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Así, verte de lejos, definitivamente. Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer. Y sí que como el agua que brota de una fuente aquellos bellos días ya no pueden volver.
Así, verte de lejos y pasar sonriente, como quien ya no siente lo que sentía ayer, y lograr que mi rostro se quede indiferente y que el gesto de hastío parezca de placer.
Así, verte de lejos, y no decirte nada ni con una sonrisa, ni con una mirada, y que nunca sospeches cuánto te quiero así.
Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo, la noche entera es corta para soñar contigo y todo el día es poco para pensar en ti.
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación, la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito. Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides... Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido...
Mi vientre es quien pronuncia las sílabas secretas que se inscriben arriba en la cúpula. Mi existencia es señal de un fuego que arde eternamente en sí mismo. Chantal Maillard
Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro. Qué sería sin ti sino un corazón durmiente. Sino esta hora parada en la esfera del reloj Qué sería sin ti sino ese balbuceo. Louis Aragon
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Soy Antonin Artaud y apenas yo lo digo como sé decirlo inmediatamente verán mi cuerpo actual estallar y recogerse bajo diez mil aspectos notorios un cuerpo nuevo en el que ustedes no podrán nunca jamás olvidarme.
Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos: como humedad de tu cuerpo evaporo. Me voy de ti con vigilia y con sueño, y en tu recuerdo más fiel ya me borro. Y en tu memoria me vuelvo como esos que no nacieron en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas de tu labor, y en tu boca de mosto. Tu entraña fuese, y sería quemada en marchas tuyas que nunca más oigo, ¡y en tu pasión que retumba en la noche como demencia de mares solos!