeció al cielo el tener una familia hermosa. Pidió que no estuvieran tristes, y que vivieran dichosos, porque ella bien vivió, y no existe mayor regalo que ese. Pórtense correctamente, sean honestos, generosos, porque ella los estará vigilando desde arriba. Y a Eddie… A Eddie díganle que…
La anciana calló al notar una mano fuerte posándose en su hombro, que sin embargo la tocaba con preservación y delicadeza. Leonora oyó una voz que le decía: “Mamá, estoy aquí”. Leonora sonrío, pero a su mente no llegó la imagen del valiente y fornido teniente, sino del jovencito manchado de tierra que jugaba en el jardín con su papá a vaqueros e indios. El corazón de Leonora tocó más lento. Tras una exhalación su respiración cesó, y la marca en el cardiograma cayó vuelta una línea.
Leonora dejó de ver, oler, y sentir, y flotando a mitad del vacío más oscuro que nunca presenció, vislumbró un punto de luz a lo lejos, que se extendió hasta cubrirla y abrazarla, y en ese arropo impoluto surgido de un túnel celestial, notó un abrazo cálido con olor a tiempos pasados.
—¿Dave…? —Preguntó dulce con la voz de un oso. Casi de inmediato la familiaridad desapareció bajo húmedos y helados guantes de goma. Abrió los ojos al notar una tracción brusca que debió quebrarle los huesos de los brazos, pero sus músculos aguantaron como troncos. Oyó el despegar de una decena de ventosas de su espalda, y notó el girar del agua en sus tobillos, vaciándose por un desagüe bajo los pies desnudos. Debido al ultraje que la impulsó delante, se desplomó para el suelo, pero varios pares de manos enguantadas la agarraron, evitando que se estampe.
Tras enderezarse, Leonora trató de encontrar con ojos que no sabían quedarse quietos, las miradas de sus hijos, pero los hombres en los trajes de goma llevaban visores opacos que impedían cualquier clase de contacto visual. Aprovechando el estupor que la invadía, los hombres la sacaron del tanque, y en un abrigo pardo tan grueso y velludo que le sorprendió que no se le cayera ni le diera calor, la guiaron entre incontables capsulas con gente flotando dentro. Leonora temblaba y se sentía temerosa como un cervatillo a mitad de un accidente vehicular. Preguntó repetidas veces quienes son, y donde estaba su familia, y cuál es esa área del hospital donde la metieron… Los hombres permanecieron mudos, escoltándola con una eficacia profesional. Especial miedo Leonora tenía al que iba detrás, con uniforme y casco, y una porra entre las manos cuya punta echaba chispas.
Bajo duchas sin paneles divisores, la embistió el agua helada hasta hacerla gritar. En un cubículo con rendijas en el techo y las paredes, entró una ola de calor que la secó en un suspiro y crispó su cabello áspero. Sobre el abrigo que le obligaron a llevar, le pusieron un overol naranja con un número impreso cerca del pecho. Cuando estuvo lista, dos guardias con porras la obligaron a avanzar hasta un ascensor de cristal, que se elevó varias docenas de metros.
Dentro de la oficina de paneles trasparente, a la izquierda un ventanal mostraba las cumbres de una legión de edificios bajo un cielo curtido por nubes grises de polución. Aquel mundo maltrecho que extrañaba mejores días, era sobrevolado por insectos gigantes de hélices que zumban y ojos vidriosos. Un guardia estoico como gárgola sirvió vigilante al otro lado de la puerta, esa por donde Leonora entró. La propietaria de la oficina le señaló que tomase asiento, y Leonora obedeció sin dejar de pellizcarse el brazo, queriendo despertar de la pesadilla. La mujer que le atiende ocupó un lugar atrás del escritorio curvado y metálico. Bajita, rubia, algo regordeta debido al trabajo sedentario, imagen que compensaba con un conjunto monocromo de aspecto caro, un peinado esponjoso, y la sonrisa blanca y optimista de alguien que cree mejorar el mundo. Su nombre fue Dalia, su agente de simulación.
—Disculpe la ignorancia —Empezó Leonora con una voz irreconocible para sí. —No sé qué es una agente de… Simulación. Mucho menos recuerdo contratar una —Aclaró. A cada segundo el estupor abandonaba su mente para dejar lugar al pánico. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¿Me transfirieron del hospital? Fueron sus preguntas, y Dalia sonrío con la ternura de quien trata con un niño confundido. La abogada colocó su tersa y pálida mano sobre la suya gruesa, morena, y peluda.
—Señor Barrios, evite preocuparse. Las experiencias en los tribunales suelen dejar secuelas desconcertantes. Pero cualquier efecto secundario e indeseado, lo solucionaremos durante el proceso de aclaración… El que ahora estamos comenzando.
—Me confunde, y me asusta, señorita. Soy Leonora Bruanstein. Quiero volver con mi familia.
