CPIV - El gran mago - Minea
Publicado: 07 Abr 2009 22:27
El gran mago
El mago no tenía amigos pero todos le conocían y querían, era un hombre extraño, callado y al mismo tiempo amable con todo el mundo, no tenía nombre conocido y nadie sabía de dónde era ni cuántos años tenía. Solo tenía un compañero, un precioso caballo blanco que era admirado por todos los que lo veían, aunque se rumoreaba que en realidad era un unicornio que había perdido su cuerno en un experimento del mago.
Lo que más le gustaba al mago era naturalmente hacer magia. Podía convocar a la lluvia o al sol, podía hacer aparecer y desaparecer objetos, podía convertir la tierra de un cuenco en fuego, el fuego en agua y el agua en aire.
El mago y el caballo no tenían hogar fijo sino que iban vagando por el mundo, nadie sabía por qué ni que iban buscando, hasta que llegaron a Bauxan una gran isla donde las personas convivían en paz y armonía con el resto del mundo.
Se instaló en una casita al lado del lago Caldonia, el único lago de Bauxan, un lugar tranquilo, rodeado de árboles y poco frecuentado. Allí conoció al joven Kalip, un chico de dieciséis años dulce y generoso que enseguida se sintió atraído por el misterioso mago.
Aunque Kalip había visto al mago un par de veces, la primera vez que hablaron fue cuando el caballo del mago se hirió en una pata y Kalip se ofreció a curarlo.
-Soy hijo y nieto de médicos –le dijo para intentar convencerle- yo también lo seré pronto y tengo experiencia con animales.
-De acuerdo, si él te acepta podrás tratarlo –respondió el mago cautelosamente.
Y el caballo lo aceptó. Así empezó la amistad entre Kalip y el gran mago, como empezó a llamarlo el joven.
En poco tiempo Kalip ya adoraba al mago, sentía una mezcla de curiosidad, admiración y respeto, aunque él era hombre de ciencia y había algunas cosas que no entendía por mucho que el mago dijera que en eso precisamente consistía la magia.
Pasaron siete años, entre debates y trucos de magia. Kalip ya era doctor, y uno bueno debemos admitir, pero se había vuelto muy incrédulo, siempre buscaba y rebuscaba explicaciones lógicas para todos los trucos del mago, y este no hacía gran cosa para evitarlo ya que nunca le daba ninguna respuesta.
-Me gustas porque no te lo crees todo –le solía decir entre sonrisas.
Muchas veces los dos amigos se separaban enfurruñados de tan diferentes que eran sus puntos de vista, pero los enfados no duraban mucho porque ante todo se tenían un gran cariño y comprendían que por muchos años que pasaran nunca se pondrían de acuerdo en ciertos temas.
Un día que Kalip fue a visitar al mago se lo encontró en la orilla del lago, con los brazos extendidos, mirando al cielo despejado.
-¿Qué haces gran mago? –preguntó Kalip con una sonrisa en los labios, pues aunque habían pasado años aún le sorprendía su viejo amigo.
-¿Sabes que este lugar es el más mágico del mundo? –respondió el mago sin mover un músculo.
-La verdad es que no. ¿Qué es lo que lo hace tan especial?
-Todo. El lago, los árboles que lo rodean dándole cobijo, la tierra…
-¿Eso es todo? Hay árboles y lagos en muchos sitios, y la tierra ¡está en todas partes!
-Un día no muy lejano te demostraré que todo es posible. –dijo el mago misteriosamente.
A partir de ese momento Kalip empezó a notar que el mago se comportaba de forma extraña, muchas mañanas ayunaba hasta el anochecer, meditaba el doble que antes y se purificaba, o eso decía él, con pociones de hierbas malolientes. Cuando Kalip se decidió a preguntarle, el mago simplemente respondió:
-Todo es posible, Kalip.
-Últimamente me lo has repetido varias veces, pero ¿qué significa exactamente? ¿Qué significa para ti?
- Dentro de treinta y dos días tendrá lugar el solsticio de verano y entonces intentaré algo imposible.
-¿Qué intentarás? –preguntó Kalip muerto de curiosidad.
-¡Intentaré hacer caer una estrella!
-¿Una estrella? ¿Hacer caer una estrella? ¿Una estrella del cielo? ¿Cómo? ¿Por qué?
