El hombre, de El Llano en llamas - Juan Rulfo

[Gretogarbo]

Título: El hombre.
Título del volumen en el que se incluye: El Llano en llamas (primera edición, 1953).
Sinopsis: Un tal señor Urquidi ha asesinado a un tal señor Alcancía en la presencia del hermano de éste, José, quien busca venganza persiguiéndolo. Pero una vez que cree haberlo encontrado, el señor Urquidi está ausente y a quien acaba matando es a tres miembros de su familia. Es entonces cuando la sed de venganza se torna y comienza la persecución del señor Urquidi a José Alcancía. El testigo del desenlace final es un borreguero.

[jilguero]

Cada vez que leo este relato, al comienzo me cuesta aclararme quién es quién. Posiblemente un texto más complejo y muy elaborado, una historia casi circular, donde la necesidad de matar para vengar la previa muerte de un ser querido, acaba con la muerte de “inocentes” y del propio ejecutor. Además de las dos voces principales, el perseguido y el perseguidor, Rulfo se saca la de ese borreguero para que con su testimonio al señor licenciado los lectores nos enteremos bien de cómo fue ese final.

Y de nuevo Rulfo, lleno de humanidad, nos da a entender que sus personajes no son asesinos mezquinos sino gente obligada a hacer lo que hace fruto de una normas no escritas que les obliga a vengar las muertes de los suyos.

Por ejemplo, en el caso del perseguido:
Se persignó hasta tres veces. «Discúlpenme», les dijo. Y comenzó su tarea. Cuando llegó al tercero, le salían chorretes de lágrimas.

Pero no parecía malo. Me contaba de su mujer y de sus chamacos. Y de lo lejos que estaban de él. Se sorbía los mocos al acordarse de ellos. (palabras del borreguero).

Y del perseguidor
«Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron primero que los tuyos.»

Hijo -dijo el que estaba sentado esperando-: no tiene caso que te diga que el que te mató está muerto desde ahora. ¿Acaso yo ganaré algo con eso? La cosa es que yo no estuve contigo. ¿De qué sirve explicar nada? No estaba contigo. Eso es todo. Ni con ella. Ni con él. No estaba con nadie; porque el recién nacido no me dejó ninguna señal de recuerdo.


Tampoco quiero dejar de mencionar descripciones del paisaje que disfruto a tope y que me ayudan a situarme en el lugar:
Vio venir las chachalacas. La tarde anterior se habían ido siguiendo el sol, volando en parvadas detrás de la luz. Ahora el sol estaba por salir y ellas regresaban de nuevo.

Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vueltas sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien oiría la respiración de uno, pero no la del río. La hiedra baja desde los altos sabinos y se hunde en el agua, junta sus manos y forma telarañas que el río no deshace en ningún tiempo.
[…]
El río en estos lugares es ancho y hondo y no tropieza con ninguna piedra. Se resbala en un cauce como de aceite espeso y sucio. Y de vez en cuando se traga alguna rama en sus remolinos, sorbiéndola sin que se oiga ningún quejido.

En las sucesivas relecturas, este relato va ganando puntos ante mis ojos.

[Gretogarbo]

Posiblemente un texto más complejo y muy elaborado, una historia casi circular,...

Para mí, el más complejo de los leídos hasta ahora. Y en esa complejidad hay quien ve a este relato como precursor de Pedro Páramo.