CTN - Pánico en la piel - Megan

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CTN - Pánico en la piel - Megan

Mensaje por kassiopea »

Pánico en la piel



Despertaba cada día al amanecer, los ojos hinchados me ardían y el cuerpo me dolía por el esfuerzo del llanto. Mi único deseo, cuando llegaba el sueño, era que mis pulmones no funcionaran más, que mi corazón se detuviera, o que a mi cerebro le llegara un coágulo y colapsara. Pero no, día a día abría los ojos. No me quedaba más remedio que levantarme, sin vida por dentro, obligaba a vivir por fuera. Mi mundo se había derrumbado y con él, mi alegría, mis ganas de vivir, y lo peor, el amor que recibía a diario se había convertido en un odio extremo que no me dejaba en paz. Debido a las amenazas recibidas, nadie, entre mis allegados, sabía la aflicción que estaba padeciendo. Me mostraba bien con mi familia y vecinos, servicial para quien lo necesitara. Pero cuando entraba a mi casa, me transformaba en un ser indefenso, débil, sin carácter, destrozado en mi interior y denigrado por el maltrato exterior.

Despertaba cada día al amanecer, deseosa de que ese día, al salir a por los recados, me atropellara un coche, me cayera encima un árbol, o quizás un balazo, mal dirigido, fuera hacia mi cabeza. Porque el tener que ir al centro comercial era un tortura. Sentía las miradas de odio que me dirigían, los que se hallaban sentados en las terrazas o en las sillas frente a sus casas, y me causaban tanto desasosiego, que deseaba no salir más. Al acabar mi terrorífico día, cuando llegaba la noche, me retiraba a mi habitación, me cambiaba de ropa, agotada, deprimida, asustada, y me metía en la cama a esperar el siguiente. Me costaba creer lo que estaba viviendo: conversaciones en las que me lastimaba en lo más hondo de mi ser, palabras de un desagrado extremo hacia mi persona, una violencia verbal sin límites que sabía que nunca tendría fin. Parecía que un ser demoníaco se había instalado en mi casa y me trataba como a un títere, moviéndome a su antojo de un lado a otro, haciéndome limpiar todo el día, como castigo por el mal que había hecho. Era tanto el daño, que al terminar de fregar todo el suelo, dejándolo impecable, unos minutos más tarde, estaba más sucio que antes. Me quedaba mirándolo, decaída, extenuada, y escuchaba su voz irónica bien cerca de mi oído:

—Deberías limpiar mejor, ¿no te parece?

Despertaba cada día al amanecer, los ojos me dolían por las abundantes lágrimas que habían caído por mis mejillas antes de que el sueño se apoderara de mí. Ese que me llevaba de la mano por los lugares más oscuros, llenos de alimañas que me querían destruir. Mis noches eran de tal crueldad como lo eran los días, con una sola diferencia: de ellas despertaba y me salvaba. De los otros no podía hacerlo. Me preguntaba cómo la culpa me había hecho caer tan bajo, cómo podía permitir que alguien abusara de mí de la forma más humillante y que yo no pudiera defenderme, porque con una sola frase, con una solamente, referida al horror vivido, me hundía de tal manera que era imposible responderle. Ya no poseía personalidad, ya no tenía energía en mi cuerpo, me la había quitado y me quedaba callada, mi pecado me cercaba, sentía que eran las paredes que me querían aplastar.

Despertaba cada día al amanecer, y mi primer pensamiento era lo ocurrido hacía un año atrás…

Cuando hallé a mi bebé sin respirar en su camita. Dijeron que había sido muerte súbita. Cómo grité, lloré, maldecí ¡Cuánto dolor sentí! Creí que se me rompía el corazón, el alma, la vida. Siempre había sido una madre atenta, que pasaba los días y noches enteras con él, que nunca dejé que llorara sin mecerlo horas y horas en mis brazos, que lo amaba con locura, que era todo para mí, y lo había perdido…

