CO LC - El esclavo - Tolomew Dewhust (1º Jur) (1º Pop)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CO LC - El esclavo - Tolomew Dewhust (1º Jur) (1º Pop)

Mensaje por lucia »

El esclavo

Cuando los padres de Daniel adquirieron el inmueble, se sorprendieron al encontrar un tipo debajo de la cama del dormitorio principal. Era un hombre entero, aunque desnudo y seco pareciera medio, o menos aún: un hombre anquilosado, consumido, inmóvil; un hombre de mediana edad que, sin embargo, aparentaba los años de un tejo adulto y solitario; un hombre tal vez abandonado, olvidado; tal vez negado, oculto.

El hombre, al que llamaron H, se encontraba boca abajo, con ambas manos apoyadas en el suelo –una más adelantada que la otra– y con la cabeza un tanto elevada con respecto al resto del cuerpo. Miraba con determinación al frente, y, cuando retiraron la cama y lo vieron tieso, petrificado pero vigilante, cuasi alerta, pensaron que lo que aquel tipo aguardaba era una señal para, tras decenas de años adherido al suelo, precipitarse hacia adelante, donde quizá vislumbraba una meta imaginaria.

El padre de Daniel dio cuenta a las autoridades, si bien estas concluyeron que el hombre no hacía mal a nadie bajo aquella cama y le recomendaron dejarlo donde estaba. Tampoco les fue posible cambiarlo de sitio: la madre de Daniel, que trabajaba en una pequeña fábrica rellenando peluches de trapo, invitó a varias compañeras y estuvieron jalando de él un buen rato sin conseguir moverlo un milímetro. Una bala de cañón pesaba menos que ese hombre; un cañón de 24 libras era menos pesado que él; un navío de línea de 80 cañones sería más fácil de arrastrar que ese hombre al que una entidad superior, o el sino, u otro hombre más sabio o más vil, había postergado bajo aquella cama como quien se deshace de un pájaro muerto.

En cada cumpleaños soplaba Daniel las velas de la tarta a su lado, porque encontró en H al hermano mayor que cualquier niño anhela: uno dispuesto a compartir las tardes de lluvia y al que leer su diario, con quien repasar Naturales el día antes del examen, al que acudir si le desvelaba un mal sueño o le sangraba la rodilla.

Y le pintó un bigote y unas gafas de mentira con rotulador permanente. Unió los cordones de sus zapatos. Lo vistió con la ropa de su madre. Le quitó los calcetines y le hizo cosquillas en la planta de los pies. Le enseñó a jugar al piedra, papel o tijera. Le susurró al oído un secreto. Le presentó a todos sus peluches. Lo disfrazó de vaquero, le amarró las manos y simuló cortarle la cabellera, pues –según el crío– había sido capturado por los Señores de la Llanura.

A menudo sus amigos insistían en quedar después del colegio en casa de Daniel, con la excusa de hacer las tareas, intercambiarse unos cromos, jugar a la pelota o cualquier otra cosa que se les ocurriera, con tal de disfrutar de la compañía de H. Retiraban la cama como quien extrae un berberecho de su valva, y dejaban al descubierto al hombre-molusco, al vampiro, al hombre-alimaña, al visitante nocturno…, según fuera el relato que tocara inventarse en esa ocasión.

Y jugaban a adivinar el motivo por le cual se encontraba allí:

–Es vuestro esclavo.
–Ningún hierro lo ata, no lo es.
–Está atrapado entre el mundo de los muertos y el nuestro porque, cuando murió, la puerta estaba cerrada...

A pesar del alboroto, de los chascarrillos y de los juegos que acontecían a su alrededor, el hombre que habitaba en lo obscuro se mantenía impávido y silente, firme en su propósito de velar su norte que no era otro que la ventana de la habitación. Sólida y disciplinada, la naturaleza que moraba en aquella cáscara ajada con forma humana aguardaba un suceso que nunca tenía lugar, y, aun así, se mostraba empecinada en mantenerse avizora.

Cuando Daniel tuvo edad de prepararse la merienda comenzó a llevarle comida a H. Elaboraba dos bocadillos, los servía en sendos platos y daba cuenta de uno de ellos junto al mejor de sus amigos. El otro quedaba intacto junto a H hasta la mañana siguiente, cuando su madre lo retiraba y le recriminaba el desperdicio de viandas que suponía su cabezonería. A pesar de las reprimendas, desde entonces el crió dejó siempre un plato de comida junto al hombre misterioso, aunque este nunca probase bocado alguno.

