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Ralph Barby
CEDRO Informa (Extracto del artículo editorial de la Revista de Cedro.
Los autores y editores defienden la compensación por la copia privada de sus obras.
En las últimas semanas, autores y editores de toda España (entre ellos Víctor Corcoba, Víctor Freixanes, Laura Freixas, Marta Magadán, Javier Marías, Vicente Molina Foix, Lorenzo Silva...) están escribiendo artículos en medios de comunicación y expresando en blogs y foros de Internet su opinión favorable a la compensación que legalmente les corresponde por la copia privada de sus obras. Muchos de estos artículos son respuesta a la petición que CEDRO ha hecho a sus socios de que manifiesten públicamente su apoyo a este derecho, que en los últimos meses ha sufrido duros ataques y corre un grave peligro, sobre todo ahora que se está utilizando como un arma electoral.
Desde que a finales de diciembre del 2007 se presentara en el Senado una propuesta para la supresión de la compensación que finalmente no fue aprobada, se ha redoblado la presión contraria a este derecho procedente del mundo de las industrias tecnológicas, obligadas por ley al pago del canon por las copias privadas que se hacen con determinados aparatos y soportes. Aún está pendiente de publicación la orden ministerial de Cultura e Industria que debe fijar las tarifas correspondientes, aunque hace unas semanas se hizo público un borrador al parecer definitivo (ver CEDRO informa n.º 17 del 21 de diciembre del 2007).
De esta compensación por copia privada dependen más del 90 % de las cantidades que nuestra Entidad distribuye cada año en los repartos individuales a los titulares de derechos. También de ella proceden las ayudas para actividades de promoción del libro y las prestaciones asistenciales a los escritores y traductores que constituyen la función social de CEDRO, de indudable relevancia cultural.
El verbo “pagar” inspira rechazo. 
Los escritores, políticos, funcionarios, gestores y otros más, deberían controlar y precisar mejor las palabras y frases que utilizan. En el caso del tema que nos ocupa, como tantos otros, mejor sería emplear la palabra “contribuir”. En una de tantas analogías que podrían emplearse, pensemos:¿Quién contribuye a los gastos de toda clase (que son muchos), que genera la compra, restauración, mantenimiento, personal, seguridad, etcétera, del Museo del Prado, del Museo Reina Sofría o la prestigiosa Biblioteca Nacional? La respuesta es sencilla: Contribuimos todos los españoles, aunque millones de los habitantes de este país jamás lleguen a Madrid o simplemente no visiten estos centros de conservación del arte. Los usemos o no, forman parte de nuestro acervo cultural y una Democracia Social debe de contribuir a su mantenimiento. Si alguien me replica que las obras de arte deberían repartirse mejor por todo el país en vez de tenerlas encerradas en sótanos almacenes, o al menos se hicieran más exposiciones itinerantes sin mirar la “cara del euro”, os diría que totalmente de acuerdo. Las nuevas tecnologías están cambiando las relaciones entre creadores y consumidores y diría más, yo que he publicado tanta Ci-Fi, opino que los vínculos económicos que se pacten ahora, no durarán mucho tiempo, porque en el caso de la Literatura el mundo de las editoriales, como las entendemos ahora, cambiará y mucho, están tocadas de muerte, pero esa “muerte” será del soporte físico actual, nada más, porque creadores y consumidores seguirán. El soporte será sólo digital. El libro de bolsillo será una superficie de cinco milímetros de grosor con la tapa protectora que más os guste como diseño, gran cantidad de memoria, carga de los libros que se deseen, control de luminosidad, variación del tamaño de letra a voluntad e incluso lectura por audio. Todo esto ya existe y más, sólo hay que distribuirlo en el mercado de forma más comercial. Opino que hasta podría regalarse este tipo de soporte a los consumidores, sería una contribución a la cultura, claro que para hacer una tortilla hay que romper unos huevos y esos huevos serán las imprentas y el modo de operar de muchas editoras que actualmente, para conseguir beneficios, venden osos de peluche o hasta se les ocurre regalar sartenes “made in China”. Con el libro digital se salvarían millones y millones de árboles, se contaminarían menos las aguas y se obtendrían muchos beneficios ecológicos, pero para eso sí habrá que contribuir. Las descargas culturales basadas en las nuevas tecnologías, sean las que fueren, no pueden ser “gratis”, creo que nos hemos mal acostumbrado. ¿Cuál es la forma de contribuir? Que lo estudie quien corresponda para que sea de la forma más justa. Estamos en un impás, ¿cuánto durará? Lo ignoro, pero si sé que rodamos a gran velocidad por la autopista de los cambios.