CN1 - El sacamantecas de Becerruelo - Shigella

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CN1 - El sacamantecas de Becerruelo - Shigella

Mensaje por lucia »

El sacamantecas de Becerruelo

Pablo y sus padres llegaron al pueblo de su familia la mañana del 24 de diciembre. Todos los
años salían de la ciudad para pasar las fiestas en la casa de su abuelo materno. Nieve, olor a
leña… Pablo no tenía ni idea de dónde quedaba la Navidad si la pasabas en la ciudad.

Cuando entraron en la casa todo seguía como lo recordaba. Los muebles de madera oscura, la
chimenea encendida y Blas, el perro del abuelo, que salía a recibirlos dando brincos.

Después de los besos de rigor a los abuelos y a los tíos se fue corriendo con su primo Andrés a
jugar a la calle. Andrés tenía trece años, dos más que él, y aunque a veces jugando era un poco
bruto, Pablo le quería mucho. Le consideraba casi un hermano mayor.

El resto del día transcurrió entre partidos de fútbol, guerras de bolas de nieve y un par de
paseos con Blas. Normalmente iban a pedir el aguinaldo por el pueblo un par de horas antes
de cenar, pero ese año Andrés “ya era muy mayor para eso” y a cambio le enseñó versiones
groseras de los villancicos de toda la vida, con lo que Pablo se echó unas buenas carcajadas.

Ya en la cena, todo seguía siendo como siempre, el cordero asado recién comprado del asador
del pueblo y los langostinos de rigor no podían faltar, y Blas sacando su cabeza entre las
piernas de los comensales para pedir su aguinaldo particular, tampoco.

Andrés y él estaban enfrascados en una charla sobre la última película de superhéroes que
habían estrenado el fin de semana anterior mientras se inflaban a turrón. Pablo se preguntó
por un instante si los trozos de turrón y mazapán eran cada año los mismos o los iban
renovando, cuando su abuelo interrumpió la discusión sobre superhéroes y los pensamientos
sobre turrones.

—¡No comas tanto, que como te infles más va a venir el Eulogio a buscarte!

—¡Ramón, por Dios, no asustes al crío! —le reprendió su abuela.

—¿Quién es Eulogio? —preguntó Pablo.

—Nada, una historia para asustar a los niños. Ni caso. —dijo la abuela.

—De eso nada, Puri, sabes que existió de verdad, y el crío ya tiene una edad para saber quién
era el Eulogio, que ya no es un bebé.

—¿Quién era el Eulogio? —preguntó esta vez Andrés, que para eso era mayor y con más
motivo tenía que saberlo.

—Cuando tu abuela y yo éramos pequeños y vivíamos en este pueblo detuvieron al Eulogio, el
hijo del panadero, porque descubrieron que secuestraba niños para sacarles las mantecas y la
sangre. Fue un caso muy famoso, se le conoció como “El sacamantecas de Becerruelo”. O al
menos fue famoso por los pueblos de la zona, en España ha habido muchos sacamantecas y la
mayoría no han trascendido.

—Qué tonterías… —murmuró la abuela.

—¿Y para qué les sacaban las mantecas y la sangre, abuelo? Nos estás tomando el pelo. —dijo
Andrés con la seguridad de sus trece años.

—Las usaban para hacer pócimas y ungüentos para curar enfermedades incurables, o incluso
rejuvenecer. Se las vendían a los ricos y venían de todos los pueblos de alrededor, incluso de la
ciudad, a comprarlas. Las malas lenguas dicen que durante una temporada, la mayoría de los
ingresos del pueblo venían de ese turismo.

—Pero a ver, Ramón, ¿quién en su sano juicio iba a comprar sangre de niño para rejuvenecer?
—insistía la abuela.

—Puri, chata, antes no se tenían los conocimientos que se tienen ahora, y cuando una persona
estaba desahuciada intentaba lo que fuese. Pues lógico. Y más si tenían dinero.

—¿Les habían echado de sus casas? —preguntó Pablo desde su candidez.

—No, cariño, “desahuciado” quiere decir que el médico les había dicho que tenían una
enfermedad incurable y se iban a morir. —intervino su madre, callada hasta ese momento.