Esa maldita noche no lo escuché llorar, lo tenía conmigo en el dormitorio, como siempre, y estaba sola, no debí haber tomado esa pastilla para dormir, pero es que descansaba tan poco y estaba tan agotada. La culpa me tiene destrozada y sé que nunca me lo perdonaré y tampoco me lo perdonará, siento en todo mi ser el odio que aflora en sus ojos al verme…

También recordaba cuando vivíamos felices, me esmeraba en todo para que estuviéramos en paz y armonía. Después del hecho, la casa se volvió oscura, gélida, llena de perversos fantasmas que andaban de un lado al otro, persiguiéndome, susurrándome con esas voces horrendas, que había sido la maligna madre que asesinó a su bebé. Hasta los adornos parecían moverse y señalarme como la infame que dejaba que su bebé llorara sin despertarse para socorrerlo. Era un verdadero infierno.

Despertaba cada día al amanecer, pensando en escapar, en huir de ese monstruo que, viviendo en mi casa, me hacía sufrir de la forma más horrible. Porque, además de las palabras escalofriantes que me dirigía, ya eran tres veces las que había intentado pegarme. Una lo consiguió y las otras dos me persiguió hasta que logré llegar al dormitorio y cerrar la puerta con llave. Desde adentro, escuchaba sus hirientes palabras que me dejaban en claro que nunca podría irme de allí, que era dependiente, en todos mis sentidos, de su ferocidad. Olía el sudor de su cuerpo a través de la puerta y me producía un asco enorme, vomitaba, sentada en el suelo, suplicando que alguien, no sé quién, me ayudara.

Despertaba cada día al amanecer, ya no abría más la persiana de mi habitación, no me interesaba ver la luz del día, tenía bastante con salir de compras. No me importaba si el sol estaba en todo su esplendor o la lluvia cubría las calles. Prefería la oscuridad, para no verme, para no verle. Tampoco prendía la televisión, no quería escuchar a nadie, no quería saber nada del mundo. Estaba ensimismada en el que vivía, ese espantoso y malévolo que me tenía atrapada. Miraba el móvil, que había comprado sin que lo supiera y lo mantenía escondido. Pensaba en las esas personas que tenía en el chat, que no imaginaban mi calvario. Y para qué contárselo si nadie podría hacer nada por mí. Y las que eran reales, solo las veía en las fiestas, pues nadie venía a mi casa. Una vez intenté decirle a una prima, por lo bajo, que mi vida era un verdadero infierno, pero no le dio importancia a mis palabras. Me dejó pasmada, cuando, mirándome, con frialdad, me dijo:

—No creo que sea tan horrorosa como la pintas, estás exagerando, siempre has sido tan exagerada.

Despertaba cada día al amanecer, muchas veces retomando el llanto de la noche, sin querer levantarme, sin querer salir del único lugar de la casa donde expresaba mis emociones. Pero no podía. A media mañana, escuchaba sus horrendos pasos en el corredor, luego abría la puerta y, como todos los días, había mucho para limpiar, y ese era mi trabajo, porque, en definitiva, mi manutención, decía, era por ello. Hubo algún día en que dije que me buscaría un trabajo, mas, solo logré escuchar sus escalofriantes y largas carcajadas:

—¿No te das cuenta de que lo hiciste cuando eras más joven y nadie te llamó? Ahora, con casi cuarenta años, eres mucho mayor, ya nadie te quiere, ni te van a querer en ningún lugar. Imagínate que ni tu familia te quiere.

Recordé cuando me lo dijo la primera vez. Habíamos pasado la navidad en casa de unos parientes, yo no demostraba lo mal que estaba, al contrario, conversaba y sonreía, pero sentía su mirada en mi nuca como queriendo retorcérmela, no hablaba, estaba siempre expectante de mis movimientos y conversaciones. No soportaba que sonriera, ni siquiera con mi familia, y menos que por un pequeño lapso de tiempo lo pasara bien. Al llegar a mi casa, la sonrisa diabólica asomó a su rostro y me contó que me trataban bien porque me tenían lástima. Le dije que no, que ellos me querían de verdad, pero me acusó el golpe más desalmado:

—No creo que te quieran más en sus casas, les conté de tu comportamiento errático y que, al llevarte al psiquiatra, diagnosticó principio de demencia. No te invitarán más a pasar las fiestas con ellos.