Tampoco vieron a H abandonar su madriguera para hacer uso del cuarto de baño. Los padres de Daniel le habían ofrecido utilizar en exclusividad el pequeño aseo de ese dormitorio; y lo fregaban y, periódicamente, reponían su papel higiénico y su jabón, aunque más tarde descubrirían que el único que lo visitaba era el niño.

Transcurrieron los años, se sucedieron las estaciones. Daniel agotó su primavera y se desprendió, como se desprende el nogal de sus hojas, del beso de buenos días a su madre y de las mañanas de colegio. Y encontró en su verano la madurez y a su compañera. Y el hombre del suelo, el hombre cautivo, aquella raíz de hombre, aquel aprendiz de hombre-árbol…; las migajas de aquel hombre que no era tal sino aún menos, vio marchar a Daniel cuando arribó su verano, y no pestañeó.

La niña se llamaba Teresa. Tenía dos años, y era más bonita que la primera flor que brota de un almendro en los últimos días de enero.

Años después del fallecimiento de sus padres regresó Daniel a la que siempre había sido su casa, junto con su esposa y su hija y, nada más llegar, quiso presentarle a H a la pequeña mocosa que alegraba sus días. Teresa, vivaracha como lo había sido Daniel a su edad, comenzaba a dar sus primeros pasos y curioseaba, se caía y se ponía en pie, y escudriñaba cada esquina, cada bulto, cada recoveco de la vivienda como quien busca un tesoro.

Cuando Daniel entró en el dormitorio principal la niña ya estaba ahí tirando de los pocos pelos que resistían en el cogote de H, palpándole la cara, pellizcándole la nariz. Daniel no fue víctima de un ataque de risa porque otra circunstancia lo dejó atónito: H tenía la cabeza inclinada hacia el suelo. Era la primera vez en su vida que lo veía humillado, rendido, postrado frente a Teresa.

Pensó Daniel que se moría, que se acercaba el ocaso del hombre al que nunca había visto alimentarse. Lo intuyó agotado, roto. Salió de la habitación y, cuando regresó al minuto con su esposa, Teresa gateaba ya hacia el salón. Retiraron su coraza, aquella trinchera de sacos de arena, de barro y de alambre con púas, aquella torre del homenaje, aquella cama que era su bóveda y su abrigo, y lo observaron: H había retomado su postura habitual, velando con celo la ventana que lo enfrentaba como si, en cualquier momento, una bandada de aves carroñeras fuese a hacer acto de presencia. Era un soldado sin fusil. Era una crisálida. Era un hombre con un propósito.

–Te juro que…
–Ha sido un viaje largo, cielo. Y volver a tu casa, reencontrarte con él… Descansemos, mañana seguiremos desempaquetando enseres.

Un mes más tarde, mientras los padres de Teresa preparaban la cena, la niña entró en la cocina con la cara pintarrajeada con rotulador permanente. Otro día lo hizo con los cordones de sus zapatos unidos en un mismo lazo, cayendo al suelo a cada poco muerta de risa. Pasó el verano, y comenzó Teresa a chapurrear el nombre de todos sus peluches. Cuando la niña cumplió cuatro años ya jugaba al piedra, papel o tijera. Una tarde, mientras Daniel la envolvía en una toalla después del baño, Teresa sujetó con fuerza las muñecas de su padre y le dijo que, desde ese instante, era prisionero de los Señores de la Llanura.

Daniel creyó enloquecer, se dijo que no, que era imposible... Llevó a la niña al dormitorio y la enfrentó a H, quien al momento inclinó su cabeza dirigiéndola hacia el suelo. Teresa le regaló un beso y enseguida se dirigió a otro punto de la habitación, persiguiendo una enorme libélula que había entrado por la ventana. H alzó la cabeza y recuperó su posición primigenia, la del velador, la del guardián lúgubre y opaco.

–¿Qué…, qué pasa, H? ¿Qué cojones sucede? –Confundido, Daniel comenzó a ponerse cada vez más nervioso ante una situación que no llegaba a comprender–. Ahora resulta que puedes hablar, que juegas con ella, pero…, ¿acaso…, acaso no es digna de que la mires a la cara?

Regresó contrariado al salón y se dejó caer en uno de los sillones. La niña corría tras el insecto, una libélula emperador capaz de extinguir el fuego de Calínico con el batir de sus alas. La madre de Teresa había introducido la llave en la cerradura de la puerta y se disponía a salir cuando…

–¡No!

