CP IX - Roja Viena - Maxaitor
Publicado: 17 Abr 2014 16:56
Roja Viena
Era una noche bastante fría, comparada con las que había vivido en el sur de Francia en mi exilio.
Pero volvía a estar en casa después de tanto tiempo, durante mi exilio había aprendido las costumbres de los nobles y su historia para poder entrar en su entorno y ganarme su confianza, me costó adaptarme porque tanto yo como la mayoría del pueblo llano odiamos a esos seres llamados nobles.
-Cuánto queda para llegar a Viena?
-Unas horas, no estés nervioso, pronto se cumplirá nuestra venganza.
-Nuestra? Tu no habías ni nacido cuando los asesinaron.
-Tranquilízate y duerme un rato.
Me dormí y pasé una mala noche en ese carruaje apestoso, cuándo me desperté ya estábamos en Viena la capital del Imperio, un paraíso lleno de oportunidades y para mí, de venganza.
-Robert, es cerca de las doce del mediodía, puedes ir dando un paseo por el centro de Viena.
-A qué hora quedamos?
-A las cinco aquí mismo.
Me fui a explorar la ciudad en busca de rutas de escape por si el plan acababa de una forma inesperada, en cuanto me alejé un poco del centro descubrí que Viena no era todo un paraíso de oportunidades, había mendigos por doquier y hasta un pequeño chico de no más de siete años me intentó robar alegando qué no tenía nada para comer, le di unas cuantas monedas de plata porque yo comprendía su situación, ya que yo la había sufrido cuando fui exiliado a Francia.
Vi que cerca de la zona dónde el niño me intentó robar había una puerta de madera sin vigilancia que llevaba a las afueras de la ciudad y por la cual sería fácil escaparse de la ciudad, comprobé la puerta y era bastante pesada pero se podía usar para escapar.
Cuando me di cuenta ya eran las cuatro y media y tenía dos quilómetros hasta el centro de la ciudad dónde había quedado con mi primo Ludwig, salí corriendo hacia el centro y llegue exhausto.
-¿Porque estas jadeando? –Me preguntó mi primo extrañado
-Llevó corriendo desde la zona suburbial que está un poco lejos.
-Te dije que te mantuvieras por el centro, si te perdiese nuestro plan desaparecería, no vuelves a desobedecerme.
-Soy mayor que tú, no puedes mandarme. –Dije en un tono agresivo
-Puede que seas mayor que yo, pero no tienes ni la mitad de la madurez que yo.
Intervino una tercera persona.
-Siempre estáis igual, dejad de pelearos, si no sabéis comportaros ¿cómo queréis que salga bien el plan?
-Perdón no queríamos importunarle.
Nos montemos en un carruaje y nos dirigimos al palacio del Sacro Imperio.
Cuando lleguemos ya era de noche debido a que el palacio estaba un poco alejado de la ciudad.
-Bienvenidos señores, ¿podrían decirme sus nombres? –Nos preguntó un sirviente
-Somos Robert, Ludwig i Alexander, estamos invitados a la boda real.
-Pasen por favor.
Quedaban pocas horas para nuestra venganza y yo al igual que mis primos estábamos nerviosos, nos fuimos al establo del palacio y tuvimos una charla entre nosotros y los otros miembros del golpe, me sorprendí porque había mucha más gente de lo que yo pensaba.
Sonaron las campanas, anunciaban que la boda iba a empezar y no podíamos perdernos ese gran acontecimiento, nos vestimos rápidamente al igual que elegantes, me despeiné un poco por la cursa que tuvimos que hacer para llegar hasta la iglesia.
Cuando llegamos todos estaban sentados y solo faltaban el novio, el príncipe, y la novia, mi hermana Lea. Nos sentemos en primera fila ya que éramos familia directa de la novia, razón por la que volvimos del exilio aparte de por venganza.
Sonaron por última vez las campanas y entraron el novio, acompañado de su madre, y yo tuve que salir corriendo para acompañar a la novia, mi hermana. Cuando estuvieron en el altar me senté y oí las palabras del sacerdote.
-Estamos aquí reunidos por el enlace entre el príncipe del Sacro Imperio, Iulius, y una noble, Lea.
El discurso fue bastante aburrido, pasaron dos horas hasta que pronunció las últimas palabras:
-Quieres a Iulius como legitimo esposo y tu Iulius a Lea como legitima esposa?
Los dos contestaron si y se besaron, quedaba poco para mi venganza, estaba muy impaciente y con mucha sed de sangre. Salimos a fuera del castillo donde habían hecho como un tipo de feria que era donde se celebraría la boda durante los próximos dos días.
Fui a saludar a mi hermana y a entregarle mi presente.
-Hola Lea, aquí tienes tu regalo de bodas.
Le entregué una botellita pequeña que le sería de mucha utilidad en el banquete, le di dos besos y me fui a mis aposentos a descansar hasta el banquete.
-Robert despierta, que empieza el banquete.
-Ya voy, pero primero tenemos que hablar de una cosa.
