De acuerdo con jilguero, sí y no.
Sí, la atmósfera, ese rememorar a través de la fotografía no solo los años en que eran niños y el lugar, sino qué había sido alguno de ellos. Después entramos de lleno en un relato policíaco,
una suceso inesperado, la ampliación de la fotografía, lleva a ver el lagarto al lado del oído de Albino María y eso conectado con las leyendas locales, que no olvidemos que muchas veces tienen algo de verdad, recuerdo que a mí me alertaban de una planta por no sé qué cosa así de este estilo y después de mayor descubrí que es muy venenosa incluso al contacto, y después el hecho de que el niño sí se había vuelto tonto, y ya el colmo que era sordo. |
Todo ello lleva a la investigación y al bar, y queda el último acto, ir a ver al tonto, pero ahí es cuando llega el "cuentus interruptus", y me da la impresión de que no sabía cómo terminarlo, por un lado quizás era demasiado fácil llegar a esa verdad sospechada, y por otro lado descubrir que nada de lo que sospechaban era cierto y que se trataba de una bacteria o virus que le provocó la enfermedad, y entonces viene la decepción..., entonces opta por la tercera solución que es salirse por la tangente y dejar el final en suspenso porque el relato sufí considerado el mejor del mundo por Boris Karloff también lo hace así.
Y nos quedamos con un palmo de narices.
Así que atmósfera y desarrollo correcto, el lenguaje no tiene por qué ser más elaborado, no lo requiere, parece más bien un relato de no ficción, al estilo de Soldados de Salamina, me viene a la cabeza, pero con ese final digamos un poco cobarde, parece que el autor no se atreve por temor a defraudar expectativas a llevarlo a uno de los dos finales posibles, y opta por un tercero que quizás es el que más puede defraudar a mi entender.
El jilguero de Donna Tartt. La Iíada de Homero. En la Tierra somos fugazmente grandiosos de Ocean Vuong.