Estuvo a nada de levantarse, pero Dalia apretó el agarre y concluyó que no, que él no era Leonora Barrio, y para probarlo presionó la superficie de una pequeña cúpula negra y lisa ubicada en el centro escritorio. De la cúpula se proyectó una imagen flotante y diáfana como un fantasma, que pronto dio lugar al rostro enmarcado de un hombre con rasgos de gorila y ojos duros como bloque de hormigón, un autentico gigante que una madre primero vería crecer con orgullo y luego con pánico. Bajo la foto del hombre, Leonora leyó una oda al rencor.
-Nombre: Leonel Barrios.
-Alias: El estrangulador de Caracas.
-Edad: 43 años.
-Sexo: Hombre.
-Genero: Varón. Cis.
Leyó sobre un hombre cruel que llevaba en sus espaldas el peso de 18 homicidios. Asesino de amas de casa solitarias, o ancianas en pleno retiro que no significaban ningún peligro para él. Cuellos molidos bajo rústicos dedos con la furia de aquel que fue abandonado por sus padres, y criado por el estado, para después convertirse en un inconforme con la sociedad, que transformó las injusticias de su vida en una venganza contra las figuras que a su manera de ver le fallaron. Mientras la mirada espantada de Leonora bajaba por los antecedentes, Dalia continuó con su sonrisa de un millón de dólares.
—Como su agente, y asistente legal asignada, era mí deber estudiar su caso, y escoger los parámetros para su simulación en la estación tribunal. Con el objetivo de convertirlo en un hombre nuevo, funcional, listo para reinsertarse en la sociedad. Por el resultado de la ultima simulación que experimentó, admito con gozo que nuestro equipo quedó sumamente complacido. ¡Solo necesitó un ciclo en la estación para que el algoritmo juez determinase que estaba listo para la realidad! ¿Sabe lo que es eso? ¡Ni treinta minutos! Todo un logro que no solo demuestra lo acertado de mi diagnostico para su caso, sino también que, en el fondo, señor Barrios, usted siempre fue una buena persona. Solo… Solo tuvo una vida equivocada.
Leonora, o Leonel, quedaron con los oídos anclados en la palabra “Realidad”. El resto de la charla de Dalia resultó ruido blanco. Recuerdos de días de picnic en familia se arremolinaron con recuerdos de chuparle el pene al guardia de la casa hogar. Imágenes donde Dave se arrodillaba en el bote a mitad del lago para pedirle matrimonio, chocando con sus puños sacándole los dientes a su novia. Memorias de observar la obra escolar de Débora, con memorias donde observa la vida apagándose en los ojos de mujeres inocentes. Sobre aquel infernal mejunje que colisiona y le estremece y le dan gana de gritar… Dalia seguía parloteando.
—Ahora que sabe lo que es estar en los zapatos de sus víctimas, se podría decir que esos impulsos violentos, quedaron extirpados de su sistema para siempre. ¡Éxito! Usted y yo entendemos una cosa con seguridad, y es que matar no es cool…
Tecleó el aire y de la cúpula apareció la mascota de la corte de justicia, una dama de ojos vendados pintada al estilo de caricatura, de pie sobre las palabras: “El delito no es cool”. Dalia lo señaló como si fuese la cosa más divertida del mundo.
—¿Qué tal si preparamos todo para su proceso de liberación y reinserción? Admito entre tú y yo, que mi momento favorito del protocolo es la ronda de disculpas. Seguro a ti también te encantará. ¿Puedo decirte Leo? —Preguntó Dalia y alzó el pulgar.
Ni Leonora ni Leonel correspondieron a su gesto. Solo se levantaron de la silla con ojos muertos, se giraron lento a la izquierda hasta encarar el ventanal que daba al cielo de humo, inclinaron las rodillas, y usando la fuerza de un gigante y la desesperación de una anciana, corrieron y atravesaron el cristal, y cayendo al abismo. Dalia se aferró a los bordes del escritorio con todo y uñas para que el cambio en la presión del viento no la arrastre con el asesino serial. El guardia que esperaba más allá de la puerta, entró y la jaló para ayudarla a escapar de la succión. Dalia, jadeando en el suelo del pasillo, con la cara roja de espanto y el corazón en un puño, exclamó, mirando a sus compañeros abogados
—¡¿No reforzaron las ventanas el ultimo diciembre?!
El guardia aclaro que sí, pero teorizó que los consecutivos intentos y choques, debilitaron el material. Dalia necesitó un descanso para recomponerse del susto, y con su rostro deformado dentro del vaso de café instantáneo que contemplaba, se preguntó a sí misma en qué falló. Uno de sus compañeros se aproximó, colocó una mano en su hombro, y le dijo que se tome las cosas con calma, que de nada vale mortificarse y darse una mala vida.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Tolomew Dewhust
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