-No te puedo decir cómo, eso lo sabré cuando ocurra pero la razón puedo explicártela. Ya intenté hacer algo parecido hace muchos años, casi lo logré, casi… Desde entonces he buscado el lugar y el momento perfectos para lograrlo. Cuando descubrí este lugar supe que era el más poderoso de nuestro mundo pero no era suficiente y esperé. Ahora, este año, habrá luna llena, los planetas se alinearán, y será el momento adecuado.
Con esta sorprendente revelación Kalip y el mago se despidieron, ya que el mago se iría a pasar el mes restante a una cueva donde se dedicaría a meditar y a continuar su preparación para el gran momento.
No sabemos los pensamientos que cruzaban la mente de Kalip, aunque podemos adivinar que no eran buenos. Locura, era lo más suave que murmuraba por el camino mientras llevaba al caballo a su propia casa, donde lo cuidaría hasta que el mago regresara.
Los días pasaron rápidos, Kalip se sentía un poco preocupado, el mago había avisado que no se volverían a ver hasta el solsticio pero aún así en los bosques podría ocurrir cualquier accidente. Un par de veces salió a pasear con el caballo por la zona y de paso a asegurarse de que su amigo no se encontraba tirado en algún lugar con una pierna rota.
El mago apareció la mañana del solsticio, llegó sucio, despeinado y un poco más delgado, Kalip lo llevó a su casa poniéndolo todo a su disposición.
-No debes venir esta noche –dijo el mago en cuanto se sentaron.
-¿Por qué? –preguntó Kalip entre sorprendido y asustado.
-Será peligroso, no sé lo que puede pasar y no sé si podré controlarme.
-Entonces con más razón debo ir, no puedes hacer locuras tú solo, necesitas un médico al lado por si acaso.
-No, no debes venir. Te lo digo en serio, te lo prohibiré si es necesario.
-¡No lo entiendo! –exclamó Kalip- ¿Qué ha ocurrido para este cambio? ¿Has visto algo?
-No veo el futuro pero tengo un presentimiento –dijo el mago poniéndose nervioso- Puedes ver lo que ocurra desde tu jardín y así estarás a salvo.
-Pero…
-¡No! Te lo advierto Kalip, ¡no vengas! –gritó el mago saliendo de la casa y dando un portazo de despedida.
Kalip estaba asombrado, nunca había visto al mago en ese estado y nunca le había hablado en ese tono, pero ¿alguien ha creído en algún momento que Kalip iba a obedecer al mago?
En cuanto empezó a anochecer Kalip salió camino al lago, no era una noche muy fría, el cielo estaba despejado, lleno de estrellas y la luna llena brillaba en el cielo ajena a lo que acontecía en la tierra.
Nuestro joven amigo no tardó en llegar al lago, se sentó escondiéndose detrás de un árbol y se armó de paciencia. Al cabo de unos minutos el gran mago salió de su casa, se acercó a la orilla del lago y abrió sus brazos mientras miraba al cielo, tal como Kalip lo había encontrado hacía un mes. Pasaron los segundos, los minutos, las horas y el mago no se había movido ni un milímetro, Kalip empezó a ponerse nervioso y a preguntarse si en realidad pasaría algo aquella noche cuando el mago empezó a caminar agua adentro con los brazos alzados al cielo y en ese preciso instante el cielo se iluminó.
Empezaron a caer piedras brillantes con un ruido estremecedor, Kalip se levantó dirigiendo su mirada al lago donde el mago permanecía imperturbable, entonces sin poder evitarlo miró al cielo, la luz le cegó, se cubrió los ojos con el brazo, una piedra se estrelló en la copa del árbol donde se escondía y cayó hacia atrás intentando esquivar una rama que caía.
Cuando se levantó el cielo había dejado de brillar, ya no caían estrellas, porque eran estrellas, ¿verdad? Kalip intentó coger una entre sus manos pero estaban tan calientes que tuvo que renunciar a ello por el momento, entonces miró al lago que estaba desierto. No había rastro del mago por ninguna parte, lo buscó en el bosque, en su casa, incluso en el lago por si alguna piedra le había herido y había caído, pero no lo encontró.
Entonces miró al cielo y vio una estrella fugaz cruzando el cielo.
