Yo, la verdad, es que aprovecho cualquier excusa para viajar. "Deshacerme" de las niñas solo puedo en verano, por lo que los viajes largos los dejo para el verano. Los europeos o por España los hago con las niñas por lo que en cualquier momento que no estén muy liadas lo hago. Los veranos cada vez tenemos más difíciles las vacaciones porque es a base de hacérnoslas unos a otros, por lo que para tener unas vacaciones decentes te pegas luego unas pechadas de trabajo del copón, pero es lo que hay. Por eso si quiero las vacaciones en julio o agosto, que es cuando las tienen las niñas, tengo que partirme el pecho en junio y septiembre, por eso ultimamente no he podido ir a las jornadas. Este año, el viaje veraniego está programado para Japón. He encontrado una oferta aceptable y, aunque no era un sitio con prioridad, se la he dado. Además quiero gastar los últimos cartuchos, porque, en poco tiempo, la economía será más dificultosa con las niñas estudiando y gastando más en ello. Me tocarán entonces viajes tipo Inserso, aunque, la verdad es que España me la tengo bastante conocida.
Entre playa y montaña, no me quedo con ninguna. Me encanta ver el mar, oler el mar, oirlo (de hecho, no solo he nacido en Gijón, sino en un hospital desde el que se ve el mar) , pero odio ponerme al sol en una playa y me aburro pronto. En cuanto a la montaña, mis condiciones físicas cada vez son peores, por lo que no estoy para muchos trotes y me pasa un poco como en la playa. Me gusta ver las rutas, las cascadas, los árboles centenarios, los paisajes desde las alturas,... pero me aburro pronto. Siempre prefiero el viaje cultural: arquitectura, bailes, etnografía, pintura, arqueología, la ceremonia del té, apreciar un retablo, ver que costumbres tiene un pueblo concreto, como viven, que cosas distintas comen, leyendas de algún lugar, como entierran a las personas,...Esas cosillas son las que más me entretienen.