Mi mirada, antes con algo de fuerza, cayó al suelo. Esa noche, tomé un cuchillo de la cocina y, cuando se apagaron las luces, me corté las venas de ambos brazos. Miraba, impávida, la sangre caliente correr por mis brazos, la toqué con un dedo y me lo llevé a la boca, tenía un sabor metálico y salado. Me di la vuelta y vomité, mientras percibía las horripilantes risas de los fantasmas que habitaban en mi dormitorio. Cuando desperté, tenía los brazos vendados torpemente y estaba medio drogada por los somníferos, mirando vagamente la sonrisa demoníaca en su rostro y escuchando:

—¿Cuántas veces vas a seguir siendo la idiota de siempre? Ya no lo soporto, así que te daré una oportunidad más, pero si lo vuelves a hacer, dormiremos en la misma habitación, ¿está claro? Ahora vas a ir al psiquiatra para que te aumente la medicación. Te estás volviendo muy atrevida.

Incliné la cabeza, afirmando. Las lágrimas no paraban de rodar por mis mejillas.

Despertaba cada día al amanecer, las pastillas que me recetó el psiquiatra generaron temblores en mi cuerpo, sentía los nervios a flor de piel. Me era difícil salir de la cama y hasta caminar para hacer las tareas de la casa. Una tarde, entrando al edificio, después de las compras, una vecina que salía notó mi cambio y me preguntó qué me pasaba. Yo tenía prohibido hablar de lo que sucedía en casa con mis vecinos; todas las ofensas que me decía siempre eran en voz baja y tampoco dejaba que yo subiera la mía, por tanto nadie oía nada. Le dije a mi vecina, intentando sonreír, que estaba un poco mareada pero que ya se me pasaría. Recuerdo que me miró extrañada, sentí que no me creyó. La saludé y entré rápidamente al ascensor. Para mi desgracia, escuchó la conversación con la joven. Su furia vino sobre mí, ese fue el día en que no solo amenazó con pegarme, ese día me dio vuelta la cara de una bofetada.

Despertaba cada día al amanecer, hoy tenía consulta con el psiquiatra. Ni siquiera allí era libre, siempre me acompañaba y entraba a la sesión conmigo, escuchaba sin decir una palabra. El médico escuchaba mis lamentos pero nada decía sobre ellos, se limitaba a recetarme psicofármacos cada vez más fuertes y mi cuerpo y mente se resentían. Me estaba convirtiendo en una zombi. Limpiaba todo el día, a veces tres o cuatro veces lo mismo que se ensuciaba cada vez que terminaba de limpiarlo. Comencé a olvidarme de algunas cosas, la mayoría eran sin importancia, pero caí en la cuenta de que el nombre más importante de mi vida, el de mi bebé, muchas veces se me iba de la cabeza. A raíz de ello, comencé a escribir en mi libreta secreta su nombre todas las noches, el que quedaba borroneado por las lágrimas que me causaba recordar todo lo ocurrido.

Despertaba cada día al amanecer, ya no quería abrir los ojos, no quería ver mi casa, y menos al demonio que allí habitaba. Con un miedo espantoso, sentí sus pasos. Al querer abrir la puerta de mi habitación, no pudo. La había cerrado con llave. Ya no quería que entrara. Los fantasmas de la noche me lo habían aconsejado: “Va a matarte, cierra con llave. Ahora, bailemos hasta el alba”, y reían terroríficamente, toda la noche.