-Nada es imposible –murmuró.
El mago no tenía amigos pero todos le conocían y querían, era un hombre extraño, callado y al mismo tiempo amable con todo el mundo, no tenía nombre conocido y nadie sabía de dónde era ni cuántos años tenía. Solo tenía un compañero, un precioso caballo blanco que era admirado por todos los que lo veían, aunque se rumoreaba que en realidad era un unicornio que había perdido su cuerno en un experimento del mago.
Lo que más le gustaba al mago era naturalmente hacer magia. Podía convocar a la lluvia o al sol, podía hacer aparecer y desaparecer objetos, podía convertir la tierra de un cuenco en fuego, el fuego en agua y el agua en aire.
El mago y el caballo no tenían hogar fijo sino que iban vagando por el mundo, nadie sabía por qué ni que iban buscando, hasta que llegaron a Bauxan una gran isla donde las personas convivían en paz y armonía con el resto del mundo.
Se instaló en una casita al lado del lago Caldonia, el único lago de Bauxan, un lugar tranquilo, rodeado de árboles y poco frecuentado. Allí conoció al joven Kalip, un chico de dieciséis años dulce y generoso que enseguida se sintió atraído por el misterioso mago.
Aunque Kalip había visto al mago un par de veces, la primera vez que hablaron fue cuando el caballo del mago se hirió en una pata y Kalip se ofreció a curarlo.
-Soy hijo y nieto de médicos –le dijo para intentar convencerle- yo también lo seré pronto y tengo experiencia con animales.
-De acuerdo, si él te acepta podrás tratarlo –respondió el mago cautelosamente.
Y el caballo lo aceptó. Así empezó la amistad entre Kalip y el gran mago, como empezó a llamarlo el joven.
En poco tiempo Kalip ya adoraba al mago, sentía una mezcla de curiosidad, admiración y respeto, aunque él era hombre de ciencia y había algunas cosas que no entendía por mucho que el mago dijera que en eso precisamente consistía la magia.
Pasaron siete años, entre debates y trucos de magia. Kalip ya era doctor, y uno bueno debemos admitir, pero se había vuelto muy incrédulo, siempre buscaba y rebuscaba explicaciones lógicas para todos los trucos del mago, y este no hacía gran cosa para evitarlo ya que nunca le daba ninguna respuesta.
-Me gustas porque no te lo crees todo –le solía decir entre sonrisas.
Muchas veces los dos amigos se separaban enfurruñados de tan diferentes que eran sus puntos de vista, pero los enfados no duraban mucho porque ante todo se tenían un gran cariño y comprendían que por muchos años que pasaran nunca se pondrían de acuerdo en ciertos temas.
Un día que Kalip fue a visitar al mago se lo encontró en la orilla del lago, con los brazos extendidos, mirando al cielo despejado.
-¿Qué haces gran mago? –preguntó Kalip con una sonrisa en los labios, pues aunque habían pasado años aún le sorprendía su viejo amigo.
-¿Sabes que este lugar es el más mágico del mundo? –respondió el mago sin mover un músculo.
-La verdad es que no. ¿Qué es lo que lo hace tan especial?
-Todo. El lago, los árboles que lo rodean dándole cobijo, la tierra…
-¿Eso es todo? Hay árboles y lagos en muchos sitios, y la tierra ¡está en todas partes!
-Un día no muy lejano te demostraré que todo es posible. –dijo el mago misteriosamente.
A partir de ese momento Kalip empezó a notar que el mago se comportaba de forma extraña, muchas mañanas ayunaba hasta el anochecer, meditaba el doble que antes y se purificaba, o eso decía él, con pociones de hierbas malolientes. Cuando Kalip se decidió a preguntarle, el mago simplemente respondió:
-Todo es posible, Kalip.
-Últimamente me lo has repetido varias veces, pero ¿qué significa exactamente? ¿Qué significa para ti?
- Dentro de treinta y dos días tendrá lugar el solsticio de verano y entonces intentaré algo imposible.
-¿Qué intentarás? –preguntó Kalip muerto de curiosidad.
-¡Intentaré hacer caer una estrella!
-¿Una estrella? ¿Hacer caer una estrella? ¿Una estrella del cielo? ¿Cómo? ¿Por qué?