¿La voz de un oso es dulce? :mrgreen:
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Ah, noooo. Que el prota piensa en ese instante que es Leonora y, dulcemente, pero con la voz de Leonel Barrios, con su auténtica voz, vaya, emite esa pregunta... Vale, vale. Muy sutil...
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Este es el que más me gusta. Bueno, tengo que darle dos vueltas más al de Lovecraft, pero este anda ahí, ahí; si no el primero, el segundo.

Me gusta mucho la primera parte, parece una despedida así muy tranquila, dando un repasete a la vida de esta buena señora, su último adiós rodeado de sus seres queridos... Y, entonces, ¡paaam!, viene la hostia; y el relato, que ya iba bien, gana muchísimos enteros. El proceso de simulación, el de aclaración, el algoritmo juez y el mundo apocalíptico tras los ventanales = un 10, :128:. Con esos términos me has metido de lleno en el futuro que insinúas, en esa nueva realidad.

Recuerdos de días de picnic en familia se arremolinaron con recuerdos de chuparle el pene al guardia de la casa hogar. Imágenes donde Dave se arrodillaba en el bote a mitad del lago para pedirle matrimonio, chocando con sus puños sacándole los dientes a su novia. Memorias de observar la obra escolar de Débora, con memorias donde observa la vida apagándose en los ojos de mujeres inocentes. Sobre aquel infernal mejunje que colisiona y le estremece y le dan gana de gritar… Dalia seguía parloteando. Tal vez yo no lo hubiera redactado de manera idéntica, pero lo que me transmite y la intención del autor en este párrafo lo convierten en mi favorito del texto. Molto pene. Bene, perdón. Molto bene quise decir.

En los relatos breves me gusta que me sacudan, y este relato lo ha hecho. Te tengo en mis bendiciones.
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Leonora mirando lo bonito que les ha quedado su "nuevo" mundo y pensando en aquella vez en que preparó con Dave una tarta de manzana...

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Tolomew Dewhust
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Leonel matando salvajemente a cuantas amas de casa se cruzan por su camino. Leonel atacando, inmisericorde, a las probrecitas ancianas:

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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

El autor, muy contento al principio cuando ve que tiene el relato 6 comentarios..., pero luego comprueba que todos son míos:

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Snorry
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Re: La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Snorry »

Enhorabuena al autor por tomarme el pelo jeje... En una primera lectura, confieso, dejé el relato a pesar de estar muy bien escrito. Qué me importa a mí la vida de esa vieja, me dije. Pero el apellido Braunstein no me cuadraba con un relato costumbrista. Volví sospechando que había gato encerrado, efectivamente.
Es un excelente relato, sobrio, preciso, con astucia para desviar la atención. La transición está contada con magistralidad. Y el broche final es de 10. Me recordó a Black Mirror jeje..
Es otro de mis candidatos. Pero... el recurso de la cinta de moebius está muy usado. Black Mirror es todo moebius. Y no sé :60: Quizá es ser muy quisquilloso.
Este autor o autora también apunta alto.
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Estrella de mar
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Re: CP XVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es del divino Paul#

Yo es que soy más de Mujeres desesperadas que de Black mirror.

La idea tiene su enganche, es un flipe, vamos. Empezamos con la que se supone una anciana adorable en su lecho de muerte, que en realidad es una simulación, y de repente nos encontramos con un Leonel, asesino en serie, que es la realidad. No me lo esperaba. Menudo giro. El final también sorprende.

Lo que me ha tirado para atrás ha sido la redacción. Esto no lo puedo pasar por alto porque le doy mucha importancia a la armonía, al flow, a que te atrapen las palabras a la vez que el mensaje. Lo bueno es que a escribir se aprende leyendo, pero la onda creativa se tiene o no se tiene. Y a mí me ha parecido que tú la tienes de sobra.