Llamó a la puerta y le dije que no iba a abrirle, que me dejara en paz. Sentí que me temblaba todo el cuerpo cuando comenzó a martillar suavemente los goznes de la puerta y, poco a poco, pudo retirarla sin hacer mucho ruido. Entró al dormitorio y me dijo que me levantara, que estaba todo atrasado en la casa, que tenía mucho por hacer. Le dije que estaba muy cansada que contratara a una criada porque yo me iba de la casa. Se rio con sus malditas carcajadas y me preguntó adónde. Le dije que eso ya no me importaba, dormir bajo un puente sería mejor que vivir en esa casa. Su rostro se tornó grave y comencé a temblar de nuevo; dijo que nunca me dejaría salir de allí. Me levanté y, todavía tiritando, le dije que si tenía que salir corriendo en ese momento, en camisón, ya no me importaba. Tomó mi brazo con fuerza y yo, recurriendo a toda la mía, logré soltarme y salir disparada a la puerta de entrada, abrí la primera cerradura y cuando alcancé a la segunda me tomó por los cabellos y me tiró al suelo. Intenté gritar, por primera vez pidiendo ayuda, sin recordar que a esa hora solo estaban en el edificio dos ancianas que vivían en el primer piso y eran muy sordas. Con los cabellos en su mano me arrastró hasta mi habitación y dijo que me vistiera y me pusiera a limpiar. Además, a la fuerza me hizo ingerir las pastillas que había recetado el psiquiatra.

Despertaba cada día al amanecer, ahora en mi dormitorio sin la puerta que me cobijaba, ya no podía prender el móvil. No tenía mi rato de intimidad, no tenía nada… Me levanté, anduve por la sombría y tenebrosa casa, rodeada de los fantasmas que me perseguían, danzando y riendo, que me daban un terror inmenso y luego me acosté. Cuando se levantó me miró desde en el pasillo y me dijo que ya era hora, yo hice de cuenta que no había escuchado. Se acercó y como siempre, con su boca muy cerca de mi oreja, me dijo:

—Levántate o te saco de los pelos.

Su cara cambió de pronto, hizo un gesto de asombro, me miró sin entender y bajó la vista, la enorme cuchilla estaba bien enterrada en su abdomen, me volvió a mirar y dijo muy bajo: “Te mataré”. Fueron sus últimas palabras. Hundí más la cuchilla. Palideció por completo y cayó sobre mí. Logré salir por debajo, me lavé, vestí y fui al garaje. Después de limpiar la sangre que escurría por su cuerpo, lo envolví en una gruesa tela, lo até con firmes cuerdas, lo llevé hasta el garaje y lo puse en el maletero del coche, cerré y volví por otro envoltorio donde estaba mi colchón enroscado y la ropa, todo ensangrentado y lo puse junto al cuerpo. Hice más de quinientos quilómetros, hasta llegar al embarcadero vacío de un tío fallecido. Allí coloqué todo en una lancha a motor, junto con una pesadísima y oxidada ancla y, gracias a que le quedaba algo de combustible, entré al mar. Cuando estaba lejos de toda vista humana, até fuertemente con alambres el ancla a ambos bultos y, con toda la fuerza que pude, los tiré al agua. Miré como se sumergían con rapidez. Al volver a casa, limpié mi habitación y puse en cajas toda su ropa, calzado y accesorios personales, todo.

Despertaba cada día al amanecer, bajé las cajas, llené el auto con ellas, y tras viajar unas dos horas, doné todo, bajo otro nombre, a una capilla. Volví, no sin antes pasar por el agente de bienes raíces, para que viniera a tasar la casa. No podría seguir viviendo en ella. Al agente, un antiguo conocido de la familia de toda la vida, le dije que, dado que ahora estaba sola, no tenía sentido vivir en un lugar tan grande y con tantos malos recuerdos. Noté que me miraba sin pestañear, me pareció raro por lo que le aclaré:

—Son esas cosas que pasan, vivíamos tan bien aquí, pero las personas ya mayores añoran volver al lugar donde nacieron. Mi madre ha sido una de ellas, ayer partió para su pueblecito en Italia. Por ello opté por venderla y buscar un piso más pequeño, además, lo que pasó con mi bebé aquí, me hace mucho daño.

