CV6 - La última guardia de la Enfermera - Zilum

[kassiopea]

La última guardia de la Enfermera



Y había llegado el día, ¿quién lo iba a decir? La Enfermera se retiraba. Aquella noche sería su última guardia. Todos los medios de comunicación se habían hecho eco de la noticia: Berlinina, la legendaria «Enfermera», se retira a los 96 años.

Lo había dejado todo atado. Tras la última guardia la esperaría un taxi que la llevaría directamente al aeropuerto con un único billete de ida. Nunca nadie sabría cuál sería el destino de su retiro.

Recibió un whatsapp de su amiga Nievecitas: «Están todos aquí, cariño. Todos tus admiradores, amigos, la prensa... No cabe un alma. Hasta han traído al señor Melón en una camilla. Elisabetha y yo vamos a ir interpretando unas piezas para que el ambiente no decaiga durante la espera».

Berlinina accedió por la puerta de atrás, como solía hacer, y entró en un cuartito que utilizaba como vestuario. Allí se ajustó por última vez su uniforme de enfermera, apretando las cuerdas del corsé y llevando el liguero hasta zonas vetadas bajo una falda blanca que jamás había eclipsado sus rodillas. En ese momento la mujer titubeó emocionada, tal vez porque habían sido décadas y décadas ejerciendo; tal vez por haber mezclado el sintrom con un gin tonic.

Desde el pequeño cuarto se escuchaba un bullicio solapado durante intervalos de entre tres y cuatro minutos por los bramidos de su amiga Nievecitas, en este caso interpretando «Thunderstruck» de ACDC acompañada por Elisabetha Fernweh al piano. La voz de la cantante no había vuelto a ser la misma desde que se hiciera una operación de estética para recoger la papada, sin embargo, su sordera le impedía flagelarse con su voz desgarradora. Ni los coros de Megan lograban aplacar aquella tormenta sonora y tan solo los más afortunados podían refugiarse bajando el volumen del «Sonotone XXII». Por su parte Elisabetha había mejorado al piano desde que le diagnosticaran párkinson. Siempre había pecado de tocar melodías demasiado lentas, incluso ñoñas, pero entre los tembleques de las manos y la medicación mal ajustada no había parroquia más marchosa que en la que ella tocaba.

La Enfermera se colocó su clásico peluquín estilo Cleopatra e inició el camino hacia su última guardia. Oteó por un lado del telón para comprobar quién andaba por allí, pero pronto se percató de que siempre actuaba sin gafas. Aún así aquel vistazo nebuloso le bastó para intuir que aquella entrada estaba a la altura de sus años de gloria.

Yolanda Casio, la veterana presentadora de los espectáculos del Ábrete, se acercó ayudándose en su bastón para abrazarla. La última intervención en la cadera la había dejado tocada, pero por su cabeza no pasaba la retirada a pesar de que ya no era ninguna adolescente.

—Disfruta de tu última guardia, preciosa —le susurró con cariño.

Y eso era lo que se disponía a hacer. Para ello había entrenado durante semanas, para estar en las mejores condiciones, a la altura de su fama pese a los achaques propios de su edad casi centenaria.

Elisabetha acarició los primeros acordes de «You can leave your hat on» y, en esta ocasión y por fortuna, con la interpretación de la letra por parte de la voz africana de la cantante Ororonga Akonowanga. El telón se partió en dos para descubrir a la Enfermera con un rítmico movimiento de pierna, una mano en la barbilla y otra en sus posaderas. Fue tal la exaltación entre los asistentes que incluso uno de ellos perdió la dentadura, pero don Ismael ni se dio cuenta de su extravío. Berlinina comenzó a menearse con sensualidad mientras se aproximaba a la barra luminosa que se alzaba hasta el techo. Pegó un brusco acelerón para encontrarse con su cómplice, momento en el que el cilindro se tiñó de fuego. Lo agarró y se deslizó hasta acogerlo entre sus muslos. A continuación se sostuvo con una sola mano, de tal forma que empleó la otra para rozar su cuerpo.

La mujer fluía, giraba alrededor de la barra, restregaba contra ella la espalda y se agachaba ignorando el rechinar de las prótesis. Se había olvidado de que el Ábreme estaba a reventar, simplemente danzaba rumbo a «Nunca jamás» burlándose del tiempo.

Cerró los ojos mientras se arrancaba la falda y entonces se obró el último milagro de la Enfermera. A escasos metros yacía el señor Melón sobre una camilla, en coma desde hacía más de una década. En sincronía con aquel destape resucitó en contra de cualquier diagnóstico médico y de la naturaleza misma. El hombre abrió los ojos de par en par, contempló las nalgas de Berlinina, experimentó una repentina erección y murió fulminado. Nunca un instante concentró tanta felicidad. La Enfermera lo había liberado de su prisión, aunque ella nunca lo sabría.

Ororonga Akonowanga entonaba la parte final de la canción siguiendo el ritmo que le marcaban los inquietos dedos de Elisabetha. A los pies del escenario billetes, la dentadura de don Ismael, calzoncillos, sujetadores e incluso algún pañal, todo consecuencia del descontrol que la última guardia estaba provocando entre el público...