Una voz de otra era recorrió todos los rincones del inmueble. Una voz furiosa, ronca, propiedad de un hombre impasible. La voz de un hombre que, debajo de una cama, había construido un país del que era su único habitante, el arquitecto de todas sus calles, su maestro de escuela, su jardinero y su alcalde. La voz de un hombre dueño de un solo vocablo, que solo lo revela, del que solo se desprende cuando debe...

Las paredes se torcieron, los muebles empezaron a caerse a pedazos; los cristales se convirtieron en un fluido pálido y viscoso y se cerraron todas las puertas. Los padres de Teresa cruzaron sus miradas y, con el corazón en la boca, se dirigieron ambos hacia el dormitorio principal.

En el suelo había un rastro de sangre que conducía a la ventana. En las lamas del parqué se sucedían, en progresión aritmética, fragmentos de un ser humano. Entre el yeso y el ladrillo del tabique, junto al marco de la ventana, estaba incrustado H –lo que quedaba de él–; y uno de sus brazos pendía por su hueco. Le faltaba gran parte de la musculatura del torso: todo cuanto se había mantenido a lo largo de los años en contacto con el suelo, piel y carne, salpicaba ahora el entarimado de la habitación.

Daniel se asomó a la ventana como quien bucea de noche, con los ojos apretados y temiendo ser aguijoneado en cualquier momento por un pez raya, aunque su miedo era más estremecedor: ver siete pisos más abajo a su pequeña.

Teresa había perseguido a la libélula hasta aquella ventana, su escapatoria, y se había lanzado tras ella…, pero H la sostenía en el aire agarrada fuertemente de uno de sus brazos. Daniel la alzó y se la entregó a su madre, que se derrumbó con la niña en un rincón.

Temblaba un hombre junto a los restos del otro. Menguó Daniel, se hizo crío, retrocedió treinta años y se arrodilló al lado de su único amigo, del hermano mayor que le consolaba si se hacía sangre en la rodilla. Y lloró a su lado y le besó los pies al comprender que ese hombre, desnudo, consumido, abandonado cual pájaro inerte por una entidad superior o por un ser más vil o más sensato, ese hombre más recio que cien balas de cañón y que mil navíos de línea, había llevado una vida –que no era vida– aguardando ese instante...

Las curas y el improvisado vendaje hubieron de esperar hasta que la niña concilió el sueño. Esa noche, mientras todos dormían, un hombre remendado regresaba al hueco que sentía como suyo, el de debajo de la cama del único dormitorio que conocía.

Con trece años se mudó Teresa a la habitación de H. Daniel la saludó deprisa, casi sin verla; llegaba a casa tras un extenuante día en el trabajo y ansiaba ducharse. Dejó a un lado el dormitorio de su hija, pero la imagen que creyó presenciar le dejó atónito: Teresa se erguía como el torreón que alerta al marino de su proximidad a la costa; y H, arrodillado frente a ella, era el fenicio adorando a Yam antes de iniciar una travesía.

Volvió para cerciorarse. Recostada en la cama, Teresa escuchaba música en un viejo walkman; H hibernaba en sus cuarteles de invierno. Daniel salió desorientado, negando una y otra vez que hubiera perdido la razón… Fue entonces cuando escuchó la voz que años atrás sacudiera sus entrañas.

–… y mis ojos no enfrentarán los tuyos si no me das permiso.
–No seas absurdo, H; no necesitas mi permiso para eso ni para nada: somos amigos, los mejores amigos.
–Tu esclavo.
–¿Cómo que mi esclavo? No quiero un esclavo.
–Si me dieras permiso…
–Tieeeeenes mi permiiiso –el tono era aburrido, también burlón.

H alzó su cabeza y contempló por primera vez el rostro de la joven, y pensó que la belleza de los jardines colgantes de Babilonia se empequeñecía frente a la suya. Se cerraron de inmediato sus heridas. Y aquellas paredes, que contenían a un hombre entregado y a su dueña, titilaron como la llama de una vela, cuando emergió de su garganta la voz que otrora venciera al dragón:

–Con el devenir de las eras habéis impregnado algunas palabras de connotaciones negativas. En el tiempo del que procedo un esclavo es un centinela. Seré yo quien te procurará compaña en las horas inciertas, Teresa: soy tu ángel de la guarda.

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Nuvem
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Nuvem »

Me gusta mucho este relato. Es uno de mis favoritos de este concurso.