—¿De dónde sacaste todo eso? —expresó el agente con cara de gran asombro—. Tu madre falleció hace varios años, además, nunca has tenido un bebé, siempre viviste aquí sola —y añadió, un tanto atemorizado—: Me estás asustando, ¿te encuentras bien?

***

Nota: Los abusos verbales son lo suficientemente tóxicos para dejar paralizada a la persona afectada y lo escasamente violentos en su forma de emitirlos para que nadie del exterior sepa lo terrible que pasa dentro de la casa. En caso de padecerlos, se debe acudir de forma inmediata a un centro de ayuda.
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Snorry
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Snorry »

El cuento es un trabajazo, porque todos lo son y porque este es largo y denso, y porque mantiene una atmósfera opresiva donde se muestra como se vive lo que en principio parece una profunda depresión, que luego se manifiesta como una probable esquizofrenia. Empatizo especialmente. No me convence el final demasiado aclarativo.
No veo relación con el tema negro, pero es lo de menos.
Buena pero angustiosa lectura.
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Gavalia
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Gavalia »

No sé muy bien qué decir, quizá demasiadas palabras para decir lo mismo una y otra vez. El último despertar al amanecer creo que sobra, no cuadra con lo que relata después. Es una tragedia en toda regla en cuanto al fondo, sin embargo, la resolución no me ha gustado. No digo que no sea posible, pero el relato pedía a gritos finalizar con la muerte del supuesto maltratador. Pienso que intentar sorprender no siempre beneficia una buena historia y al menos yo me hubiera quedado más conforme, pero vaya, es tu relato. La coletilla final también me sobra, no por no estar de acuerdo con ella, pero le da al trabajo un aire aleccionador que no viene a cuento. Otra cosa es que el mensaje hubiera estado integrado como parte del texto.
Saludos.
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--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
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jilguero
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por jilguero »


Creo que es un texto escrito con mucho sentimiento y que recrea bien lo que pueden ser los pensamientos obsesivos de alguien que sufre malos tratos. Lo que pasa que para que escrito eso no canse tendría que ser más breve. Es decir, bien por la historia, pero la forma que le has dado no me acaba de convencer.

En mi modesta opinión, el recurso de repetir una y otra vez esa frase me parece adecuado para crear la sensación de estar atrapada, de que todos los amaneceres son el mismo para la protagonista. Pero creo que ese formato te habría quedado bien si el texto hubiera sido menos prolijo en detalles y solo hubieras esbozado a grandes brochazos lo ocurrido, dejando la historia más abierta, sugiriendo más que contando. Pero conforme avanzamos vas, cada vez, dando más detalles y, al final, cuentas la historia de una manera convencional y esas repeticiones de frase pierden un poco su sentido.

En cualquier caso, es una historia sentida y la sensación de estar atrapada la transmites muy bien. :60:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Yayonuevededos »

Me gusta la repetición que encabeza cada párrafo. Da la sensación de agobio, del mismo día repetido una y otra vez.
Volviendo a los párrafos, cada uno es denso per se. Un texto bien elaborado.
Siento que patina al final, convirtiéndose en una historia con una carga explicativa innecesaria.
Hay que confiar más en el lector, en que entienda lo que se oculta tras la narración.
(y si no entiende, que se joda)
La nota tras los asteriscos es demoledora: demuele todo el trabajo anterior.
No obstante ese desencanto final, el texto llega bien hasta allí. Recomiendo tijera de podar bien afilada.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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posman
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por posman »

