Aquí está mi hipótesis
Al final me ha salido más larga de lo que esperaba, pero es que cuando me pongo...
Clandes estaba nervioso. Su idea cuando organizó la salida era escapar de la presencia de
Veves por un rato, pero le había salido el tiro por la culata. Finalmente,
Jonathan la había convencido, y él estaba seguro de que Veves tenía intenciones ocultas para ese finde.
Cuando un par de semanas atrás se había tirado a
Veves en el coche mientras los demás estaban en el bar, no pensó que aquello pudiera tener tan graves consecuencias. Aquella noche,
Veves no se encontraba demasiado bien y
Clandes la acompañó fuera a tomar un poco el aire. Una vez en el aparcamiento, se fumaron un cigarro a medias y siguieron charlando, pero al poco Veves sugirió que se metieran en coche porque hacía bastante frío y ella llevaba una falda bastante corta... falda que no se había escapado a los escrutadores ojos de
Clandestino. Caballero como siempre, abrió la puerta trasera de su coche para que
Veves entrara, y tras ella entró
Clandes...
Clandes no sabía muy bien cómo había empezado todo, pero entre la falda de
Veves, su innegable atractivo, el alchohol y el ambiente íntimo del asiento trasero del coche... Bueno, no sabía cómo había empezado pero tenía muy vivo el recuerdo de cómo había terminado.
Para él, no había sido más que una canita al aire, un escarceo, no estaba orgulloso de su descontrol pero tampoco le daba mayor importancia. Estaba enamorado de
Amanita, y aunque había perdido momentáneamente la cabeza, no entraba en sus planes dejarla, y mucho menos empezar algo con
Veves.
Pero
Veves opinaba algo muy distinto.
Clandes nunca se había fijado, pero
Veves le había confesado que llevaba interesada en él mucho tiempo, que su relación con
Jonathan había caído en una rutina y una monotonía tales que estaba hastiada y cada vez le costaba más continuar con él. Y
Clandes era para ella todo lo que ya no era
Jonathan. Después de lo ocurrido en el coche,
Veves se hizo una idea equivocada. Al día siguiente
Clandes quedó con ella y hablaron del tema, fue sincero y le dijo todo lo que pensaba, pero
Veves lo encajó muy mal. No atendía a razones, le dijo que se había aprovechado de ella como si fuera una cualquiera, y que aquello no iba a quedar así, que le haría pagar por usarla de ese modo y ahora darle la patada.
Clandes lo tomó como el arrebato pasional de una mujer despechada, pero no sabía el lío en el que se había metido. A los dos días,
Veves empezó a mandarle mails amenazadores, diciéndole que se lo contaría todo a
Amanita y que la perdería, que ella perdería también a
Jonathan pero no le importaba si
Clandes caía con ella.
Durante la cena en el albergue,
Clandes cavilaba. No estaba dispuesto a dejar que una desequilibrada acabara con su relación por un polvo de una noche. Para él no había tenido importancia, pero sabía que
Amanita no lo tomaría nada bien y no le daría otra oportunidad. Ese fin de semana en el albergue podía ser el momento en que estallara todo, y por eso
Clandes estaba nervioso.
Veves en la misma casa que él y
Amanita... era una bomba de relojería. No podía dejar que
Veves hablara. Y aunque lo evitara ese finde... ¿qué impediría que en cualquier momento ella se fuera de la lengua? No podía vivir eternamente con esa incertidumbre y a merced de
Veves. Si se dejaba coaccionar, su vida ya no sería su vida, dejaría de ser libre.
Así que a
Clandes no le quedaba alternativa. Tenía que actuar antes que ella. Entre risas y bromas, su mente fría y calculadora fue perfilando los detalles de un plan.
Sabía que
Veves tomaba unas pastillas para poder dormir, y las había dejado a la vista de todo el mundo en el cuarto de baño.
Clandes aprovechó un momento en el reservado para estudiar el prospecto del medicamento. Como cualquier otro somnífero, una sobredosis podía tener consecuencias fatales. Sonrió para sí mientras sacaba unas cuantas pastillas del botecito. Eran cápsulas y se abrían fácilmente, así que recogió el contenido de varias en una sola. Volvió a la mesa de la cena y esperó.
La noche casi había terminado y
Clandes no había tenido ocasión de culminar su plan. Ya temía que no pudiera llevarlo a cabo, cuando
Jonathan preguntó si alguien quería un café.
Veves comentó que le apetecía un poleo y
Jonatan dijo que él también tomaría uno, así que
Clandes se ofreció a ir a la cocina a prepararlos, de paso que se hacía un café para él, ya que nadie más iba a tomar.
Se dirigió a la cocina, y
Amanita fue tras él. Le había notado raro esa noche y quería preguntarle qué ocurría. Llevaban unos días algo tensos por ciertos rumores y sospechas, pero a
Amanita no le gustaba estar así y estaba cansada de esa tensión. Hablaría con él... si era cierto que había tenido algo con otra persona, y estaba arrepentido y se mostraba dispuesto a enmendar el error... quizá ella podría darle otra oportunidad. Al fin y al cabo, todos cometíamos errores, nadie era perfecto y era absurdo exigir la perfección en los demás. Todo eso pasaba por la mente de
Amanita aquella noche.
Clandes escuchó con resignación cómo
Amanita se ofrecía a acompañarle. Pero al momento pensó, optimista, que la presencia de
Amanita no impediría que tuviera ocasión de poner la droga en el poleo de
Veves. Una vez en la cocina,
Amanita empezó a hablar.
- Cielo... te he notado raro esta noche, más de lo habitual. Sé que llevamos unos días un poco tensos y quería hablar contigo... -
Amanita afrontaba la situación con toda la enterza de que era capaz.
- Ami, no es momento de tratar ese tema, nos están esperando en la cocina -
Clandes le daba la espalda, ajeno al tormento que pasaba
Amanita, pensando únicamente en silenciar a
Veves. Puso la cafetera, y mientras se hacía su café calentó agua en el microondas. Apenas escuchaba las palabras de su novia.
- No, no vas a dejarme con la palabra en la boca... tengo que hablar contigo o voy a reventar. - Las lágrimas empezaban a asomar a sus ojos, pero Clandes seguía dándole la espalda. Ajeno.... - Mira, no sé con certeza si has estado con otra o no... es algo en lo que prefiero no pensar... -
Clandes ponía ahora el somnífero en la taza de
Veves, con tres cucharadas de azúcar como a ella le gustaba. Mientras ponía todo en una bandeja, escuchó el final del monólogo de
Amanita... - ...lo que quiero decirte es que si estás arrepentido y me quieres de verdad... estoy dispuesta a perdonar lo que hayas hecho, y darte otra oportunidad. -
Clandes se dio la vuelta estupefacto y vio la cara de Amanita surcada por las lágrimas, su dulce y encantadora Amanita... No la merecía, siempre lo había sabido.
- Dame esa bandeja, piensa en lo que te he dicho... y luego terminaremos de hablar... -
Amanita cogió la bandeja con el poleo drogado, y
Clandes no reaccionó. Escuchó ausente cómo
Amanita ofrecía a
Veves su taza, indicando cuál era la que llevaba las tres cucharadas de azúcar, tal y como a ella le gustaba...
Clandes no pudo hacer nada. En aquel momento, no se le ocurrió forma de evitar que
Veves se bebiera aquel poleo. Y no se sorprendió cuando escuchó el grito de Raquelin a la mañana siguiente.
Asesino: Clandes
Arma: somníferos
Motivo: silenciar a Veves para proteger su relación con Amanita