Rejas (II relatos)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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julia
La mamma
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Rejas (II relatos)

Mensaje por julia »

Apoyada contra la pared, harta de lo que escucha sobre su familia, asediada por las ojeras y la ausencia de cepillos, intenta olvidarse de todo. Apenas se abre la puerta, apenas sale su hija, cabizbaja, del cuarto, abandona sus pretensiones de abstracción y pregunta:

— ¿Sigue igual? ¿Dijo algo más?
— No, mamá... lo mismo de siempre: se sentó en su cama, comió las tostadas y se acostó otra vez con un gracias.
— Voy a preguntarle si necesita...
— No hace falta. Ya es mucho por hoy. No quiere que lo molesten.

Dentro, en la oscuridad del cuarto, sólo pueden distinguirse un televisor desenchufado y una cama, ocupada por una silueta extrañamente inmóvil. Está así desde que volvió de tomar un café con su mejor amigo, y no parece que vaya a cambiar. Sobrevive gracias a la comida que su madre le cocina pero que no se anima a acercarle; va al baño de noche, cuando todos duermen y no tienen posibilidad de indagarlo. Cada persona que escucha la historia tiene su hipótesis: que vio algo paralizante camino al café, que no se encontró con su amigo sino con una fallida pretendiente, que el cerebro ya no le responde, que su acompañante le confesó un enamoramiento y lo está considerando seriamente... y otras que incluyen alcohol, drogas, neuronas y responsabilidades por igual. Lo cierto es que nadie sabe que es lo que le pasa, y por qué le pasa. Excepto él. Sólo él conoce la razón de su aislamiento, de su inmovilidad imperante, de su esfuerzo por dejar que la vida simplemente pase junto a las pelusas que se amontonan bajo su cama.
Recordar es lo único que se ocupa de mantener activo. No viejos amores, notas pasadas, estupideces futuras. Nada de eso: el recuerdo que mantiene y lo mantiene vivo es el de aquella tarde entre tantas otras en el café; aquella tarde en la que escuchó y vio, de la boca de su amigo y de la pantalla del televisor, las palabras e imágenes que lo postrarían de por vida. Se ocupa de mantener esta memoria lo más nítida posible, reduciendo las intervenciones estúpidas de su autoría al mínimo –al parecer, abundan– y resaltando magnanimidad en las frases del orador y en las imágenes del aparato. Hoy, luego de adornar la lección en un marco adecuado a su importancia, la relata, mentalmente, así:

Se me hacía tarde, muy tarde. Era la segunda vez en dos semanas que llegaba con veinte minutos de retraso, y no estaba seguro si él estaría esperándome en la esquina, como siempre. Cuando llegué, efectivamente, no estaba. Pensé que ya se había ido, harto de escuchar las mismas canciones de sus auriculares, harto de que nuevamente su amigo le hubiera fallado. Decidí que lo justo era esperar al menos media hora. Quince minutos después, llegó corriendo, y dijo:

— Disculpame... me quedé viendo un programa. Un documental, viste, de esos que te atrapan. ¿Entramos y te cuento?
Asentí.

Adentro, lo usual: cuatro medialunas –dos de grasa, dos de manteca– un café amargo y un submarino. Lo noté emocionado. El programa lo había dejado completamente excitado, tanto que por más que intenté hablarle de la facultad, de los finales y de los textos interminables de Derecho, no pude evitar la charla derivara en las imágenes que habia visto minutos atrás. Pero no comenzaría a hablar solo: quería que yo le preguntara, que me interesara sobre la historia que amasaba en su cabeza mientras miraba distraído por la ventana. Aunque sabía que hablaría sobre un tema increíblemente aburrido, como el proceso de solidificación del vidrio o del refinamiento del petróleo, le hice la pregunta que tanto esperaba.

