CV1 Superman - Saber
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CV1 Superman - Saber
Superman
Dignidad, como casi siempre desde que el verano comenzara, se hallaba frente a la pantalla de su computadora. La mayoría de chicas de su edad, en plena adolescencia, y con la ola de calor que sufría todo el país, se hallaban divirtiéndose en la playa, viendo pasar chicos guapos y soñando o viviendo algún amor de verano. Pero ocurría que Dignidad no creía ni quería ser como las demás.
—¡Victoria! ¡Chuparos esa, idiotas! —gritó, al tiempo que dejaba de golpear las desgastadas teclas.
Con una sonrisa en los labios, tomó el vaso de agua helada que tenía a su izquierda y se lo bebió de un solo trago. Luego, regocijándose, observó las estadísticas de la batalla. Había matado a treinta y ocho campeones enemigos y ayudado en otros veinticinco asesinatos. El mejor de sus compañeros no había acabado más que con once rivales. Sin duda, era la reina del «LOL». Tras aceptar con fingida humildad las felicitaciones de sus compañeros, salió del juego. Quería comprobar si el episodio semanal, de la última serie a la que se había enganchado, estaba disponible para descargar. Más tarde, pasadas las ocho —a las siete y media entraban siempre los nuevos libros— , miraría si lo nuevo de Daniel Fox había llegado al canal del «mirc».
Así era el día a día de Dignidad, a quien la realidad aburría y disgustaba a partes iguales. Series, películas, video juegos, libros, etc. Todo lo que le permitiera alejarse durante un rato de la detestable realidad era bienvenido.
Oyó unos pies descalzos golpear el suelo y resopló. «A ver qué quiere ahora...».
—¡Hola, Dig! —exclamó el niño.
—Ya te he dicho que no me llames Dig, idiota —respondió, sin molestarse en mirarlo. Su hermano pequeño no tenía edad para comprender la de bromas que había tenido que soportar en el instituto por culpa de cómo sonaba la abreviatura de su nombre.
—Dig..., Dignidad, perdón. ¿Me pones la película de Superman?
—¿¡Otra vez!? —No pudo reprimir una sonrisa, su hermano había visto la película más de cincuenta veces—. ¡No eres pesado, Javi, eres lo siguiente!, ¡qué niño este! —exclamó mientras se levantaba y se dirigía salón, donde tenían el DVD.
—Tengo que verla muchas veces. Estoy fijándome en él, quiero aprender a volar.
Al escucharlo, Dignidad se detuvo. Ella buscaba continuamente escapar de una realidad que apestaba, una realidad que conocía mejor que nadie.
—No puedes volar, Javi. Superman no existe.
—¿Cómo no va a existir? —preguntó el niño, como si lo dicho por su hermana fuera la cosa más ridícula que hubiera escuchado jamás. Era como si le hubiera dicho que los Reyes Magos o Papá Noel no existían. Una absoluta locura. Ante tal agresión, y ya que por alguna razón que no lograba comprender, sentía que su hermana le acababa de dar un cachete, actuó por instinto:
—¡MAMA! ¡Mira lo que me está diciendo Dig!
—¿Pero qué pasa?, ¿qué está pasando aquí? —interrogó la mujer, acudiendo rauda a la llamada de auxilio del niño. Tras abrazarlo, y luego de detener con una severa mirada el intento por explicarse de su hija, preguntó—: ¿Qué ocurre, chiquitín?
—¡Dignidad dice que Superman no existe!, ¡que no podré volar!
Por un instante, la sombra de la duda se posó sobre los ojos de la mujer. Si hubiera buscado el porqué, las cosas habrían acabado de otra manera. Sin embargo, los lloros y la desesperación en el rostro de su hijo no permitían tales dudas.
—¿No te da vergüenza? ¡A tu edad y no sabes hacer otra cosa que molestar a tu hermano pequeño! —reclamó a su hija—. ¡Pues te quedas una semana sin computadora! —añadió como castigo.
Dignidad estuvo a punto de quejarse, pero un brillo furioso en los ojos de su madre la convenció de que lo mejor era desistir.
Habían pasado dos semanas desde aquello. Dignidad volvía a estar frente a su computadora, esta vez, leyendo un libro: «El mago, el granjero, y la bella princesa», cuando su hermano se detuvo frente a su habitación.
—Estoy preparado para volar —dijo con una gran sonrisa, todo en él determinación.