—Todo eso son habladurías, yo no me creo nada. —la abuela empezaba a parecer enfadada.

—Yo sí me lo creo —dijo la madre de Pablo— pero eso pasó hace mucho tiempo, la gente en
los pueblos era muy bruta. Además, al Eulogio le ahorcaron en la plaza del pueblo, así que
podéis estar tranquilos que no os va a hacer nada.

—No, nena, no le ahorcaron, le condenaron a garrote vil. Pero se fugó.

—¿Qué es el garrote vil? —preguntó muy interesado Andrés.

—¿Que se fugó? —pregunto Pablo, mucho más interesado en este detalle.

—Habladurías. —dijo la abuela.

—Bueno, yo no lo vi, pero siempre se ha dicho en el pueblo que el Eulogio desapareció justo
antes de que le dieran garrote y no se le volvió a ver. Se cree que se fue a la ciudad donde no
le conocía nadie a seguir con su negocio.

—¿Y qué? Si siguiese vivo, ¿cuántos años tendría ya? ¿Noventa? ¿A quién va a matar con
noventa años?

—Hombre, depende de cuanta sangre de niño haya bebido. —respondió el abuelo, y soltó una
carcajada digna del más siniestro Papá Noel. El resto de los adultos menos la abuela también
rieron por lo bajo, aunque intentaban disimularlo.

—¡Bueno, basta ya! No sé si te acuerdas de que estamos en Navidad, leñe. Esta no es una
conversación adecuada.

—Perdona, chata, si quieres vuelvo a hablar del cordero asado — y cerró la conversación con
otra carcajada.

A Pablo de repente le pareció que el fuego de la chimenea estaba demasiado fuerte y que
el humo hacía que le picaran los ojos más de lo normal, pero cinco minutos después volvía a
discutir con su primo sobre personajes de cómic que sólo conocía del cine y se olvidó del calor
en las mejillas y de Eulogio el hijo del panadero.

Una hora después, cuando ya habían pasado de las doce, sacaron los regalos. A Pablo le
habían regalado un par de videojuegos, un jersey, un libro escrito por un futbolista y una
colonia anunciada por otro. Su primo tenía regalos similares, pero como no era mucho de leer,
habían sustituido la autobiografía del futbolista por una camiseta de su equipo.

Cuando ya estaban en la habitación que compartían Pablo y Andrés en la buhardilla, empezó
la cháchara como de costumbre, sólo que esta vez, acabó derivando en un tema nuevo.

—Oye, ¿tú te crees lo del asesino de niños? –Pablo no había vuelto a pensar mucho en eso
desde que les diesen los regalos, pero la idea seguía flotando por su cabeza y se asomaba de
vez en cuando antes de volverse a esconder.

—Pues claro, siempre tiene que haber alguien mal de la cabeza en todos los pueblos, pero
seguro que murió hace tiempo. Aunque dicen que los asesinos después de morir nunca se van
del todo. Quizá se pase el resto de la eternidad vagando por el pueblo buscando niños para
sacarles la grasa. He oído cosas así en un programa de la tele.

—¿Cómo? ¿Como un fantasma?

—Supongo, o quizá como un zombi.

—Pero bueno, no me digas que tienes miedo.

—¿Seguro? A ver si va a resultar que sigues siendo un bebé.

—No. No estoy asustado —dijo sin mucha credibilidad.

—Demuéstramelo —a Andrés le apetecía divertirse un poco—. Hagamos una cosa, si te
atreves a pasar la noche entera en la leñera y me demuestras que los tienes bien puestos, te
regalo mi camiseta nueva de Messi. —Ni loco pensaba darle la camiseta nueva de Messi, por
supuesto.

—¿En la leñera? Me moriré de frío. Y hay arañas…

—Vamos, ¿no te da miedo un fantasma y te van a dar miedo las arañas? Espera un poco a que
todos los demás se hayan acostado, te abrigas bien y te bajas. Si aguantas toda la noche te
doy la camiseta, si no, le diré a todo el mundo que eres un bebé que se hace pis en la cama.

—Yo no me hago pis en la cama.

—No te atreeeeves, no te atreeeeves… —canturreó Andrés con muy mala baba.

—¿Qué no? Pásame la sudadera, listo.