Le conté que necesitaríamos un transporte para llegar hasta Viena sin ser atrapados por la guardia real a lo que él me contestó que todo estaba preparado que no me preocupase.
Fuimos hasta el banquete, hicimos un brindis por el príncipe y la princesa del Sacro Imperio, al final de la velada cuando el príncipe ya iba un poco ebrio de tanto vino, Lea le puso el líquido de dentro de la botella en el vino del príncipe y sus amigos nobles.
A los cinco minutos el príncipe empezó a sentir retortijones y se tiró al suelo, cerraron las puertas del lugar.
-No saldrá nadie de aquí hasta que el príncipe se beba la última copa.
Entonces el príncipe dejó de moverse y quedó muerto en el suelo, parecía un animalillo muerto en el suelo, y entonces empezaron a caer los amigos del príncipe y al ver que no le pasaba nada a la princesa intentaron apresarla a lo que yo contesté.
-Señores, no tienen pruebas en contra de Lea, les ordeno que la suelten o tendré que tomar medidas.
-Un sucio campesino como tú no tiene ni voz ni voto en esto, cállate antes de que te arresté a ti también.
-Dudo que puedas hacerme nada. –Le contesté en un tono burlesco.
Entonces el dio la orden de arrestarme al tiempo que yo hice un silbido, había muchos sirvientes, bastantes más que nobles. El silbido era la señal para la venganza, de debajo de la mesa saqué una ballesta de las muchas que habían colocado los sirvientes debajo de las mesas, estaban cargados así que solo me costó dos segundos disparar contra Sigmund el general de la Guardia Real al que le asesté una flecha en el ojo y que cayó desangrándose al suelo. Entonces varios asistentes gritaron asustados y durante esa confusión que se ocasionó entraron campesinos armados, fue una masacre.
Antes de que el militar de más alto rango gritase alguna orden yo dije:
-Por la Orden de los Iluminados de Baviera matad a todos los nobles.
Yo y mis hermanos nos abrimos paso entre los nobles asustados y fuimos en carruaje hasta Viena dónde también nos llevemos parte de los campesinos armados, nos reunimos en el centro, eran las diez de la noche más o menos. Y a voz de gritos reclamemos nuestros derechos y la muerte de todos los nobles de la ciudad, la revuelta se extendió por toda Viena y el Sacro Imperio.
Madre, sé que es un poco excesivo pero tenía que hacerlo por vosotros y por el pueblo, tenía que reclamar lo que es nuestro, gracias a esta revuelta el rey renunció al trono y instauremos una república sin estamentos que más tarde sería destruida por el Imperio Otomano.
Era una noche bastante fría, comparada con las que había vivido en el sur de Francia en mi exilio.
Pero volvía a estar en casa después de tanto tiempo, durante mi exilio había aprendido las costumbres de los nobles y su historia para poder entrar en su entorno y ganarme su confianza, me costó adaptarme porque tanto yo como la mayoría del pueblo llano odiamos a esos seres llamados nobles.
-Cuánto queda para llegar a Viena?
-Unas horas, no estés nervioso, pronto se cumplirá nuestra venganza.
-Nuestra? Tu no habías ni nacido cuando los asesinaron.
-Tranquilízate y duerme un rato.
Me dormí y pasé una mala noche en ese carruaje apestoso, cuándo me desperté ya estábamos en Viena la capital del Imperio, un paraíso lleno de oportunidades y para mí, de venganza.
-Robert, es cerca de las doce del mediodía, puedes ir dando un paseo por el centro de Viena.
-A qué hora quedamos?
-A las cinco aquí mismo.
Me fui a explorar la ciudad en busca de rutas de escape por si el plan acababa de una forma inesperada, en cuanto me alejé un poco del centro descubrí que Viena no era todo un paraíso de oportunidades, había mendigos por doquier y hasta un pequeño chico de no más de siete años me intentó robar alegando qué no tenía nada para comer, le di unas cuantas monedas de plata porque yo comprendía su situación, ya que yo la había sufrido cuando fui exiliado a Francia.
Vi que cerca de la zona dónde el niño me intentó robar había una puerta de madera sin vigilancia que llevaba a las afueras de la ciudad y por la cual sería fácil escaparse de la ciudad, comprobé la puerta y era bastante pesada pero se podía usar para escapar.
Cuando me di cuenta ya eran las cuatro y media y tenía dos quilómetros hasta el centro de la ciudad dónde había quedado con mi primo Ludwig, salí corriendo hacia el centro y llegue exhausto.
-¿Porque estas jadeando? –Me preguntó mi primo extrañado
-Llevó corriendo desde la zona suburbial que está un poco lejos.
-Te dije que te mantuvieras por el centro, si te perdiese nuestro plan desaparecería, no vuelves a desobedecerme.
-Soy mayor que tú, no puedes mandarme. –Dije en un tono agresivo
-Puede que seas mayor que yo, pero no tienes ni la mitad de la madurez que yo.
Intervino una tercera persona.
-Siempre estáis igual, dejad de pelearos, si no sabéis comportaros ¿cómo queréis que salga bien el plan?