-No te puedo decir cómo, eso lo sabré cuando ocurra pero la razón puedo explicártela. Ya intenté hacer algo parecido hace muchos años, casi lo logré, casi… Desde entonces he buscado el lugar y el momento perfectos para lograrlo. Cuando descubrí este lugar supe que era el más poderoso de nuestro mundo pero no era suficiente y esperé. Ahora, este año, habrá luna llena, los planetas se alinearán, y será el momento adecuado.
Con esta sorprendente revelación Kalip y el mago se despidieron, ya que el mago se iría a pasar el mes restante a una cueva donde se dedicaría a meditar y a continuar su preparación para el gran momento.
No sabemos los pensamientos que cruzaban la mente de Kalip, aunque podemos adivinar que no eran buenos. Locura, era lo más suave que murmuraba por el camino mientras llevaba al caballo a su propia casa, donde lo cuidaría hasta que el mago regresara.
Los días pasaron rápidos, Kalip se sentía un poco preocupado, el mago había avisado que no se volverían a ver hasta el solsticio pero aún así en los bosques podría ocurrir cualquier accidente. Un par de veces salió a pasear con el caballo por la zona y de paso a asegurarse de que su amigo no se encontraba tirado en algún lugar con una pierna rota.
El mago apareció la mañana del solsticio, llegó sucio, despeinado y un poco más delgado, Kalip lo llevó a su casa poniéndolo todo a su disposición.
-No debes venir esta noche –dijo el mago en cuanto se sentaron.
-¿Por qué? –preguntó Kalip entre sorprendido y asustado.
-Será peligroso, no sé lo que puede pasar y no sé si podré controlarme.
-Entonces con más razón debo ir, no puedes hacer locuras tú solo, necesitas un médico al lado por si acaso.
-No, no debes venir. Te lo digo en serio, te lo prohibiré si es necesario.
-¡No lo entiendo! –exclamó Kalip- ¿Qué ha ocurrido para este cambio? ¿Has visto algo?
-No veo el futuro pero tengo un presentimiento –dijo el mago poniéndose nervioso- Puedes ver lo que ocurra desde tu jardín y así estarás a salvo.
-Pero…
-¡No! Te lo advierto Kalip, ¡no vengas! –gritó el mago saliendo de la casa y dando un portazo de despedida.
Kalip estaba asombrado, nunca había visto al mago en ese estado y nunca le había hablado en ese tono, pero ¿alguien ha creído en algún momento que Kalip iba a obedecer al mago?
En cuanto empezó a anochecer Kalip salió camino al lago, no era una noche muy fría, el cielo estaba despejado, lleno de estrellas y la luna llena brillaba en el cielo ajena a lo que acontecía en la tierra.
Nuestro joven amigo no tardó en llegar al lago, se sentó escondiéndose detrás de un árbol y se armó de paciencia. Al cabo de unos minutos el gran mago salió de su casa, se acercó a la orilla del lago y abrió sus brazos mientras miraba al cielo, tal como Kalip lo había encontrado hacía un mes. Pasaron los segundos, los minutos, las horas y el mago no se había movido ni un milímetro, Kalip empezó a ponerse nervioso y a preguntarse si en realidad pasaría algo aquella noche cuando el mago empezó a caminar agua adentro con los brazos alzados al cielo y en ese preciso instante el cielo se iluminó.
Empezaron a caer piedras brillantes con un ruido estremecedor, Kalip se levantó dirigiendo su mirada al lago donde el mago permanecía imperturbable, entonces sin poder evitarlo miró al cielo, la luz le cegó, se cubrió los ojos con el brazo, una piedra se estrelló en la copa del árbol donde se escondía y cayó hacia atrás intentando esquivar una rama que caía.
Cuando se levantó el cielo había dejado de brillar, ya no caían estrellas, porque eran estrellas, ¿verdad? Kalip intentó coger una entre sus manos pero estaban tan calientes que tuvo que renunciar a ello por el momento, entonces miró al lago que estaba desierto. No había rastro del mago por ninguna parte, lo buscó en el bosque, en su casa, incluso en el lago por si alguna piedra le había herido y había caído, pero no lo encontró.
Entonces miró al cielo y vio una estrella fugaz cruzando el cielo.
-Nada es imposible –murmuró.