Media hora después estaba saliendo por la puerta de la cocina al patio donde se encontraba la
leñera. Todavía tenía una esperanza, que su abuelo la hubiera dejado cerrada con llave. Probó
a abrirla. Se abrió. Mierda.

También había pensado quedarse en el salón y engañar a su primo, pero Andrés le había dicho
que bajaría de vez en cuando a comprobar que no hacía trampas, así que no le quedaba otra.
Además, no sabía por qué se preocupaba tanto. Sabía que los fantasmas no existían y así le
daría una lección a su primo y se quedaría con su camiseta. Por listo.

Entró equipado con anorak, gorro y una linterna y revisó las esquinas y el techo en busca de
arañas. Vio un par en un rincón del techo que parecían muertas. “No me extraña, con este
frío…” Pero de todas formas se colocó en la otra esquina, por si acaso, y cerró la puerta.

Pablo no estaba acostumbrado a aquel silencio. En la ciudad hay muchas cosas de las que
puede disfrutar una persona, pero el silencio no suele ser una de ellas. Solo se oía el aullido del
aire y algún ladrido lejano de vez en cuando. Pablo se había sentado en el suelo con la espalda
apoyada en una de las paredes y había dejado la linterna encendida a su lado. No tenía mucho
más que hacer que mirar a la pared de enfrente, los troncos y las arañas muertas del techo.
En ese momento se arrepintió de no haber cogido su libro nuevo, iba a ser una noche muy
aburrida.

Una eternidad después, miró el reloj. Habían pasado veinte minutos. Empezaba a tener mucho
frío. Se echó vaho en las manos para calentárselas y mientras se las frotaba oyó un ruido que
no había oído antes. Hojas crujiendo. ¿Pisadas? Pensó que sería su primo para asustarle, o
quizá Blas, dándose un paseo nocturno, aunque juraría que había dejado cerrada la puerta de
la cocina.

Contuvo la respiración y aguzó el oído. Nada. Quizá solo había sido el viento arrastrando hojas
secas, pero estaba casi seguro de que habían sido pisadas.

Volvió a escuchar el ruido otra vez. Inspiró hondo e, intentando no hacer ruido, se fue
aproximando a la entrada. Se quedó un rato escuchando con el oído pegado a la puerta.
Silencio. Unos segundos después, o quizá fueran horas, decidió abrir. Suavemente, muy
despacio, para no hacer ruido. Cuando la puerta estuvo abierta unos tres centímetros, intentó
vislumbrar algo, pero solo veía oscuridad. Cogió la linterna, la cubrió con la mano para que solo
dejara escapar un fino rayo y no llamara mucho la atención y enfocó hacia el patio. Seguía sin
haber nada, o al menos nada visible.

“Seguro que solo era el viento. O Blas. Fuese lo que fuese, ahora no hay nada.”

Volvió a cerrar la puerta y a sentarse en su sitio.

Debió de quedarse dormido, porque más tarde le despertó un sonido distinto. Abrió los ojos
y vio que la luz había disminuido su intensidad y se había vuelto más naranja. La linterna se
estaba quedando sin pilas. Entonces lo volvió a oír, esta vez más claramente. Era como si

estuvieran rascando en la puerta. En ese momento se le heló la sangre.

—¿Blas? —llamó. Pero la voz le salió en un susurro. El miedo le había paralizado. Su mente
le decía que tenía que ser Blas o su primo y que lo que tenía que hacer era abrir la puerta y
salir de dudas. Pero no podía. Era incapaz de moverse. En ese momento se dio cuenta de que
la puerta no estaba cerrada con llave y que cualquiera podría abrirla si quisiera. Si Blas había
podido abrir la puerta de la cocina también podría abrir la de la leñera. Además no oía su
respiración perruna, ni jadeos, ni nada que lo identificase.

La luz de la linterna ya se había reducido a un punto naranja en el suelo. Pablo no era capaz
ni de verse las manos. Se había quedado en la más absoluta oscuridad, y mientras tanto, los
arañazos en la puerta seguían sonando.

