Un cuento en apareciencia disparatado donde se cuentan dos o tres historias que de por sí cada una hubiera dado para un cuento propio. No entendía muy bien a qué venía tanta información, tanto detalle y tanta historia cruzada y anidada hasta que decidí buscar algo sobre el autor. Entonces sí que el puzle de historias parecía que empezaba a caminar hacia un objetivo común.
Quiero compartir con vosotros dos de las crónicas que me han servido para entender el cuento. En
El Cultural, donde se extienden sobre el cuentario del que forma parte nuestro cuento de esta semana, y en
La Tercera, que versa más sobre el autor (impagable la macabra anécdota del final).
Pero, insisito, cada historia, incluso la del comienzo durante el desayuno, da para un cuento único (esa en concreto para un cuento de dos o tres páginas, pero parece que al Johnson no le gustaban los cuentos cortos). Me ha dado la sensación de que el tiempo se le acababa al autor y no tenía muchas ganas de desarrollar nuevos narradores para cada historia y las
amasijó aquí.
Si no fuera por la información de trasfondo que he conseguido leer, creo que este cuento hubiera pasado sin pena ni gloria por mis manos, aun reconociendo que tiene una lectura fácil (no creo que la traducción lo fuera tanto). ¡Qué importante es situar la obra de un autor en su vida!
Así y todo, creo que al cuento le falta chinchetear al narrador en el corcho y ponerle la etiqueta avisando de que trata de contarnos sus experiencias cercanas con la muerte de amigos y conocidos (va de la más lejana a la más cercana). Tampoco he visto que nos diga nada concreto, salvo contarnos diferentes formas de morir. Y es que cada uno se muere cuando le toca y como le dejan. Y quien lo cuenta es quien queda vivo. Lamentablemente Denis Johnson ya no nos puede contar nada más con ese desgarro que imprimía a las teclas. Una escritura muy visual.
Blog
Entrevistas
Revista
Fotos
El mito de Sísifo / Matilda / Mapocho