Valoro mucho que el/la autor/a haya sido capaz de imaginar una historia tan rica en detalles para un cuadro bastante sobrio, a mi parecer (al menos, más sobrio que otros cuadros de la artista, según he estado mirando). La prosa está muy cuidada y resulta, en ocasiones, poética; pero fluye con naturalidad y se lee con mucho gusto. Creo que los detalles de la historia están bien hilados, pese a la dificultad que tiene este concurso (lógicamente, da un poco de miedo imaginarse a un hombre bajo la cama y asumir que se va a quedar allí, pero creo que el relato resuelve bastante bien esta circunstancia) y sólo echo de menos que Teresa estuviera en su cama leyendo un libro en vez de escuchando música en su walkman, porque habría sido más fiel al cuadro (aunque, seguramente, menos fiel a la realidad de una chica de trece años).

Muchas felicidades al autor/a, de verdad, porque me ha parecido un relato precioso.
Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos.
Michel Houellebecq

Publiqué una novela y está disponible aquí :hola:
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Jarg
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Jarg »

Chapeau, autor/a. :eusa_clap: :eusa_clap: .

De los que llevo leídos, es el más fiel a la temática del concurso: "inspirado en un cuadro de Leonora Carrington". Tu relato no se limita a describir la escena de un cuadro y explicarla. Construye una historia a partir de esa escena, una historia llena de particulares y personajes que van más allá del cuadro con un surrealismo propio, y eso me ha gustado. Además, la pintura que has elegido no es particularmente prolija, pero le has sacado mucho partido.

El estilo me ha encantado, no es un relato brevísimo pero se lee con mucha fluidez. Enhorabuena, autor/a :) .
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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sergiocossa
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por sergiocossa »

Autor o autora, tu cuento me trajo el grato recuerdo de "El ahogado más hermoso del mundo" de García Márquez.
Muy bien llevado, con una historia que nace y vuela desde el cuadro. Con personajes bien logrados y ese realismo mágico que, personalmente, me maravilla.
Mi mayor respeto por tu pluma :)
¡Saludos!
Sergio Cossa
De lo que escribimos hace años también se vive.
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Berlín
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Berlín »

Confieso que este relato me hubiera gustado escribirlo yo y creo que eso es lo más elogioso que te puedo decir, pero intentaré decirte más. Tiene ese punto de realismo mágico medio kafkiano que le da ese toque de extraña normalidad. Un hombre-rama debajo de la cama, un ser que no sé sabe si llegó volando o arrastrándose, un ente blanco y correoso que apareció un día y que por mucho que jalaron entre unos y otros no hubo forma de moverlo de esa concha de madera. No me queda otra que imaginarlo de noche, de imaginar sus ojos de otro planeta o de otra vida o sus ojos de ningún lado, y su boca cerrada. El silencio obstinado de los visitantes que no quieren irse y que tampoco osan explicar para qué han venido. Tiene momentos muy tiernos. Las tardes de bocadillo compartido, los deberes comentados, ese piedra papel y tijera con el padre. Luego con la niña, que como él también se arrastra. Tal vez por esa forma de desplazarse la pensó de su planeta o tal vez solo era, como dice al final, su ángel de la guarda, aunque a mí me gusta más cuando lo sabía esclavo.

En fin, es magnífico, me ha encantado.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Oliverso
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Oliverso »

Me encantó, lo leí de principio a fin con una sonrisa. Me dieron ganas de ojear más libros de realismo mágico. Eres muy bueno/a, te blindaste con tu estilo y calidad de que los cínicos señalaramos puntos tan burdos como que: "¡Fan del femdom nivel God, lolmao!" Aunque todavía si que puedo pensarlo, pero mi ordinariez de internet carece de la fuerza para disminuir ni un pelo de tu elegancia literaria. ¡Felicidades por el relato!
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Tolomew Dewhust
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Un relato en apariencia inofensivo, que se lee muy bien, muy a gusto, de esos que terminas y dices "pues muy bien, oiga usted"; pero que pasa un día y pasan dos y parece que vuelve el runrún de la historieta a la cabeza, y el soniquete, porque el texto tiene soniquete, tiene como una melodía tenue, como una rebequita que te envuelve ahora que empieza el otoño y parece que refresca.

Para mí el relato termina (debiera terminar) con H sujetando a la niña en la ventana. Hasta ahí. Todo lo demás me sobra. Quiero decir que me llama mucho la atención, despierta mis sentidos, revuelve mis neuronas, imaginar a un señor dentro de un dormitorio de la que no es su casa, y la familia que allí mora haciendo vida normal como si tal cosa... Y que ese señor, decenas de años después se levante para evitar una tragedia. FIN. Hasta ahí. Que luego sea un angelito de las cuatro esquinitas que tiene esa cama me gusta menos; cosas mías. El absurdo, el surrealismo de verdad es un señor allí quieto nadie sabe por qué. Lo del angelito ya es otro asunto.