—No me cabe ninguna duda, que tengas buen viaje —respondió ella, quien, desde su último castigo, había optado por pasar absolutamente de su hermano.
Tan absorta estaba en el libro, que no vio lo extraño que resultaba la ausencia de ruidos en la casa.
¡POOOOMMM!
—¡Aaaayyy!, ¡ayyyayayaa!, ¡ayyayayayay...!
Dignidad brincó. Antes de darse cuenta corría hacia la entrada, en cuyo suelo su hermano se retorcía de dolor.
Justo cuando llegaba hasta él, su madre —que había salido a comprar—, embestía más que abría la puerta de casa.
—¡Ayayayay! ¡Mami! ¡Dig me dijo que podía volar! ¡Ayayayaya...! —gritó Javi señalando lo alto de la escalera, desde la que al parecer se había lanzado a «volar».
En un primer momento, el instinto pareció tomar las riendas y la mujer amagó con quitarse la zapatilla derecha, un arma, bien sabía Dignidad, letal. Finalmente, la preocupación por su hijo tomó prioridad sobre la venganza y se conformó con lanzar una mirada asesina a su hija.
Viendo que la simple presencia de su madre calmaba los llantos de su hermano pequeño, Dignidad, todavía algo debilitada por el susto, se encaminó hacia su habitación y, sin que nadie la hubiera castigado, desconectó su computadora.
Dignidad, como casi siempre desde que el verano comenzara, se hallaba frente a la pantalla de su computadora. La mayoría de chicas de su edad, en plena adolescencia, y con la ola de calor que sufría todo el país, se hallaban divirtiéndose en la playa, viendo pasar chicos guapos y soñando o viviendo algún amor de verano. Pero ocurría que Dignidad no creía ni quería ser como las demás.
—¡Victoria! ¡Chuparos esa, idiotas! —gritó, al tiempo que dejaba de golpear las desgastadas teclas.
Con una sonrisa en los labios, tomó el vaso de agua helada que tenía a su izquierda y se lo bebió de un solo trago. Luego, regocijándose, observó las estadísticas de la batalla. Había matado a treinta y ocho campeones enemigos y ayudado en otros veinticinco asesinatos. El mejor de sus compañeros no había acabado más que con once rivales. Sin duda, era la reina del «LOL». Tras aceptar con fingida humildad las felicitaciones de sus compañeros, salió del juego. Quería comprobar si el episodio semanal, de la última serie a la que se había enganchado, estaba disponible para descargar. Más tarde, pasadas las ocho —a las siete y media entraban siempre los nuevos libros— , miraría si lo nuevo de Daniel Fox había llegado al canal del «mirc».
Así era el día a día de Dignidad, a quien la realidad aburría y disgustaba a partes iguales. Series, películas, video juegos, libros, etc. Todo lo que le permitiera alejarse durante un rato de la detestable realidad era bienvenido.
Oyó unos pies descalzos golpear el suelo y resopló. «A ver qué quiere ahora...».
—¡Hola, Dig! —exclamó el niño.
—Ya te he dicho que no me llames Dig, idiota —respondió, sin molestarse en mirarlo. Su hermano pequeño no tenía edad para comprender la de bromas que había tenido que soportar en el instituto por culpa de cómo sonaba la abreviatura de su nombre.
—Dig..., Dignidad, perdón. ¿Me pones la película de Superman?
—¿¡Otra vez!? —No pudo reprimir una sonrisa, su hermano había visto la película más de cincuenta veces—. ¡No eres pesado, Javi, eres lo siguiente!, ¡qué niño este! —exclamó mientras se levantaba y se dirigía salón, donde tenían el DVD.
—Tengo que verla muchas veces. Estoy fijándome en él, quiero aprender a volar.
Al escucharlo, Dignidad se detuvo. Ella buscaba continuamente escapar de una realidad que apestaba, una realidad que conocía mejor que nadie.
—No puedes volar, Javi. Superman no existe.
—¿Cómo no va a existir? —preguntó el niño, como si lo dicho por su hermana fuera la cosa más ridícula que hubiera escuchado jamás. Era como si le hubiera dicho que los Reyes Magos o Papá Noel no existían. Una absoluta locura. Ante tal agresión, y ya que por alguna razón que no lograba comprender, sentía que su hermana le acababa de dar un cachete, actuó por instinto:
—¡MAMA! ¡Mira lo que me está diciendo Dig!