Venga, va, puedes cruzar la pasarela.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Gavalia
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Re: CP XVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Gavalia »

Sin sangre no es lo mismo, lo oscuro de la locura nos atrae como polillas a la luz. Me encanta como está redactado, con sus cositas, pero en global me gusta. La forma es solvente y la trama tiene un ritmo que te invita a seguirla de la mano. Algunas frases son tan naturales com geniales. Yo he tardado en darme cuenta de lo de la doble personalidad, según se acerca el desenlace, todo te va cuadrando, y la historia se cierra de forma estupenda.
Se lee bien, sin tropiezos. Buen trabajo.
Saludos.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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raumat
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Re: CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por raumat »

Eso de morirse debe ser bastante cool... :meditando: La luz, el final del tunel, los hombres con guantes de goma, la ducha helada y el secado ultrarrápido... Y después ya la simulación y tal... Yo, cuando la palme, pediré a la simuladora que me transforme en Rafa Nadal o Brad Pitt... ¡Y a vivir esa otra vida! :alegria:

Aunque, vamos a ver, que yo soy un poco torpe, y el proceso de simulación ése me ha dejado algunas dudas... O sea...
¿La abuelita es real, se muere, y como que la reencarnan en el estrangulador?... ¿O el real es el estrangulador, y como que le inoculan un software de abuelita buena para hacerle menos malote?... O sea... ¿De los dos, cuál es el real? ¿O son reales los dos? ¿O no es real ninguno?... :loco:

Pero bueno, aun con esas dudas, me ha parecido un relato very cool.
Gracias por compartirlo y suerte en el concurso. :60:
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Jarg
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Re: CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Jarg »

Desde luego es un relato que cuando empiezas a leerlo no intuyes el género ni el giro que pega a mitad. Confieso que al leer sobre Leonora y su vida tan idílica con esposo e hijos que la aman se me estaba haciendo un poco empalagosa (me mueven más los personajes atormentados), pero luego ha quedado todo aclarado con ese paso a la ciencia ficción y a lo de la simulación. Como idea me parece original, aunque no he entendido por qué Dalia pensaba que hacerle vivir la vida perfecta de una ancianita podría hacer que un psicópata se curara tan pronto. Y más sin preguntarle a Leonel cómo se sentía después de la experiencia (vamos, que la simuladora se estaba dando un choca-esos-cinco a sí misma sin darse cuenta de que el otro miraba para la ventana). Pero bueno, eso es una cosa subjetiva, en general me ha gustado, autor/a.

Sobre la forma tengo sentimientos encontrados. Faltan tildes y más de una vez se mezclan presente e imperfecto en la misma frase, aunque eso son cosas que se resuelven con la revisión. Por otro lado, hay frases que me han encantado, como la de "El corazón de Leonora tocó más lento" (una de las varias perlas que tiene el relato y que, en mi opinión, hará que se lleve puntos :) ). Gracias por compartirlo y buena suerte, autor/a.
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Megan
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Re: CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Megan »

Me gustó, tengo mis dudas, pero para empezar te diré que está muy bien escrito.
Se supone que la dulce Leonora, con una vida taaaan perfecta, reencarnó en un asesino en serie, ¿es así?
No se me ocurre otra cosa, tampoco es que crea en la reencarnación, eso se lo dejo a los religiosos y a los metafísicos. Pero, según entiendo, eso es lo único que resuelve el argumento. Tampoco sé si sos argentino, porque Leonel Barrios es un jugador de allí, ¿tiene algo que ver con él? No me enteré para nada de que lo hubieran detenido por 18 crímenes de amas de casa. En fin...
Está bueno, la narración está bien hecha, las descripciones están bien logradas y el argumento me gusta, no sé si el final... pero está bien, no soy quien para darle vueltas a las cosas y criticar a nadie.
Estoy como Tolo, "dulce, con la voz de un oso", ¿los osos tienen voces duces? :mrgreen:

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
Última edición por Megan el 05 May 2023 21:50, editado 1 vez en total.
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Iliria
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Re: CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Iliria »

Un relato con mucho mérito (y eso que a mí no me va mucho el género).
Sé que la gracia del relato está en el giro que da y mete a Leonor a en otra vida (o a Leonel), pero me gustaba la vida perfecta de la anciana y la placidez de su muerte. Prefería esa deriva...
Pero es cuestión de gustos. Seguro que tu relato queda en muy buen lugar. Felicidades y buen trabajo :60:

Gracias por participar y suerte :hola:
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-¿Y con wi-fi?
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Tolomew Dewhust
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Re: CPXVIII - La buena vida de Leonora Braunstein

Mensaje por Tolomew Dewhust »

raumat escribió:Aunque, vamos a ver, que yo soy un poco torpe, y el proceso de simulación ése me ha dejado algunas dudas... O sea...
¿La abuelita es real, se muere, y como que la reencarnan en el estrangulador?... ¿O el real es el estrangulador, y como que le inoculan un software de abuelita buena para hacerle menos malote?...
:mrgreen:, sí, sí... Intenta disimular, pirata. Este es el tuyo, he visto por ahí dos puntos y seguido de esos que reconoces que ya has empezado a utilizar en tus textos, :lista:.
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