Te tendré en mis oraciones, majete.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Ginebra
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Ginebra »

bellísimo, tienes frases que me han gustado mucho, entre otras:
–Está atrapado entre el mundo de los muertos y el nuestro porque, cuando murió, la puerta estaba cerrada... me ha hecho gracia, la encuentro muy tierna en boca de un niño

Tenía dos años, y era más bonita que la primera flor que brota de un almendro en los últimos días de enero. Ahí me ha tocao, me parece muy dulce...

el relato es ágil, convincente, muy ameno, lo único que no me convence es el título, buscaría algo más poético, por lo demás, me encanta tu historia, conviertes el surrealismo, lo absurdo, lo onírico, lo extraño, en realismo mágico, en algo hermoso. Me gusta cómo lo construyes, me gusta la historia y cómo a partir de una imagen tan minimalista se te disparó la imaginación, me gusta la idea del ángel de la guarda, me gusta cómo escribes, mucho. Mucha suerte :60:
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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Iliria
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Iliria »

Creo que el realismo mágico es un género muy difícil y tú lo bordas, autor/a :60: Poco más que añadir a lo que ya han dicho los compis. Una idea bien llevada y llena de imaginación, y además con una prosa impecable.
Me atrevo a decir que si no gana, pisa podio seguro.

Gracias por participar y suerte :hola:
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-¿Y con wi-fi?
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Isma
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Isma »

Guau. Vaya imaginación. Y me ha encantado. Aunque más que la historia -que me ha gustado- me ha encandilado el color, el tinte, no sé cómo decirlo, el aura de ese H desconocido, construida a base de frases lapidarias que ni se exceden ni se quedan cortas.

Ahora que leo lo que dice Tolo, creo que sí, que tiene razón, que hubiera dejado un impacto mayor en el lector si el relato hubiera acabado con H sosteniendo a Teresa en la ventana. Pero no estoy seguro de que haga falta. Lo que se le queda al lector es ganas de seguir leyendo más...
Snorry
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Snorry »

Yo también estoy de acuerdo con que el final sobra. Porque es explicativo, o trata de serlo, y mata todo el enigma, que es la parte buena del texto. La propuesta es bizarra y desquiciada, cosa que aplaudo. Pero emocionalmente no consigo sintonizar, no sé si debe producirme terror, tristeza, simpatía, parece que se mezcla todo un poco, y al final se desinfla todo un poco. Creo imaginar quien anda detrás del texto (seguro que la cago) y es un autor que me gusta mucho, pero esta vez, perdóname no puedo puedo decirte mejor opinión. Aunque también hay que decir que en términos generales es un buen texto, al que le falta un poco de sentido en el sinsentido. Eso que lo diga yo... Mil disculpas!
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Re: CO LC - El esclavo

Mensaje por Gavalia »

Podría sobrarme el final, pero como autor tienes derecho a dejar clara tu propuesta. Encuentro tan conseguido el cuento, que me da un poco lo mismo. Me quedo con la parte que me gusta y la agradable sensación de haber leído algo tan absurdo como redondo.
Me da un poco igual averiguar quién es el personaje, para mi es una metáfora dotada de magia que me da la libertad de interpretarla como mejor me encaje. Puede ser el simple cuento de un ángel haciendo su trabajo, quizá esa sea la única intención del autor cerrando la trama con una explicación sencilla, pero me gustaría pensar que no es así.
Suerte.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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Berlín
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Re: CO LC - El esclavo (1º Jur)

Mensaje por Berlín »

Felidades, poeta.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Iliria
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Re: CO LC - El esclavo (1º Jur) (1º Pop)

Mensaje por Iliria »

Felicidades, más que merecido :60:
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Re: CO LC - El esclavo (1º Jur) (1º Pop)

Mensaje por noramu »

Tolo, así no se puede. A ver ¿Quién va a jugar una partida de póker contra alguien que siempre gana? Yo no. Pensaré que tienes las cartas trucadas o algo así. Pero ¿a quién se le ocurre meter a H debajo de la cama y meternos un cuento de realismo mágico 60 años después? Cierto que la Carrington esta...incita. Pero, vamos, que no puede ser.
Felicidades, una vez más :60: :60: :60:
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