Creí que se había acabado la polémica... Vamos allá
bblanco escribió:Yo también soy fan incondicional de Marías. Y no me parece que el narrador y el autor sean para nada la misma persona ni expresen las mismas opiniones. Qué te hace pensar, Cronopio, que todo lo que dice el narrador de la novela es la opinión personal de Javier Marías? Y más cuando él mismo dice que le encanta jugar a introducir algunos detalles reales en sus narradores para mayor confusión del lector
Evidentemente, no puedo saber si lo que escribe en sus novelas son sus opiniones. En cualquier caso, a lo que me refería es que Marías comete el error de creer que el lector tiene en la cabeza lo mismo que él ha imaginado al escribir; sus generalizaciones son una buena prueba de ello, como comenté en relación al comienzo de
Mañana en la batalla piensa en mí. Además, al margen del narrador, en esta novela no hay ningún personaje medianamente caracterizado. Marías escribe distintos nombres y les asigna distintas historias, pero no hay, bajo ellos, gustos, ideas, miedos, puntos de vista diferentes; es el narrador el que pontifica sobre todo lo que ocurre (y sobre todo lo que no ocurre), sin que el lector goce de la menor oportunidad de interpretar y juzgar los hechos por su cuenta.
Por otro lado, es indiscutible que muchas de sus novelas son autobiográficas (consistan en el relato de hechos vividos tal y como ocurrieron, o en un trasunto literario de ellos).
Todas las almas y
Negra espalda sobre el tiempo constituyen dos buenos ejemplos.
bblanco escribió:Por otro lado, la sintaxis y la puntuación de Marías me parecen excelentes. Quizá soy yo la ignorante pero no encuentro esos fallos que comentas, o a mí no me parecen fallos, sin duda debido a mi ignorancia. Ya me gustaría a mí expresarme así.
Marías comete centenares de errores sintácticos. Muchos de ellos consisten en escribir las palabras en el orden incorrecto, de forma que el significado de sus frases resulta confuso o, directamente, equivocado. Algunos ejemplos son:
"[...] éstas recordaban a las de las enfermeras con grumos". Obviamente, Marías no quiere decir que las enfermeras tienen grumos, pero es lo que escribe.
" [...] asomada y acodada sobre la barandilla inmóvil". Aquí afirma que lo que está inmóvil es la barandilla, aunque por el contexto se deduce que lo que está inmóvil es la persona.
"[...] los empleados o dueños vetustos nos daban bombones y nos gastaban bromas de niños". De nuevo por el contexto se deduce que lo que quiso escribir es: "cuándo éramos niños, los empleados [...] nos daban bombones y nos gastaban bromas".
"Lo apartó de sí [el humo] con la mano irritada". Lógicamente, Marías no quería decir que utilizó la mano que estaba irritada; la irritada es la persona.
El mal uso de los pronombres es otro de sus errores habituales:
"[...] aún más fuerte, el olor a colonia buena de uno de los caballeros o de los dos, como si se hubiese derramado un frasco o
lo hubiese acentuado un repentino sudor". El significado textual de esta frase es que el repentino sudor acentuó el frasco; lo que Marías pretende decir es que acentuó el olor.
"Tengo la polla en su boca o ella tiene su boca en ella, puesto que ha sido su boca la que ha venido a encontrarla". Redacción verdaderamente memorable, en especial el fragmento "ella tiene su boca en ella".
Otra de las características de la prosa de Marías es la profusión de anacolutos:
"Amablemente, como siempre lo era, se había ofrecido". Aquí, Marías afirma que su personaje era amablemente.
"Yo hago cuanto está en mi mano, pero tampoco tengo tanta imaginación, a lo largo de los años, y además estoy cansado". En esta frase, alguien debería explicar qué significa el "a lo largo de los años".
"[...] me habían parecido malas ideas o inconveniencias o reprobables". En esta ocasión, Marías mezcla sustantivos con adjetivos, y los trata de la misma manera.
“La voz que yo había oído en directo y ya nunca Marta”. En esta frase, Marías mezcla tiempos verbales y trata por igual un pluscuamperfecto y un condicional (implícito).
“...mis ojos se hicieron a la oscuridad, la puerta de la alcoba estaba cerrada, debía de haberla dejado yo así, la costumbre nocturna, aunque hiciera ocho semanas que la había suspendido, en aquel cuarto”. Esto constituye un verdadero gazpacho sintáctico.
“El nunca ha querido deshacerse de nada, de ninguna de sus supuestas copias ni de sus seguros auténticos”. Aquí Marías afirma que el personaje tenía seguros (¿de vida?, ¿de incendios?) auténticos; quería escribir "los que eran auténticos con total seguridad".