—¿Pero qué pasa?, ¿qué está pasando aquí? —interrogó la mujer, acudiendo rauda a la llamada de auxilio del niño. Tras abrazarlo, y luego de detener con una severa mirada el intento por explicarse de su hija, preguntó—: ¿Qué ocurre, chiquitín?
—¡Dignidad dice que Superman no existe!, ¡que no podré volar!
Por un instante, la sombra de la duda se posó sobre los ojos de la mujer. Si hubiera buscado el porqué, las cosas habrían acabado de otra manera. Sin embargo, los lloros y la desesperación en el rostro de su hijo no permitían tales dudas.
—¿No te da vergüenza? ¡A tu edad y no sabes hacer otra cosa que molestar a tu hermano pequeño! —reclamó a su hija—. ¡Pues te quedas una semana sin computadora! —añadió como castigo.
Dignidad estuvo a punto de quejarse, pero un brillo furioso en los ojos de su madre la convenció de que lo mejor era desistir.
Habían pasado dos semanas desde aquello. Dignidad volvía a estar frente a su computadora, esta vez, leyendo un libro: «El mago, el granjero, y la bella princesa», cuando su hermano se detuvo frente a su habitación.
—Estoy preparado para volar —dijo con una gran sonrisa, todo en él determinación.
—No me cabe ninguna duda, que tengas buen viaje —respondió ella, quien, desde su último castigo, había optado por pasar absolutamente de su hermano.
Tan absorta estaba en el libro, que no vio lo extraño que resultaba la ausencia de ruidos en la casa.
¡POOOOMMM!
—¡Aaaayyy!, ¡ayyyayayaa!, ¡ayyayayayay...!
Dignidad brincó. Antes de darse cuenta corría hacia la entrada, en cuyo suelo su hermano se retorcía de dolor.
Justo cuando llegaba hasta él, su madre —que había salido a comprar—, embestía más que abría la puerta de casa.
—¡Ayayayay! ¡Mami! ¡Dig me dijo que podía volar! ¡Ayayayaya...! —gritó Javi señalando lo alto de la escalera, desde la que al parecer se había lanzado a «volar».
En un primer momento, el instinto pareció tomar las riendas y la mujer amagó con quitarse la zapatilla derecha, un arma, bien sabía Dignidad, letal. Finalmente, la preocupación por su hijo tomó prioridad sobre la venganza y se conformó con lanzar una mirada asesina a su hija.
Viendo que la simple presencia de su madre calmaba los llantos de su hermano pequeño, Dignidad, todavía algo debilitada por el susto, se encaminó hacia su habitación y, sin que nadie la hubiera castigado, desconectó su computadora.
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Última edición por Lifen el 22 Jun 2013 22:17, editado 1 vez en total.
Re: Superman
Vaya, ¡qué relato más simpático! Cotidiano y entretenido. Muy bien escrito.
Computadora, ¿eh? Este relato se escribió en un lugar lejano.
Computadora, ¿eh? Este relato se escribió en un lugar lejano.
- Tadeus Nim
- No tengo vida social
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Re: Superman
Me ha gustado este relato cotidiano donde la madre, se supone la razón, hace que prevalezca la mentira ante la sensatez de la niña. Bien escrito y duro futuro le preveo a la niña, viciada con el ordenador y siempre culpable a los ojos de su madre.
Un detalle ortográfico, sería, creo, "¡Chupáos esa! Sin r. Gracias y suerte
Un detalle ortográfico, sería, creo, "¡Chupáos esa! Sin r. Gracias y suerte
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Re: CV1 Superman
El fondo me pareció bonito y me sacaste alguna sonrisa.
Muy bien, autor/a. Suerte en el concurso.
Muy bien, autor/a. Suerte en el concurso.
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- Emisario
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- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: CV1 Superman
Simpático, cotidiano y bien escrito. Me entretuve leyéndote. Por un momento pensé que adquiriría un tono trágico, pero no (gracias a la limitación en la extensión, quizá )
Saludos,
Emisario.
Saludos,
Emisario.
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Re: CV1 Superman
Me ha gustado, juegas con la eterna lucha entre hermanos por llevar la razón y el favor de los padres y como a veces pagan justos por pecadores y como puedes perder si te implicas y perder también si no lo haces. Hay una frase en la que no entiendo el "creía", es "...Dignidad no creía ni quería ser como las demás". Y falta un "al" en "... y se dirigía salón,...", fallo que ya habrás visto .