No podía quedarse ahí en medio temblando pero tampoco se atrevía a abrir la puerta. Se
le ocurrió que lo más sensato era esconderse detrás de la leña, entre los troncos y la pared.
Ahora el problema era llegar hasta allí en la oscuridad. Se puso a gatas y se movió despacio por
el suelo, intentando no hacer ruido. A sus espaldas seguía escuchándose el rasgar en la puerta
por encima del sonido del viento de madrugada.

Al llegar al lado de la madera, un saliente de uno de los troncos le raspó la cara y no pudo
evitar soltar un grito ahogado. Los rasguños en la puerta dejaron de oírse. Notó que se le
paraba el corazón. ¿Le habría oído lo que fuera que hubiese al otro lado de la puerta?

Se quedó paralizado a cuatro patas sin atreverse a mover un músculo. Tenía toda la piel de
gallina y los temblores empeoraban. El corazón se le iba a salir del pecho y se preguntaba si el
ser que le acechaba podría oír los latidos. Sospechaba que sí.

Después de unos momentos de silencio y quietud, empezó a moverse otra vez. Despacio, muy
despacio. Tenía las articulaciones agarrotadas por el frío y el miedo. Lentamente y palpando
la madera con la que se había arañado, consiguió llegar al final del cuarto. Cogió a tientas
los troncos que estaban más cerca de la pared y los empezó a colocar sobre los troncos de
delante, para crear un muro tras el que esconderse. Cuando lo tuvo terminado se metió allí y
esperó.

Un minuto, y otro, y otro. Pablo tenía un botón en el reloj que iluminaba la hora, pero no se
atrevía a pulsarlo por miedo a ser descubierto en la oscuridad.

El tiempo se había detenido, sólo se veía la negrura más absoluta y los únicos sonidos que
existían eran el viento y los latidos de su corazón.

Intentó pensar en algo para relajarse, pero lo único que le vino a la mente fue la historia de
su abuelo del asesino de niños. Cada vez estaba más convencido de que era real. Podía verlo
con nitidez, mejor incluso que si estuviese delante de él, ya que no necesitaba luz para verlo.
Un chico joven, alto y desgarbado, con el pelo moreno y los ojos saltones, que le miraban sin
parpadear y parecía que se iban a salir de las cuencas. Podía oírle decir nerviosamente “Ven,
chico. Tengo que enseñarte una cosa. Ven.”

Se veía a sí mismo gritando y corriendo para intentar escapar de él, pero como en todas las
pesadillas, el sacamantecas corría más. Ahora el chico desgarbado de los ojos saltones llevaba
un saco enorme en una mano y una navaja de barbero oxidada en la otra.

Un chirrido. Las bisagras de la puerta. ¡Estaban abriendo la puerta!

Quiso gritar, pero no lo hizo. No quería que le encontraran. Ya no tenía salida,
no tenía escapatoria. Solo podía esperar que no le viesen. Puso la cabeza entre
las rodillas y se la cubrió con las manos. El corazón se le iba a salir del pecho y
empezó a hiperventilar. Cientos de pensamientos le acudieron a la mente a la vez.
“SeguroqueesAndrésparaasustarmeseguroqueanteshedejadomalcerradalapuertayelvientolaha
abiertoseguroqueesBlasnomevaapasarnadaelsacamantecasestamuertolosfantasmasnoexisten
nomevaapasarnada…”

Un grito de terror cortó el aire la mañana del 25 de diciembre. Andrés se despertó asustado.
Se levantó y vio que Pablo no estaba en la habitación. Oyó voces en el piso de abajo y bajó
corriendo las escaleras. Vio que toda su familia había salido al patio. El grito lo había proferido
su tía, que en esos momentos estaba agachada en el suelo de la leñera abrazada a su primo.
Pablo estaba rígido, blanco, con los labios y las uñas morados. Tenía los ojos abiertos, pero no
hablaba ni se movía. Parecía un muñeco de cera.
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ukiahaprasim
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por ukiahaprasim »

Bien..... inauguramos el ciclo de lecturas de Navidades Sangrientas con un relato que ni es muy navideño ni muy sangriento, aunque hay que reconocer que esta bastante bien aunque yo lo encuadraria fundamentalmente dentro del genero "relatos para contar fente a una hoguera, a ser posible la noche de San Juan".. Dentro de ese registro, no tardaré yo en sacarle partido, que los de siempre ya están muy vistos... :twisted:

¿relato antiguo trasladado al tema del concurso?....es posible.