Pues a mí que me parece que este relato tiene trampa.., o eso o el agente inmobiliario miente. Según se describe este era "un antiguo conocido de la familia de toda la vida.." Está claro que algo debe saber, aunque lo más probable es que yo esté para que me encierren y pierdan la llave. He de reconocer que el argumento se las trae y está hábilmente entretejido. Parece ser que la protagonista se lleva bien con la familia y amistades y que los problemas que tiene suceden dentro de la casa. Todo indica que sufre maltrato pero no se sabe quién es ese maltratador, ni tampoco se sabe su nombre, si es hombre o mujer.., nada. Yo creo que el maltratador es en realidad el tiempo, el inexorable paso del tiempo.., ese si que hace daño. Caramba estoy a punto de volverme loco. El agente dice que la madre de ella, hace años que murió.¿Acaso vivían las dos en la casa?.., pues no, según lo que él cuenta "siempre viviste aquí sola.."
Bueno las cosas se van aclarando un poco, ya sabemos que vive sola y nunca tubo un hijo.., que también lo dijo el agente.. "nunca has tenido un bebé."
A partir de aquí ya empezamos con las especulaciones, más bien a caminar sobre arenas movedizas. Puede ser que esté enferma pero el agente comenta que "Me estás asustando, ¿te encuentras bien?". Parece que no, pero a lo mejor se puso de repente... ¡¡Socorro!!, ¡Que alguien me ayude!, ¡quiero salir de aquí...!
Que no cunda el pánico; resumiré la situación. Yo creo que la protagonista no está contenta con su vida pasada e intenta romper con todo y empezar de nuevo. Para ello "asesina" el pasado, se deshace de los bienes personales y vende la casa. Pero también hay otra tenebrosa posibilidad; que la prota esté inventando o exagerando los hechos. Cuando le comenta a su prima que su vida es un infierno ésta le dice:
—No creo que sea tan horrorosa como la pintas, estás exagerando, siempre has sido tan exagerada.
Por Tutatis.., me acaba de fulminar un rayo..
Vale cuando sepamos quién es el autor o autora veremos a ver si he acertado o ando perdido en el interior de un agujero negro en el otro lado del Universo.. :cunao:
—Estaba tan asustado que hasta el miedo me abrazaba..
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Ratpenat
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Ratpenat »

Estos temas me entristecen mucho. Me ha costado leerlo, no porque esté mal escrito que no lo está, sino porque ya no soy tan proclive a leer cosas tristes como antes. Bueno, digo esto, pero también podría alguien pensar que lo digo para que no piensen que es el mío. Gracias por compartirlo :60:
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Berlín »

No me acaba de gustar, lo siento. La historia es tristísima y lo es más porque la andamos escuchando cada día en las noticias, de hecho yo esperaba que en algún momento el maldito maltratador confesase que él mismo había matado al bebé para castigar a la madre o para enloquecerla. También esperaba que ella le matara harta de aguantar. Pero no me esperaba que al final el tipo de las fincas le dijera que no tiene familia, que siempre ha estado sola. Para ese final creo que deberías haber ido dejando alguna pista, que luego, en una segunda lectura, el lector pensase "ah, ahí me habías dejado un garbancito, bien". No sé, creo que la palabra justa es que me siento un poco estafada. Y es una lástima, porque el formato de comenzar con la misma frase sí me ha gustado, lo encontraba prometedor.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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noramu
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por noramu »

Pues yo estoy un poco confusa. Me parece muy interesante la interpretación de Posman. Pero no la acabo de ver clara...
Yo veo dos escenarios interpretativos posibles: el más literal y corroborado con el ambiente opresivo de la repetición de cada párrafo, es el de un maltrato psicológico sufrido por la protagonista, se supone que por parte del padre de la criatura. Este maltrato la va debilitando cada vez más y junto con el sentimiento de culpa la lleva paulatinamente a la locura. Locura que culmina matando a su opresor (coincido con Jilguero en que se podría haber aligerado esbozando más que detallando tanto, pero eso también es cuestiones personales). Esta interpretación la desmonta totalmente la aparición final del agente de propiedades. Y sin embargo esta aparición da lugar a la otra interpretación que es de una persona con un transtorno mental que vive en un mundo ficticio cread por ella. Pero esta interpretación la pone en duda el hecho de que viva sola. A menos que el supuesto agente inmobiliario fuera en realidad un enfermero y el piso una habitación de manicomio. El trastorno podría ser fruto de un maltrato que quizá generaría el nexo entre ambas interpretaciones. Sea como sea, el relato no deja indiferente, hace reflexionar, cosa que ya de por sí ya es un mérito y está muy bien a pesar de la poda requerida.