-Perdón no queríamos importunarle.
Nos montemos en un carruaje y nos dirigimos al palacio del Sacro Imperio.
Cuando lleguemos ya era de noche debido a que el palacio estaba un poco alejado de la ciudad.
-Bienvenidos señores, ¿podrían decirme sus nombres? –Nos preguntó un sirviente
-Somos Robert, Ludwig i Alexander, estamos invitados a la boda real.
-Pasen por favor.
Quedaban pocas horas para nuestra venganza y yo al igual que mis primos estábamos nerviosos, nos fuimos al establo del palacio y tuvimos una charla entre nosotros y los otros miembros del golpe, me sorprendí porque había mucha más gente de lo que yo pensaba.
Sonaron las campanas, anunciaban que la boda iba a empezar y no podíamos perdernos ese gran acontecimiento, nos vestimos rápidamente al igual que elegantes, me despeiné un poco por la cursa que tuvimos que hacer para llegar hasta la iglesia.
Cuando llegamos todos estaban sentados y solo faltaban el novio, el príncipe, y la novia, mi hermana Lea. Nos sentemos en primera fila ya que éramos familia directa de la novia, razón por la que volvimos del exilio aparte de por venganza.
Sonaron por última vez las campanas y entraron el novio, acompañado de su madre, y yo tuve que salir corriendo para acompañar a la novia, mi hermana. Cuando estuvieron en el altar me senté y oí las palabras del sacerdote.
-Estamos aquí reunidos por el enlace entre el príncipe del Sacro Imperio, Iulius, y una noble, Lea.
El discurso fue bastante aburrido, pasaron dos horas hasta que pronunció las últimas palabras:
-Quieres a Iulius como legitimo esposo y tu Iulius a Lea como legitima esposa?
Los dos contestaron si y se besaron, quedaba poco para mi venganza, estaba muy impaciente y con mucha sed de sangre. Salimos a fuera del castillo donde habían hecho como un tipo de feria que era donde se celebraría la boda durante los próximos dos días.
Fui a saludar a mi hermana y a entregarle mi presente.
-Hola Lea, aquí tienes tu regalo de bodas.
Le entregué una botellita pequeña que le sería de mucha utilidad en el banquete, le di dos besos y me fui a mis aposentos a descansar hasta el banquete.
-Robert despierta, que empieza el banquete.
-Ya voy, pero primero tenemos que hablar de una cosa.
Le conté que necesitaríamos un transporte para llegar hasta Viena sin ser atrapados por la guardia real a lo que él me contestó que todo estaba preparado que no me preocupase.
Fuimos hasta el banquete, hicimos un brindis por el príncipe y la princesa del Sacro Imperio, al final de la velada cuando el príncipe ya iba un poco ebrio de tanto vino, Lea le puso el líquido de dentro de la botella en el vino del príncipe y sus amigos nobles.
A los cinco minutos el príncipe empezó a sentir retortijones y se tiró al suelo, cerraron las puertas del lugar.
-No saldrá nadie de aquí hasta que el príncipe se beba la última copa.
Entonces el príncipe dejó de moverse y quedó muerto en el suelo, parecía un animalillo muerto en el suelo, y entonces empezaron a caer los amigos del príncipe y al ver que no le pasaba nada a la princesa intentaron apresarla a lo que yo contesté.
-Señores, no tienen pruebas en contra de Lea, les ordeno que la suelten o tendré que tomar medidas.
-Un sucio campesino como tú no tiene ni voz ni voto en esto, cállate antes de que te arresté a ti también.
-Dudo que puedas hacerme nada. –Le contesté en un tono burlesco.
Entonces el dio la orden de arrestarme al tiempo que yo hice un silbido, había muchos sirvientes, bastantes más que nobles. El silbido era la señal para la venganza, de debajo de la mesa saqué una ballesta de las muchas que habían colocado los sirvientes debajo de las mesas, estaban cargados así que solo me costó dos segundos disparar contra Sigmund el general de la Guardia Real al que le asesté una flecha en el ojo y que cayó desangrándose al suelo. Entonces varios asistentes gritaron asustados y durante esa confusión que se ocasionó entraron campesinos armados, fue una masacre.
Antes de que el militar de más alto rango gritase alguna orden yo dije:
-Por la Orden de los Iluminados de Baviera matad a todos los nobles.
Yo y mis hermanos nos abrimos paso entre los nobles asustados y fuimos en carruaje hasta Viena dónde también nos llevemos parte de los campesinos armados, nos reunimos en el centro, eran las diez de la noche más o menos. Y a voz de gritos reclamemos nuestros derechos y la muerte de todos los nobles de la ciudad, la revuelta se extendió por toda Viena y el Sacro Imperio.
Madre, sé que es un poco excesivo pero tenía que hacerlo por vosotros y por el pueblo, tenía que reclamar lo que es nuestro, gracias a esta revuelta el rey renunció al trono y instauremos una república sin estamentos que más tarde sería destruida por el Imperio Otomano.