Respecto a la forma, hay que decir que la encuentro un poco extraña... no se, parace que el autor ha dudado a la hora de adoptar el tono de la narracion entre mantener su propio estilo o identificarse con Pablo y Andres, porque el relato fluctua entre un cierto tono naif con rasgos de un estilo narrativo algo más elaborado... no se como definirlo, pero la impresion que me da es similar a la de alguien que está haciendo una imitacion y a veces le falla la voz, es decir, alguien intentando escribir en un registro diferente al suyo, y que sin querer, de vez en cuando le sale un deje propio...Claro que tambien puede asimilarse con un adolescente cambiando la voz.. que suena a adulto hasta que a veces le sale un gallo. es decir, un escritor joven que está empezando a madurar su estilo...

En todo caso, es una historia entretenida, aunque hay que decir de ella que es más un relato que habla sobre miedos, mas que un relato que dé miedo...


Ukiah
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Nínive
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Nínive »

¡Hola camarada escribidor! :hola:
A mi ha gustado la historia. Quizá algo simple en su planteamiento, también en su puesta en escena (con frases cortas, sin descripciones), pero no he podido dejar de leer aun a sabiendas que el protagonista iba a morir en cuanto ha bajado a la leñera. :cunao:
A mí, las escenas en que se describe a alguien teniendo miedo, me producen más terror que cualquier fantasma-asesino-sacamantecas.... :dragon:
Enhorabuena por el relato. :60:
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Berlín
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Berlín »

Has estado certero, concursante anónimo, eligiendo esta vieja leyenda para construir tu relato. Porque es cierto que el sacamantecas o el hombre del saco se utilizó hace muchos años para atemorizar a los niños y que estos no anduvieran por las calles a altas horas de la noche, o simplemente para que obedecieran a los padres. Y como yo soy muy curiosa me he ido hasta la wiki y me he leído un montón de historias sobre este personaje, el verdadero sacamantecas:
Juan Días de Garayo de Argandoña, más conocido como El sacamantecas (Álava, 1821- Vitoria 11 de mayo de 1881) fue un asesino en serie que nació y vivió en Álava España en el siglo XIX.
Pero fíjate que es curioso porque a este personaje se le reconocieron varios asesinatos de mujeres, sobre todo prostitutas, pero de niños no he leído nada. Imagino que aquí nació la leyenda, porque después ya se utilizó a este personaje para intimidar a los niños. Es cierto que murió por garrote vil.
Y ya de aquí hay unas cuantas leyendas muy interesantes sobre extracciones de manteca y sangre de los niños, pues decían que esto podía curar enfermedades como la tuberculosis o la sarna, y obviamente los ricos pagaban por esto.

En fin, que el tema que has escogido es muy sugerente. ¿Quién no ha sentido un terror paralizante por las noches pensando en el hombre del saco?
El relato está elaborado de una manera sencilla, se lee fácilmente, es interesante y en conjunto me ha gustado, porque es el tipo de terror que a mí me gusta, el que no se ve, el que corre de boca en boca.

por poner alguna pega te diré que la construcción de algunas frases no me acaba de convencer.

pero en conjunto, felicidades, un abrazo y ¡feliz navidad! :cunao:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Isma
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Isma »

Buen relato. Describe la situación en el diálogo central del texto, entre el abuelo, la madre y los niños. Conversación bien escrita, creo yo, me fijo en eso porque a mí los diálogos se me dan fatal. El miedo del niño en la leñera es clásico, creo como Berlín que lo que más miedo da son las situaciones en las que no se ve a la fuente del mismo (aunque, en el excelente Demasiado tarde se ve bien visto, y da miedo).

