En el corazón del corazón del país - William Gass

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Moderadores: Giada, Sue_Storm

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yus
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Re: En el corazón del corazón del país - William Gass

Mensaje por yus »

Rescato estas lineas del segundo relato "La señora Ruin":

Su bastón temblaba sobre la acera. Lo tenía atrapado. Estar a punto, continuamente, de morir; sentir dentro de ti la química de la muerte; ver en el espejo, día tras día, cómo asoma la calavera; pudrirse al caminar y temer al sol; recoger los pliegues de tu fláccida piel como si se tratase de ropa infectada; saber, no solo por la definición lógica o las estadísticas, que los hombres son mortales, sino por el fluir de la propia sangre -saberlo con toda seguridad, de manera tan directa, de un modo tan inmediato, pensé, sería una carga que requeriría, si un hombre tenía que soportarla, una buena dosis de autoengaño, tan llana y robusta como incierta era la verdad: una esperanza inextinguible, blasfema, mágica hasta el puntode que el último hálito pudiera durar para siempre, un estertor que perdurara para toda la eternidad.
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yus
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Re: En el corazón del corazón del país - William Gass

Mensaje por yus »

Destacaría lo bien escrito que está este segundo relato, pero tengo que reconocer que su historia me ha dejado un poco igual, ni frío ni calor. Y por desgracia me está pasando lo mismo con este tercer relato "Carámbanos".


Sigo leyendo...










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laaguja
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Re: En el corazón del corazón del país - William Gass

Mensaje por laaguja »

Comentario al cuento El chico de Pedersen de William H. Gass (1924-2017)

El libro contiene cinco cuentos; salvo uno, todos de extensión considerable:
  • El chico de Pedersen ....... página 15
  • La señora Ruin ....... página 109
  • Carámbanos ....... página 157
  • El orden de los insectos ....... página 209
  • En el corazón del corazón del país ....... página 221
  • Epílogo de Rebeca García Nieto ....... página 265


Solamente el primer cuento, El chico de Pedersen, justifica los 19,00€ que he pagado por el libro. Podemos asumir que los otros cuatro cuentos son unos extras regalo del autor. Al final del libro se han incorporado unas anotaciones de la traductora Rebeca García Nieto que conviene leer tras la primera lectura del cuento y antes de volverlo a leer. Es lo que estoy haciendo. Lo he leído hace más de año y medio y sabía que tenía una cita ineludible con él.

Se me antoja que es un cuento en el que el autor no tenía claro el destino que daría al texto. Lo habrá comenzado persiguiendo una vaga idea y a partir de ahí se ha ido dejando llevar. Repito que es una sensación personal antes de que algún contumaz y recalcitrante belonéfobo me salte al cuello champándome que no tengo base objetiva para pensar así (ya me ha pasado antes…).

Siento rechazo por esta forma de escribir cuentos. Este mismo año ha venido a parar a mis manos un cuentario de un paisano mío y el libro se me caía de las manos. El autor dio una conferencia en la Asociación de Escritores de Euskadi y reconoció que este es su modus operandi.

Este tipo de cuentos suelen terminar dando vueltas alrededor de la nada para nunca acabar de concluir porque al no tener claro el final en el momento de comenzar a escribir, el texto no va hacia ningún lado y nunca llega a ningún sitio. Murakami también ha reconocido que así escribe los cuentos, como explorando alrededor de una idea. Y así son los cuentos de Murakami, que incluso sus fanes reconocen que se quedan tibios.

Son cuentos que no acaban de concluir la faena, se quedan varados, o el autor entra en divagaciones, dejando la historia flotando entre dos aguas con la intención de que el lector haga el trabajo de concluir la historia (no es lo mismo un cuento sin final que un cuento con final abierto; en los primeros no existe final por vagancia o amilanamiento del cuentista).

Repito que tengo la sensación de que este cuento se ha escrito así, y aún díría más —parafraseando a Hernández y Fernández—, que el autor no quería acabarlo. Me precio de tener olfato para columbrar estos cuentos (que me parecen febles) por el husmo que dejan. Empero, catalogo El chico de Pedersen de Joya Literaria. Si no le doy el diez rotundo para encumbrarlo en la categoría de Obra Maestra es por su dilatada extensión. Pero estoy convencido de que si el autor podara este cuento no sería tan bueno… Es una paradoja que no me voy a ocupar en resolver.

Se trata, pues, de un cuento largo, del orden de las 90 páginas. Según Edgar Allan Poe, una composición literaria (donde incluía cuentos y poemas) no debe sobrepasar la hora de lectura para no perder lo que este célebre bostoniano llamaba la unidad de efecto o de impresión. A una velocidad de lectura de 250 palabras/minuto tenemos que Poe aceptaba un máximo de 15.000 palabras. Si consideramos que una página estándar tiene 500 palabras, descubrimos entonces que para Poe un cuento no debía pasar de las 30 páginas, todo sea entendido grosso modo.

La extensión en páginas de El chico de Pedersen es el triple de lo previsto por tan ilustre toxicómano. Aunque entre esas páginas hay bastantes líneas truncadas que acortan el número promedio de palabras por página, su lectura sigue pasando de los sesenta minutos. Aun así, es un cuento (los cuentos y las novelas no se valoran a peso: Tolkien consideraba que Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, es un cuento).

