Cada día un poema
Moderadores: Tessia, lunallena
Re: Cada día un poema
Me vais a perdonar la extensión pero es que...
Mujer con alcuza
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza
o si el paisaje desolado de su alma.
Va despacio, arrastrando los pies
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad de esquivar algo horrible.
Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.
Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren
en un tren muy largo
ha viajado durante muchos días y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y remejía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.
Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.
Ella recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas,
blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios
y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas,
y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
… aún mareada por el humo del tabaco.
Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.
… No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
sólo el ruido del tren.
Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quien movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.
… Y ésa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza
(en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces,
o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.
Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más
se inclina
va curvada como un signo de interrogación
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta
conserva aún en el invierno el tierno vicio
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?
Dámaso Alonso.
Mujer con alcuza
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza
o si el paisaje desolado de su alma.
Va despacio, arrastrando los pies
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad de esquivar algo horrible.
Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.
Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren
en un tren muy largo
ha viajado durante muchos días y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y remejía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.
Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.
Ella recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas,
blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios
y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas,
y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
… aún mareada por el humo del tabaco.
Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.
… No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
sólo el ruido del tren.
Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quien movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.
… Y ésa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza
(en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces,
o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.
Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más
se inclina
va curvada como un signo de interrogación
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta
conserva aún en el invierno el tierno vicio
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?
Dámaso Alonso.
Re: Cada día un poema
Bufff, @Velaluka , qué alucinante y qué desolador. Mientras leía, entre tantas imágenes intensas (es realmente gráfico, mucho más de lo que estoy acostumbrado en un poema), me preguntaba quién sería el autor. Me ha sorprendido que sea de Dámaso Alonso. De los de su generación es a quien menos conozco. No tengo nada de él en casa, cuando de Aleixandre, Salinas, Lorca, Cernuda o Prados, por ejemplo, tengo sus obras completas; de él absolutamente nada ni he leído nunca nada, hasta ahora. Muchas gracias por traerlo
Quidquid latine dictum sit,
altum videtur
altum videtur
Re: Cada día un poema
Muy bueno, sí.
Re: Cada día un poema
Me alegro de que os haya gustado a ambos , una sorpresa ese poema también para mí.
- Aben Razín
- Vivo aquí
- Mensajes: 57450
- Registrado: 19 Feb 2009 14:28
- Ubicación: Al lado del Torico.
Re: Cada día un poema
Gracias por el poema, @Velaluka
Para mí, Damaso Alonso es uno de los poetas olvidados de la Generación del 27,
Para mí, Damaso Alonso es uno de los poetas olvidados de la Generación del 27,
Pasado: El coraje de ser de Mónica Cavallé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
Futuro: La deseada de Maryse Condé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
Futuro: La deseada de Maryse Condé.
Re: Cada día un poema
Gracias @Jeeves , @Velaluka por las últimas aportaciones. Me encanta entrar al hilo y disfrutar de su lectura.
Re: Cada día un poema
¿En qué consiste ser un don nadie ligeramente místico?
(¿Banksy también inspecciona las flores?)
3
No me dejes solo: medítame
pero
estoy
solo
pero
estoy
entre las tazas por lavar.
Hallo
límites para esta figura.
Soy un vaso despedazado.
Soy un vaso desproporcionado.
Mi desesperación
es
de figuras firmes.
Juan José Rodinás.
(¿Banksy también inspecciona las flores?)
3
No me dejes solo: medítame
pero
estoy
solo
pero
estoy
entre las tazas por lavar.
Hallo
límites para esta figura.
Soy un vaso despedazado.
Soy un vaso desproporcionado.
Mi desesperación
es
de figuras firmes.
Juan José Rodinás.
Re: Cada día un poema
Gracias por el poema y por el descubrimiento, @Velaluka
Quidquid latine dictum sit,
altum videtur
altum videtur
Re: Cada día un poema
Parece bastante peculiar, ¿verdad?
Northumbria yaraví
(¿Por qué el niño cobrizo llora en Inglaterra?)
2
Es que me parecía
que
viste los árboles
nacer.
Pero
¿viste los árboles?
Crecían.
Eran lo que nos parecía
que
eran,
hermosos esqueletos de realidad
bajo
la brisa.
Frágiles
monumentos
de
la naturaleza
como instrumento
de propaganda
de sí misma.
Eran, pensabas
¿como tú?
Los árboles
cuidan
un sol
para existir.
Juan José Rodinás.
Northumbria yaraví
(¿Por qué el niño cobrizo llora en Inglaterra?)
2
Es que me parecía
que
viste los árboles
nacer.
Pero
¿viste los árboles?
Crecían.
Eran lo que nos parecía
que
eran,
hermosos esqueletos de realidad
bajo
la brisa.
Frágiles
monumentos
de
la naturaleza
como instrumento
de propaganda
de sí misma.
Eran, pensabas
¿como tú?
Los árboles
cuidan
un sol
para existir.
Juan José Rodinás.
- Aben Razín
- Vivo aquí
- Mensajes: 57450
- Registrado: 19 Feb 2009 14:28
- Ubicación: Al lado del Torico.
Re: Cada día un poema
Cierto, es peculiar, @Velaluka
Pasado: El coraje de ser de Mónica Cavallé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
Futuro: La deseada de Maryse Condé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
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Re: Cada día un poema
EMILIO PRADOS
(El poema es un poco histérico, pero a mí me gusta y me impresionó mucho la primera vez que lo leí, hace años)
Quidquid latine dictum sit,
altum videtur
altum videtur
- Aben Razín
- Vivo aquí
- Mensajes: 57450
- Registrado: 19 Feb 2009 14:28
- Ubicación: Al lado del Torico.
Re: Cada día un poema
Me he adentrado un poco en la biografía de este poeta que conozco bien poco, pero te agradezco la poesía, @Jeeves
Pasado: El coraje de ser de Mónica Cavallé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
Futuro: La deseada de Maryse Condé.
Presente: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
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Re: Cada día un poema
Con este poema reconozco mi debilidad ante la palabra herrumbre...
¿Dónde?
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?…
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Oliverio Girondo.
¿Dónde?
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?…
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Oliverio Girondo.
Re: Cada día un poema
Ay, la fuerza de algunas palabras. A mí siempre me ha gustado la palabra ruina/ruinas. Tiene mucho que contar.
Última edición por Jeeves el 13 Ago 2021 09:37, editado 1 vez en total.
Quidquid latine dictum sit,
altum videtur
altum videtur
- Aben Razín
- Vivo aquí
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- Registrado: 19 Feb 2009 14:28
- Ubicación: Al lado del Torico.
Re: Cada día un poema
Gracias por el poema, @Velaluka
En la página Web de la RAE, viene una sección que se llama La vida de las palabras y, pienso, que sustituye a otra que se llamaba La palabra del mes o algo parecido, |
Pasado: El coraje de ser de Mónica Cavallé.
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