También es habitual el uso de palabras que no corresponden:
“Nada impide tanto entender como la simultaneidad de dos o más personas que hablan sin guardar su turno”. Es obvio que las simultaneas no son las personas, como escribe Marías, sino las conversaciones.
“[...] tal vez se voló con la ventana abierta”. Aquí no queda claro qué quiso escribir Marías: si se voló
por la ventana abierta, o si se voló
porque la ventana estaba abierta.
Y ejemplos como los anteriores los hay a montones. Se puede argumentar que, con un poco de buena voluntad, a Marías se le entiende; sin embargo, creo que un escritor no debe necesitar de correcciones o sobreentendidos de sus lectores: debe escribir sus ideas de forma nítida e inequívoca.
(Dicho lo cual, me parece importante resaltar que no es ésta mi principal crítica a la literatura de Marías).
bblanco escribió:Y por último, en uno de tus posts has generalizado (uno de los defectos que más recriminas a Marías) en varios puntos habiendo leído UNA sola de sus novelas. Tampoco me parece suficiente conocimiento como para poder hablar así de sus personajes, de sus narradores, de sus situaciones y de sus sintaxis.
Efectivamente, sólo he leído
Mañana en la batalla piensa en mí. Mis comentarios, sin embargo, no se basan sólo en esa lectura, sino también en las críticas que
La fiera literaria ha publicado sobre:
Todas las almas,
Corazón tan blanco,
El hombre sentimental,
Negra espalda sobre el tiempo y
Travesía del horizonte.
Por otro lado, como advertí en mi primera crítica, todos mis comentarios se basan en mi concepción sobre la novela; por eso, y para no recargar continuamente el texto con muletillas como “creo”, “en mi opinión”, “a mi modo de ver”, etc., recurro en muchas ocasiones a términos genéricos como “el lector” o a oraciones impersonales.
Además, en ninguno de mis mensajes se me ha ocurrido escribir algo como “nadie podrá nunca ver el nerviosismo y la tensión que no recrea Marías en el primer capítulo de
Mañana en la batalla piensa en mí” (*). El nivel de generalización es, por lo tanto, diferente. Yo recurro a un genérico lector para ilustrar mis opiniones, tras advertir que mis críticas se basan en mi concepción de la literatura; Marías, por el contrario, proclama y pontifica (**).
bblanco escribió:Incluso llegas a decir que sus novelas carecen de toda capacidad evocadora cuando a mí me lo resultan (evocadoras) y mucho, y por lo que he leído, a Fio también. Otra generalización basada en tu propia opinión
En mi opinión (para que quede claro) la evocación literaria es una sensación abstracta que no consiste en recrear el mismo acontecimiento que se está narrando, sino en trascenderlo de forma que el lector perciba que hay algo mucho más general por debajo de él. Como ejemplo, en la segunda parte de
Al faro, Virginia Woolf representa el paso del tiempo describiendo cómo el viento se va introduciendo en los rincones de una casa abandonada y las consecuencias que ello conlleva en los objetos cotidianos que hay en ella. La evocación consiste en cómo el lector percibe la abstracción del paso del tiempo desnudada de los elementos que Woolf utilizó para recrearla, que es algo, en mi opinión (otra vez), muy difícil de lograr. Dado que el estilo de Marías consiste en perorar, enumerar objetos y posibilidades, divagar sobre cualquier cosa y generalizar sentimientos particulares, sus novelas carecen por completo de la fuerza que posee
Al faro. A modo de ejemplo, para narrar un pasaje similar (la sensación de soledad y abandono que embarga una casa, que tan viva había estado apenas unas páginas atrás, mediante la acción del viento nocturno) Marías utilizaría unas quince páginas (en lugar de las dos que rellena Woolf) con divagaciones sobre: el frío invernal y cómo protegerse de él, los distintos tipos de manzanas y cuáles resultan idóneos para cocinar una tarta, el contenido de los cajones del aparador, cómo las asistentas quitan el polvo de las escaleras y lo inconvenientes que resultan las construcciones de madera.
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(*) Nótese la similitud entre esta frase y la que da comienzo a la novela que venimos comentando.
(**) Cosa que, dicho sea al margen, hace continuamente en sus artículos: se pone a sí mismo como ejemplo de buen gusto, buen comportamiento y buen todo-lo-demás, y desprecia todo lo que no coincida con sus postulados. A modo de ejemplo, en el de la semana pasada llama poco menos que tontos del culo a todos los que se han metido en una hipoteca que ahora resulta excesivamente gravosa, en lugar de vivir de alquiler, como hace él.