Terminado. Me encantó. Es la segunda novela de Coetzee que leo y me ha resultado imposible no encontrar varias similitudes con
Desgracia:
- En ambas novelas el personaje principal es un hombre
mayor que sostiene una relación con una chica joven y esta relación tiene que ver con su "caída en desgracia". |
- Tanto el magistrado como David Lurie ven sus cargos cuestionados
precisamente por esas relaciones y son destituidos de los mismos, tras lo cual emprenden un camino tortuoso cada uno a su manera, uno que ambos veían venir, pero no hicieron nada para evitarlo (la relaciones entre personas de razas distintas no sólo eran mal vistas, sino que estuvieron prohibidas legalmente durante mucho tiempo en Sudáfrica). |
- Me llama la atención el tipo de relación que sostienen estos hombres con las chicas, en ambos casos hay
cierta imposición del deseo del hombre sobre el de la chica, son ellos quienes disponen y las chicas están en una situación en la que no pueden negarse porque hay una asimetría de poder. Esta imposición no es igual en los dos libros, su carácter es más violento en Desgracia, mientras que en Esperando a los bárbaros la naturaleza de la relación es otra, la chica en realidad no tiene elección y el deseo del magistrado es indirecto, su relación tiene que ver más con la necesidad de limpiar la culpa y la vergüenza que siente por haber permitido las torturas que con el deseo por ella como mujer. |
La novela se desarrolla en el pueblo fronterizo de una nación colonizada sin nombre ni ubicación geográfica. Por el título,
Esperando a los bárbaros, me recordó el poema de Cavafis y la obra de Beckett (una de las grandes influencias de Coetzee)
Esperando a Godot. Al igual que en éstos,
se espera por algo que no llegará. |
Me gustó mucho cómo trata el asunto del poder imperial, la creación de un enemigo invisible, desconocido, del que se suponen muchas cosas, pero no se sabe nada, del que se hace creer lo que conviene y es etiquetado desde el discurso imperial como "el otro" "el bárbaro", quien, valga aclarar, ha habitado esas tierras desde antes de la llegada de los colonos y seguirá haciéndolo cuando todos se hayan ido. Muestra muy bien cómo esta estrategia de infundir terror por el enemigo invisible genera paranoias y enemistades entre pueblos vecinos y lleva a la gente a apoyar invasiones y torturas.
El cuerpo militar/policial del imperio tiene un proceder bastante indignante, inhumano y arbitrario, nunca deja de hacerme gracia la prepotencia con la que poderes centrales pretenden saber más de las provincias que sus propios habitantes, pero lo que más me impactó, aún más que
las descripciones de torturas (más fuertes en la segunda mitad del libro) |
, fue la noción de verdad tan retorcida que tienen, me acordé de "la inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia", la verdad es lo que una figura autorizada, Joll, certifique que es verdad, la verdad es lo que murmura un cuerpo cruelmente torturado, y aún en ese caso, si y sólo si Joll certifica que lo es:
—¿Qué ocurre si el preso dice la verdad —le pregunto— pero nota que no le creen? ¿No es una situación terrible? Imagíneselo; estar dispuesto a confesar, no tener nada más que confesar, estar destrozado y sin embargo ser presionado para seguir confesando. ¡Qué responsabilidad para el que interroga! ¿Cómo puede usted saber cuándo un hombre le ha dicho la verdad?
―Existe un tono especial ―dice Joll―, un tono especial penetra en la voz del que dice la verdad. El entrenamiento y la experiencia nos enseñan a reconocer ese tono.
―¡El tono de la verdad! ¿Puede reconocer ese tono en la conversación cotidiana? ¿Oye si yo digo la verdad?
Es el momento más íntimo que hemos tenido hasta ahora, un momento que él ahuyenta con un ligero ademán.
―No, me está mal interpretando. Ahora hablo solo de una situación determinada, de una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio solo obtengo mentiras, así es, primero sólo mentiras, entonces hay que presionar más; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras este seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.
El dolor es la verdad, todo lo demás está sujeto a duda[...] (p. 15)
Todas las torturas, los interrogatorios inhumanos e injustificados, las humillaciones públicas, los saqueos, el estado en que dejan el pueblo al partir, hacen más que evidente que los verdaderos bárbaros eran ellos, los enviados del imperio. Luchado una guerra absurda e inventada contra un pueblo que no tuvo necesidad de enfrentarlos cuerpo a cuerpo, los pudo vencer por el simple hecho de conocer mejor las dinámicas de su propio territorio. |
El magistrado me ha resultado un personaje memorable, un hombre que
ve claramente cómo funcionan las cosas, entiende a los "bárbaros", las intenciones del imperio y lo que conviene a su pueblo, con cierto sentido de justicia y de buen proceder, pero sin poder para cambiar las cosas ni hacer nada mas que hablar y resistir. |