Establecido pues que El chico de Pedersen es un cuento extenso y que su lectura nos puede llevar más de una hora y media, si queremos disfrutar de la unidad de efecto hay que apertrecharse para disfrutar de esta lectura. Quizá haciendo alguna incursión al cajón de las galletas, quizá con pausas para infusionar un té (o una tisana), o para estirar la espalda arrimando algo más de leña a la chimenea (lo siento por los que vivís en ciudad, pero alguna compensación ha de tener vivir en zona rural, jejé), o quizá paseando por la casa para que reposen los intensos pasajes en que está dividido el cuento. Pero sí que haré un esfuerzo para releer El chico de Pedersen de una tacada, ya que será complicado leerlo de una sentada.

Sé que leo lento (y si una frase, un párrafo o un pasaje me gustan, no tengo inconveniente en leerlo dos, tres y aun cuatro veces), así que para mi segunda lectura de El chico de Pedersen, que será mañana domingo, me prepararé a conciencia. Una tarde de domingo sin móvil y sin visitas intempestivas ni obligaciones domésticas. Y es que después de leerlo tampoco querré que me molesten en un par de horas. Pero de verdad que merece la pena desconectarse del mundanal ruido para libar esta Joya Literaria.

El cuento está dividido en tres partes, que a su vez están divididas en tres apartados. No quiero llamarlos capítulos para que no venga el tontolisto de turnoclase a decirme aquello de: "ves, ves, reconoces que es una novela". Vuelvo y repito, El chico de Pedersen es un cuento de unas 90 páginas. También es larguito Benito Cereno, el cuento de Melville.

Por lo que recuerdo de hace año y medio, me voy a encontrar con un ritmo variable, desde pausado a trepidante, una tensión sostenida, que no decae en ningún momento, un ambiente nevado, donde el frío es espantoso y la climatología es tan protagonista como los personajes, y una atmósfera ligeramente opresiva, que no ahoga pero asfixia, y obliga a cerrar el libro para coger aire. El cuento, como he dicho al principio, va dando vueltas a una serie de acontecimientos y se nota que el autor se regusta en algunos de ellos (antológico es todo el pasaje de la pérdida de la botella).

Se me antoja compararlo con una road movie. En este cuento, desde el pistoletazo inicial, hay una sucesión de acontecimientos por los que van a tener que pasar los personajes, al igual que un autobús que circula por una carretera indefectiblemente va a tener que pasar por una serie de poblaciones que vamos a ir descubriendo a medida que avanza la trama. Cuando el autobús —la narración— llega al destino, al final del trayecto, allí también van a ocurrir acontecimientos memorables a modo de epílogo.

El chico de Pedersen es un cuento que un cuentoherido debe leer, al menos una vez. Es una epopeya rural y brutal, que dicen los influentes, pero dicho aquí con pleno conocimiento de causa y no como latiguillo vacuo.

Este cuento ha sido recopilado por Richard Ford en su Antología del cuento norteamericano… (qué manía tienen éstos de creer que los Estados Unidos son Norteamérica cuando sólo son una parte de ella: al sur y al norte de su país existen tradiciones cuentísticas que nada tienen que envidiar a la estadounidense; la mexicana la supera). Pero tiene razón Ford al seleccionarlo… El chico de Pedersen es un cuento que engrandece cualquier antología de cuentos estadounidenses.

Ahora que en el hemisferio norte vuelve el frío del invierno, podremos meternos en casa para leer un cuento donde la nieve, o mejor aún, una épica nevada es clave para el argumento que nos presentan (aunque más al norte de España, con el frío del invierno, las gentes salen a la calle, aquí tendemos a bajar las persianas —de las que carecen en el norte de Europa— y a quedarnos en casa). Quizá sea cierto que la llamada falacia patética puede ayudar a causar efecto ambiente (nubes apesadumbradas, silba el viento, un sol triste, las canas del invierno), porque no se me ocurrió releer este cuento tendido en la tumbona del jardín bajo el sol radiante del agosto boreal (otra ventaja de vivir entre rurales).

Para quienes no podáis haceros con ninguno de estos dos libros, intentad bucear en la web con los lemas Gass, cuento y Pedersen. Pero siempre que podamos, compremos libros en la librería del barrio, asesorados por nuestro librero de cabecera (saludos, Mar… eres un sol). Los lectores somos el otro eslabón principal de la cadena del libro, que sólo existe para nosotros. Y debemos hacer honor a este privilegio gastando un puñado de céntimos (que si vas al cine sólo sales con el recuerdo… de la librería sales con el libro para ti para siempre, y podrás releerlo). Y recuerda que si compras el libro En el corazón del corazón del país, después de El chico de Pedersen aún te quedan cuatro cuentos de William Gass por leer.

Y hasta aquí mi reseña, tratando de abriros boca sin destripar nada. Perdón, al usar el sintagma "abrir boca" debería haber escrito "sin desvelar nada", pero no me ha dado la gana. ;)

Prepárate para la ventisca que generará este cuento en tu mente: quedarás helado y absorto leyendo El chico de Pedersen, de William H. Gass (nacido en la mítica, por cinematográfica, Fargo). Por cierto, mañana no bajo :074: , que estaré releyendo El chico de Pedersen:101:

P.D.: cualquier chico de Celaá está capacitado para resumir este rollo que os he metido así:
Peazo cuento!!! Grande Gass!!
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