— ¿De qué era el documental? ¿Cachalotes?
— ¿Realmente te interesa? Si lo decís por compromiso podemos hablar de cualquier otra cosa —su cara falló al intentar ocultar desdén hacia mi chiste.
— Me interesa. Contame.
— Esta bien —respondió con una sonrisa: había estado ansiando ese momento—. Lo enganché de pura suerte, un rato antes de salir para acá. Estaba haciendo tiempo, cambiando canales, y apareció en la pantalla. Empecé a verlo casi por la mitad, pero pude acostumbrarme enseguida. Es la primera vez que encuentro algo realmente creíble en ese canal.
— ¿Cachalotes?
— ¡No! —decidí dejar de lado ese chiste—. Bustos.
— ¿Bustos? —dije levantando una ceja—. ¿Bustos como en mujeres?
— No, estúpido. De los otros. Un busto, en realidad. El documental era sobre un busto, una escultura de la cabeza y parte superior del tórax.
— Interesantísimo...
— ¿Vas a seguir interrumpiéndome? —comenzaba a molestarse.
— No... contame tranquilo.
— Bueno. El documental narraba la historia de este busto por una excelente razón: un día, sin que nadie lo esperara, sin que nadie pudiera predecirlo, la escultura despertó. ¡Despertó! ¡Con gusto a cobre en la boca, abriendo con fuerza los párpados de metal, haciendo una mueca horrible, el busto despertó! Estaba fundido en un pequeño pueblo, así que pasó desapercibido de las cámaras un buen tiempo.
— Me estas jodiendo. Eso es imposible... —la intromisión me fue imposible de resistir.
— Aparentemente no. No se por qué, ni cómo, pero este busto despertó, y no estaba para nada feliz. Por lo que contaba el programa, la escultura hacía referencia a un militar de alto rango, quien con su dictadura había logrado someter a todo el territorio del país, incluido el pequeño pueblo. Su método más efectivo de manutención del poder era el enrejamiento sistemático de opositores: si el líder de, digamos, el Partido Comunista, se levantaba y encontraba su casa cercada con las rejas del General, sabía que estaba advertido. Funcionaba.
— ¿Y qué le pasó?
— Murió apedreado el mismo día que fue destituido del poder, a dos meses de comenzada su tiranía. Por algún traspapeleo, por alguna razón misteriosa, se encargó un busto a un artista cualquiera, y fue instalado en la plaza de un pueblo al azar. Con el tiempo, los libros de historia, los habitantes y la continua defecación palomar se encargaron de olvidar la escultura y a su referente.
— ¿Esperás que te crea? ¿Qué pruebas tenés?
— Sé que suena increíble, pero es cierto. Yo mismo lo vi, con mis propios ojos, en aquel documental. Ambos sabemos que esos programas nunca mienten. Además, tenían videos, fotos y documentos que legitiman el despertar del busto.
— Necesitaría verlos...
— Perfecto. Sabía que ibas a decirme eso, que no ibas a confiar en mi palabra —un dejo de agresión se deslizó en confiar—, así que grabé el programa. Bueno, al menos la parte que logré ver. ¿Vamos?

Fuimos, casi obligados por las puntas quemadas de medialuna y los restos de café y chocolate. En su casa, pude ver el famoso documental y convencerme, por fin, de su certeza. Completaba lo que había relatado mi amigo con una voz cuidada y mucho más grave: en algún país que escapaba a mis conocimientos de geografía, el busto de un dictador olvidado había despertado repentinamente, para la sorpresa de todos. Lo hizo un día cualquiera, en un esfuerzo increíble, y apenas pudo controlar sus movimientos faciales comenzó a insultar a todos los transeúntes que visitaban la plaza en la que estaba fundido. Todas sus quejas e injurias se concentraban en la exigencia de remoción de palomas, que habían adornado con varias capas de pintura a su alguna vez plateada superficie. Era, según el busto, incomprensible que una figura de su importancia sufriera semejantes horrores. Pedía, cada tanto, una silla de ruedas, y que lo desmontaran de aquella plaza maloliente para regresar a su hogar. Aunque al principio se mostraron indiferente a los gritos del visitante inesperado, estos terminaron por hartar a los habitantes del pueblo: fueron a visitarlo de noche, cuando aparentaba dormir, lo metieron en una bolsa y lo llevaron a una de las empresas metalúrgicas de la zona. Hicieron rejas.

Las lágrimas siempre interrumpen el relato en la palabra rejas. Si lo continuara, recordaría que aquella tarde, mientras volvía caminando a su casa, tomó la lógica decisión de encerrarse en su cuarto para evitar cualquier acción que pudiera hacerlo merecedor de un busto.
takeo
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Re: Rejas

Mensaje por takeo »

Está muy bien
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takeo
GANADOR del III Concurso de relatos
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Re: Rejas

Mensaje por takeo »

Vamos a darle otra vuelta a esto
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Alicia
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Mensaje por Alicia »

otro que me ha gustado mucho ;)
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Protos
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Mensaje por Protos »

El toque de los cuentos de Cortázar pulula a lo largo de toda la narración. Me ha gustado.
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