Gracias por participar en este concurso y arriesgando con un tema que, por desgracia, está muy presente en esta sociedad.
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Ginebra
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Ginebra »

me cuesta entender, trastorno mental? no sé, me falta algún nexo en la historia para el desenlace que has hecho, sorry... por otro lado, el relato me gusta, la sensación de angustia está muy bien lograda, empezar cada párrafo igual la va acelerando, al tiempo que vas explicando la historia, y se refleja muy bien el maltrato, terrible, por supuesto

la nota final? pues todavía no sé qué pensar :|
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Jarg »

Yo he entendido que quien ocasionaba el maltrato era la madre (aunque el autor/a del relato ha sido muy hábil para ocultarlo hasta el final y hacernos creer hasta ese momento que era el marido). Cuando lo he releído me he dado cuenta de que, en efecto, no usaba los pronombres en ningún momento, por lo que era deliberado.

Lo que me ha descolocado un poco es lo que dice el agente inmobiliario sobre lo de que la madre murió hace años. ¿Significa que se lo había imaginado todo? Es una vuelta de tuerca más (del todo aceptable, por supuesto), aunque yo creo que con el giro argumental de que el maltratador era en realidad la madre habría sido suficiente.

El estilo me ha gustado. Describe muy bien la atmósfera opresiva y el agobio de la protagonista. La repetición de la frase al principio de cada párrafo contribuye a ello. Y sí que veo la relación con la temática oscura, si lo hicieran como película sería un thriller psicológico en toda regla.

Gracias por compartirlo, autor/a, y buena suerte :60:
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Isma »

Me parece interesante. Era un poco sospechoso que la protagonista lo viera todo tan negro, negrísimo, desde el punto de vista de primera persona. Y que además ningún otro conocido, familiar o médico pareciera darse cuenta. De hecho lo del médico es lo que menos me cuadra: si le diagnostican demencia, tengo entendido que son otros síntomas distintos, ¿no? Porque lo que ella parece padecer son alucinaciones persistentes. Y si va al psiquiatra y le da medicación, ¿no debería solucionar algo? O ella dejar de tomarla a su antojo. Aun así, es interesante, me gusta que hayas hecho esta "vuelta de tuerca" particular para este relato negro, negro.
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por noramu »

Jarg escribió: 02 Feb 2024 08:16 Yo he entendido que quien ocasionaba el maltrato era la madre (aunque el autor/a del relato ha sido muy hábil para ocultarlo hasta el final y hacernos creer hasta ese momento que era el marido). Cuando lo he releído me he dado cuenta de que, en efecto, no usaba los pronombres en ningún momento, por lo que era deliberado.
:meditando:
Cada vez tengo más ganas de leer las explicaciones del aut@r :cunao:
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Iliria »

Al igual que varios compis, creo que la repetición de la primera frase en cada párrafo ayuda a dar esa idea de pensamientos obsesivos. La densidad del texto también ayuda, aunque quizá yo hubiese aligerado un poco. Aun así refleja bien el sentimiento de culpa por la muerte del bebé y hasta qué punto se ve maltratada por el marido. O eso he creído entender.

Gracias por participar, y suerte :hola:
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-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Re: CTN - Pánico en la piel

Mensaje por Nínive »

8. Pánico en la piel

El tiempo se me escurre entre los dedos y la energía entre los agujeros de mi cabeza. Con esto quiero decirte, autor, que solo voy a escribir las ideas a vuelapluma que anoté al leer tu relato.
No doy más de sí. Lamento la brevedad, no lo confundas con sequedad, por favor. Abrazo.

Idea:
La locura real o inducida. Es un tema que a mí siempre me ha atraído. Lo que no me convence mucho es el final como sacado un poco de la manga. Y no me creo que entrara acompañada al psiquiatra. Pero eso es otro tema.


Ejecución:
Revisa la puntuación, sobre todo de las comas. Reiterativo en frases y conceptos, por lo que se me ha hecho un poco pesado y largo.
Siempre contra el viento
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