En fin, un relato más que digno y entretenido. ¡Muchas gracias!
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Yuyu
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Yuyu »

Me ha parecido muy bueno,pero no me gustó que nos privara del momento álgido, :lol: .Pero aún así,crea tensión,miedillo y asco,muy completo.Felicidades!!!!!!!!!!!!!!!
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El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por jilguero »

Una historia sencilla, fácil de leer, aunque quizás no lo suficientemente impactante como para ser recordada por mucho tiempo. No me gustan los diálogos, como norma, porque suelen contener mucha información insustancial. Sin embargo, quizás la conversación sobre el sacamantecas sea formalmente la parte más lograda del texto.
Si bien no tiene un argumento especialmente llamativo, un relato que no está mal y que resulta agradable de leer. Y, por supuestos, autor, me has hecho recordar esos momontos de pavor infantil, lo cual sienta bien en esta época. :60:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Shigella
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Shigella »

A mí también me gusta más este tipo de terror que el obvio y sangriento. No me ha dado miedo, pero como ya he dicho en otro relato, soy difícil de asustar y el terror es un género que me parece de los más difíciles de conseguir.
1, 2... 1, 2... probando...
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Lifen »

A mi también me ha dado susto, porque me he acordado de que esa historia me la contaron hace miles de años, junto con la del hombre del saco, el hombre que sube las escaleras llamando "Maríica, Maríica" (haced el favor de notar que lleva dos ies, eh?), yo me moría de miedo, de verdad.

No me ha dado ninguna impresión de falsedad, ni siquiera los diálogos y mira que es difícil escribir diálogos que no resulten de lo más insulso cuando no se domina el arte de escribir, así que tengo que suponer que el autor o autora lo domina a la perfección.

Por poner un pero, el final me ha resultado un poco apresurado, la extrañeza de Andrés al descubrir que Pablo no está en su cama, al menos es lo que me ha transmitido a mí. Pero, debemos suponer que el pobre Pablo se muere del susto que lleva encima, ¿no? Si es así, no me falta nada, si no quizá la entrada del sacamantecas a la leñera....
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por shirabonita »

El relato, en su conjunto es ameno y fácil de leer. La pena es que el final es bastante previsible.
Al igual que Yuyu , me habría gustado saber más detalles de la muerte de Pablo, cuál es su último pensamiento. Y saber si se trata de Eulogio o algún imitador, un fantasma, un zombie o un pirado peligroso...(sí, estoy loca y me gustan estos detalles :cunao: )
Sin embargo, lo que más me ha gustado son los diálogos de la cena, me han parecido espontáneos y muy auténticos. Un buen trabajo, autor/a. Aprecio el esfuerzo que has hecho para escribirlo.
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Dori25 »

A mi lo que me estaba dando es un frío terrible imaginando la leñera, yo no bajo pero no por miedo si no para no congelarme!!!
¿Por qué a mi no me salen los relatos así de bonitos? Con sus comas, sus puntos, su historia bien redactada.
Me ha gustado mucho autor!!

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kharonte
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por kharonte »

El primer relato que me mantienen en tensión hasta el último párrafo!! Obviamente, ya estamos todos un poco mayores para que una historia como esta nos haga tener miedo miedo, del de verdad. Pero te hace seguir leyendo para ver por dónde va a salir. Si es que hay fantasma, o un ancianito con intenciones turbias, o alguien de la familia que oculta algo...

Así pues, enhorabuena por un relato bien conseguido (quizá un poco más de trabajo al diálogo de los niños y, como se ha apuntado, al homogeneizar el punto de vista del narrador).
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por ciro »

El relato tiene algo de ingenuidad, que en este género no me cuadra mucho. Es correcto pero simple. No me ha enganchado mucho, lo siento.
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David P. González
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por David P. González »

Me ha gustado. El final está muy logrado, para mi gusto, dejándolo abierto a la interpretación del lector. Mi interpretacón es que muere congelado XDD.
Por poner una pega, en los diálogos de los dos niños no veo la edad que tienen, parecen adultos en su forma de expresarse.
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Re: CN1 - El sacamantecas de Becerruelo

Mensaje por Berlín »

David P. González escribió:Me ha gustado. El final está muy logrado, para mi gusto, dejándolo abierto a la interpretación del lector. Mi interpretacón es que muere congelado XDD.
Por poner una pega, en los diálogos de los dos niños no veo la edad que tienen, parecen adultos en su forma de expresarse.

13 y 11, David.
Andrés tenía trece años, dos más que él, y aunque a veces jugando era un poco
bruto, Pablo le quería mucho. Le consideraba casi un hermano mayor.
:60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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