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
Re: CV1 Superman
Difícil me lo pones para comentar. Por un lado me ha gustado mucho cómo describes a Dignidad, en pocas palabras nos hacemos una idea de cómo es la chica, y la sensación que he tenido es que ese carácter es lo que va a dirigir el resto de la historia... y, por otra parte, nos cuentas la historia con el hermano, que es , en realidad, la historia en sí que nos quieres contar, y no soy capaz de encontrar la relación entre las dos cosas ni que, al final, Dignidad se sintiera culpable por hacer lo que su madre le había dicho.
Sin embargo, me ha gustado mucho. Está muy bien contada. El diálogo entre los dos hermanos es muy natural y, al contrario de otras ocasiones, en las que no me gusta nada de nada, la moralina que se desprende del texto de "más vale decir la verdad aunque duela, que una mentira peligrosa" me ha parecido muy bien llevada. Felicidades.
Sin embargo, me ha gustado mucho. Está muy bien contada. El diálogo entre los dos hermanos es muy natural y, al contrario de otras ocasiones, en las que no me gusta nada de nada, la moralina que se desprende del texto de "más vale decir la verdad aunque duela, que una mentira peligrosa" me ha parecido muy bien llevada. Felicidades.
Re: CV1 Superman
Muy gracioso y con muchos guiños actuales. Supongo que el LOL viene por el WOW, ¿verdad? Jeje.
Me parece una historia, además, realista. Quizás el autor viva estas situaciones en sus propias carnes. La hija adolescente representa muy bien esa edad en la que se vive en otra realidad, sea de un videojuego o no. El chaval tiene esa mezcla de ingenuidad y descaro de cualquier crío revoltoso. La madre responde como siempre hacen las madres, castigando al mayor. Sí, yo soy hermano mayor también y aún me duele el culo de los zapatillazos, qué pasa.
Lo que no sé es dónde estará el padre. ¿En el estudio escribiendo relatos?
Me parece una historia, además, realista. Quizás el autor viva estas situaciones en sus propias carnes. La hija adolescente representa muy bien esa edad en la que se vive en otra realidad, sea de un videojuego o no. El chaval tiene esa mezcla de ingenuidad y descaro de cualquier crío revoltoso. La madre responde como siempre hacen las madres, castigando al mayor. Sí, yo soy hermano mayor también y aún me duele el culo de los zapatillazos, qué pasa.
Lo que no sé es dónde estará el padre. ¿En el estudio escribiendo relatos?
Re: CV1 Superman
Pobre Dignidad!! No es justo!!!
- Analogías
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Re: CV1 Superman
Lo malo: sólo he visto un error "exclamó mientras se levantaba y se dirigía AL salón". Falta ese "AL".
Lo bueno: es una historia muy bien narrada que nos mete de lleno en las peleas entre hermanos, en el ambiente de determinados adolescentes enganchados a los juegos de ordenador y a lo puñetero que puede llegar a ser tener un hermano pequeño que, de cara a mamá, siempre es el bueno, cuando es un jodío con patas.
Me ha gustado.
Lo bueno: es una historia muy bien narrada que nos mete de lleno en las peleas entre hermanos, en el ambiente de determinados adolescentes enganchados a los juegos de ordenador y a lo puñetero que puede llegar a ser tener un hermano pequeño que, de cara a mamá, siempre es el bueno, cuando es un jodío con patas.
Me ha gustado.
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- Tadeus Nim
- No tengo vida social
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- Ubicación: Eso ¿Donde estoy?
Re: CV1 Superman
Nope. Viene del LOL, League Of Legends. Es un juego gratuito on line como el World Of Tanks de puro instantPVP. Vicia mucho aunque a mi no me gustan nada de nada y son chorriporris. Eso si no es tan infame ni vergonzante como el WOW.Isma escribió:Supongo que el LOL viene por el WOW, ¿verdad? Jeje.
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Re: CV1 Superman
¿Y esa furia bárbara? ¿No te dejaban subir de nivel o qué?Tadeus Nim escribió:Eso si no es tan infame ni vergonzante como el WOW.
Que conste que yo no he jugado...
Re: CV1 Superman
LOL no viene del WOW? WOW, vaya LOL.
- Tadeus Nim
- No tengo vida social
- Mensajes: 1314
- Registrado: 13 Nov 2012 13:55
- Ubicación: Eso ¿Donde estoy?
Re: CV1 Superman
Isma escribió:¿Y esa furia bárbara? ¿No te dejaban subir de nivel o qué?
No voy a contestar a eso...
Ratpenat escribió:LOL no viene del WOW? WOW, vaya LOL.
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