Bueno, pues yo también la he releído de un tirón, que es como más aprovecha el teatro.
Recordaba muy vagamente la trama y ahora, muchos años después, me ha encantado. Quizá no sea la mejor obra de Casona (he leído bastantes), ni siquiera la que más me gusta si lo pienso fríamente, pero he disfrutado mucho con su lectura. Esta mañana, mientras la acababa en mi viejo tomo de obras completas, estaba completamente metido en la atmósfera esperando el desenlace. Me ha gustado mucho la mezcla de lo local con lo fantástico, el simbolismo de los personajes, la sequedad poética (y sentenciosa) con la que hablan. Parecen las únicas palabras que pueden ser dichas en esa ocasión. Todos hablan como a media voz, temerosos, apagando sus sentimientos. No es un lenguaje realista, pero tampoco el de Lorca lo es, aunque, a veces, se recubra de rasgos populares. Es literatura, no realidad.
Por cierto, que a mí también me ha recordado permanentemente a Lorca (en concreto el Lorca de
La casa de Bernarda Alba o
Yerma) y me he preguntado por qué. La respuesta es evidente, salvando las distancias temáticas. En primer lugar, por el ambiente rural (asturiano y andaluz). En segundo lugar, por la mezcla de lo popular y lo poético. Me conozco bastante bien
La casa de Bernarda Alba y hay frases que podrían ser intercambiables, incluso cercanas. El personaje de Telva me recuerda bastante a La Poncia, con su saber popular y su decir las cosas claras. Y todo gira en torno a personajes ausentes (Angélica y Pepe el Romano). Además, está el uso de canciones tradicionales con sentido coral y
la muerte final (suicidio) de personajes femeninos (Angélica y Adela). |
Algunos ejemplos de ese tono popular y poético que decía:
En
La dama del alba:
Telva: Cuando va al molino lleva chispas en los ojos; cuando vuelve trae un cansancio alegre arrollado en la cintura.
Martín: Vale más sembrar una cosecha nueva que llorar por la que se perdió.
Martín: ¡Era mía, y eso bastaba! No la hubiera querido en treinta años más que aquellos días.
Abuelo: No se puede mantener un recuerdo así, siempre abierto como una llaga.
Madre: Los hombres son para el campo y el caballo. Solo una hija llena la casa.
Peregrina: Es como una venda de agua en el alma.
Adela: Por la noche las sábanas olían a manzana y las ventanas se llenaban de estrellas.
Telva: El ojo malo todo lo ve dañado. ¡Y cómo iba a aguantar esa una casa feliz sin meterse a infernar! ¡Lengua de hacha! ¡Ana Bolena! ¡Lagarta seca!...
En
La casa de Bernarda Alba:
Bernarda: Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón.
Mujer 2: (Aparte y en baja voz) ¡Mala, más que mala!
Mujer 3: (Aparte y en baja voz) ¡Lengua de cuchillo!
Mujer 1: (En voz baja) ¡Vieja lagarta recocida!
Poncia: Treinta años lavando sus sábanas; treinta años comiendo sus sobras; noches en vela cuando tose; días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea! ¡Mal dolor de clavo le pinche en los ojos!
Adela: Trae cuatro mil bengalas amarillas y ponlas en las bardas del corral. Nadie podrá evitar que suceda lo que tiene que suceder.
Adela: Tiene el cielo unas estrellas como puños.
Adela: Yo no. A mí me gusta ver correr lleno de lumbre lo que está quieto y quieto años enteros.
Adela: No a ti, que eres débil: a un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo meñique.
Por supuesto, Lorca, desde mi punto de vista, está infinitamente por encima de Casona.
Por cierto, que, aunque Lorca escribió
La casa de Bernarda Alba en 1936, no se estrenó por primera vez hasta 1945. ¿Dónde? en el Teatro Avenida de Buenos Aires (Sí, el mismo en que se estrenó
La dama del alba un año antes, en 1944). ¿Y quién era la actriz principal? Margarita Xirgu (Sí, la misma que hizo de Peregrina el día del estreno). Pura coincidencia, pero curiosa.
Se le ha achacado al teatro de Casona el ser muy idealista y eso se ha visto en él como un defecto, como una concesión amable a los espectadores. Está claro que no es Lorca o Valle o Buero, pero la tradición lo ha tratado injustamente. Y tiene muchas obras que merecen la pena.