…y entonces Berlinina, la Enfermera, se vino arriba. Había alcanzado otro plano y trascendía más allá del espacio y del tiempo. ¡Giró sobre sí misma, cogió impulso, saltó liberando toda su rabia azotada por cabellos y pellejos y culminó su última actuación trazando un jodido «spagat»! Una perfecta te invertida que se fundió con la última nota y desencadenó entre el público un éxtasis que lo elevó a un summun de placer húmedo y durante años olvidado.

Le Enfermera permaneció inmóvil mientras se cerraba el telón esbozando una mueca que no permitió que desvelara el tremendo dolor que se había ocasionado. Puede que se hubiera venido demasiado arriba, pero eso ya no importaba. Si lograba volver a juntar las piernas su taxi la estaría esperando. Aunque siempre lo había sentido así, una vez más se demostró a sí misma que seguía viva y todos pudieron contemplar su fuego…

…todos fueron incendiados.

[Iliria]

Parece que alguien se quedó con ganas de que ganaran los kekos...

Idea simpática y gamberreta, esta especie de asilo Abretelibrense. Ojalá lleguemos todos así; señal de que seguiremos juntos en el cotarro...

Suerte

[raumat]

Muy divertido...
Espero que Berlinina pueda volver a juntar las piernas después del "spagat"... ¡Pobrecita!

[rubisco]

Alguien habrá pensado que saldría el relato de kekos y escribió antes de tiempo .

El relato es muy divertido, muy gamberrete y juega con la confusión: la enfermera, la prensa, etcétera... para después descubrirse que lo más higiénico que ha tocado la enfermera es el papel del baño. Juega mucho y muy bien con las descripciones y convierte el relato en eso: una descripción completa de una noche, la última, de Berlinina.

Me hubiera gustado ver algo más de historia, algún conflicto por ejemplo, pero la carencia de elementos argumentales la suple con una gran dosis de humor y un buen repaso a varios de nuestros compañeros.

Por supuesto, se lleva un cero redondo por no haberme incluido .

[Seltima]

Un relato muy divertido e intenso a pesar de su brevedad.

El final no me convence, me parece redundante y tópico... en mi opinión, si lo hubiera dejado un poco abierto, quizá colocando esta frase al final: Si lograba volver a juntar las piernas su taxi la estaría esperando, a continuación del fuego y el incendio

[prófugo]

Epa epa...¿este es el relato donde me pongo palote viendo a mi gatita alemana tatuada y luego me voy todo feliz al otro barrio?

Decirle al autor que se lo agradezco, aunque hubiese sido bueno que por lo menos la minina me diera un morreo de película antes de palmarla


Volveré

[Sinkim]

¡Genial, simplemente genial! Me encantan los relatos de kekos y éste además es muy divertido y original

[prófugo]

Por favor..que llamen urgentemente a la gata malvada de Berlín y que ponga en su sitio al gamberro del norte que ha escrito esta pamplinada

[Isma]

Seguro que a Berlín le hace ilusión. Destila cariño en todos los personajes. Yo no me siento capaz de escribir sobre kekos de nuevo y me da nostalgia.

Gracias por incluirme en el relato.

[Gavalia]

Kekos
Ha sido divertido de principio a fin. La verdad es que me da repelús pensar en vejez a la que todos estamos avocados, unos más pronto que otros
El spagat ha sido genial... que dolor berlinilla jajajajaja
poco más que comentar habiendo kekos de por medio.
Suerte

[zilum]

Bueno, bueno, bueno... lo que me he reído con este relato. Te lo debiste pasar a lo grande al escribirlo, porque eso se nota al leerlo. El momento resurrección y muerte fulminante del señor Melón muy top!! Y yo que pensaba que Berlinina no iba a participar en el concurso y me la vuelve a jugar Al margen de las situaciones alocadas, me quedo con esa enfermera que ha vivido toda su vida haciendo lo que le gusta y que incluso en su retirada es capaz de sentirse libre y mágica.

Mucha suerte!!

[Megan]

Autor/a, aunque creo que sos autor.
No tiene desperdicio, me encantó, pobre mi querida Berlinesa,
todas las contorsiones que tiene que hacer y con 96 años!
El parkinson de Fernweh tocando el piano!
El Melón, insuperable, no pudo tener muerte más feliz!
Los dientes de Isma por los aires y él sin saberlo!
La pobre Kass con bastón presentando el acto!
Muchas gracias por dejarme participar de todo ese
aquelarre, claro que haciendo los coros, me muero de la risa!

Mucha suerte y muchísimas gracias por compartirlo

[Edgardo Benitez]

Muy buena presentación de los amigos. Esperamos la gala.

[Ratpenat]

Si Estrella se pasa, este le hará ilusión. Ella siempre quiere de estos

A ver quién ha escrito esto.

[Yuyu]

Genial sin más, el tipo de humor me recuerda a estrellita, así que igual no se pasa, igual lo escribió ella.