El tipo (Cuento)

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Ricardo Kleine
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El tipo (Cuento)

Mensaje por Ricardo Kleine »

El tipo

Se lo escuché personalmente y no me lo contó nadie. Yo era chiquito, fue hace muchos años, en una reunión familiar en el departamento de mi tía Carmen que vivía por Palermo. Estaban mis padres, tía Rosita, tía Olinda, Alejandro, tía Carmen, yo y el tipo este que no sé quién era. Alejandro, que evidenciaba una algarabía hormonal, le tenía ganas a Olinda que estaba sentada justo frente a él con un comprometido escote que bordeaba los límites de la prudencia cuyos breteles, más parecidos a un fuelle elastizado, hacían fuerza para sostener aquellos pechos, me acuerdo.

Ya en la mesa, la primera que intervino fue Rosita que, asombrada con el mantel, le pregunto a Carmen
- Que mantel tan bonito y extraño. ¿De qué es?
- De barba de choclo Rosita. Respondió
- ¿¡De barba de choclo?! Interrumpió asombrada la tía… ¿Cómo de barba de choclo?
- Si, viste esa barba, esa barbita que les caen a los maíces cuando están en la planta.
- Si. Sí, claro. Se lo que es, me crie en el campo Carmen. ¿Cuantos choclos se necesitan para hacer este mantel…?? Interrogo asombrada Rosita mientras el resto escuchaba atento
- Unas 2.000 hectáreas. Los recolectan a mano una cooperativa de mujeres peruanas que viven en Bolivia. Hay solamente 9 de estos manteles en todo el mundo.

…y ahí arrancó el tipo aprovechando este ejemplo con eso de que las mujeres deberían dedicarse a la casa, como mi vieja, por ejemplo; a los chicos, a lavar, a planchar, a cocinar, a satisfacer al marido o a hacer manteles…en fin, a lo domestico, que demasiado generoso habíamos sido los hombres con haberle inventado la plancha, el lavarropas, el secarropa, el palo de amasar, el pañal descartable, la escuela…la escuela, decía, para llevar a los chicos así no las molestan todo el día…

- A mi menos Carmencita, es mucho eso. Irrumpió Rosita, cortando la conversación del tipo.
- No era para vos Rosita -respondió Carmen- es para Alejandro que es de buen comer
- ¿Qué es Carmen…? Preguntó Alejandro sabiendo lo rara que era Carmen para cocinar
- Es una comida exótica árabe que se llama Tajín…espero que me haya salido rica
- Tiene buena pinta dijo mi viejo
- Veo que tiene pollo. Adelantó Alejandro.
- No es pollo, es avestruz
- ¡Avestruz! ¿De dónde la sacaste? ¿No será Ñandú? Pregunto Olinda dudosa
- No Olinda, es avestruz, la hice traer para esta cena. Concluyó Carmen.
- ¿Qué más tiene? Ahora se metía mi vieja
- Tiene, además de avestruz, pasta de nueces trituradas con arena del desierto, almíbar de miel, pistacho, sésamo, amapolas, yogurt de tuna y de vainilla, azúcar glas, canela, perejil amarillo y verde, trébol, enebro, pan inglés, jamón, tocino, uvas, arroz carolino, mermelada de quinotos glaseados, pasas de uva blancas y negras, manzana, crema de leche, tostadas, ozono, hielo, agua gasificada, anís, salchichón, galletitas de salvado, gelatina sin sabor y de cereza light, mayonesa, kétchup, tomates, pimienta, limón, mandarina, ají molido, comino, orégano, alcaparras peladas, tomates, zanahoria, berenjenas, nuez moscada y chocolate, poco chocolate, una pizquita. Describió puntualmente Carmen
- Te faltó la sal…
- No lleva…le respondió Carmen a Olinda
- ¿De dónde sacaste esa receta…no la escuché nunca? Preguntó mi viejo
- La copie, tal cual de un libro de Fontanarrosa qu…
- ¡Pero Fontanarrosa no es cocinero! ¿El negro… el de Inodoro Pereyra? ¿A ese Fontanarrosa te referís? La interrumpió mi viejo.
- Si, a ese negro. La copié de una novela que escribió el negro Fontanarrosa que se llama Bets Seller y que trata sobre un sirio, Best Seller que era traficante de armas y se alojaba en los mejores hoteles del mundo y, en uno de esos, le sirvieron Tajín y lo busqué en un libro de la Gandulfo y se los hice. Concluyó Carmen
- Vamos a probarlo…dijo Alejandro
- ¿Cuánto de albahaca? volvió a preguntar Olinda antes de pinchar el avestruz
- Tampoco lleva…

Y el tipo aprovechó el desconcierto de la receta y siguió con el tema de la escuela, que se había inventado para eso, para darle a las mujeres unas horitas de recreo que, además, podían usar para las tareas para las cuales fueron hechas. Tía Rosita que era jubilada docente lo empezaba a mirar raro. Inclusive, aseguraba, que los hombres habían inventado el recuerdo. El recuerdo, sí, la memoria digamos. Habían inventado la memoria. El tipo decía que los hombres habían inventado la memoria. Que la memoria era un invento humano y no una consecuencia del tiempo o de alguna configuración cognitiva, era un invento de los hombres. Escuche como termina. Mire cómo encaja todo el razonamiento…La escuela era un invento de los hombres para darles un recreo a las mujeres y que la memoria servía para que los chicos se olviden de todas las pavadas que le enseñaban allí… ¿Va comprendiendo? Si los hombres no hubiesen inventado la memoria o el olvido, que para el caso es lo mismo, los chicos se tomarían en serio todas las estupideces que les enseñan en la escuela. Y de hecho creo que tenía algo de razón … ¡Qué quiere que le diga! Va, a mí por lo menos me parece eso.

Mis viejos comían, Olinda se atoró con agua y parte le cayó en los pechos por lo que Alejandro se ofreció gentilmente a limpiarla y tía Carmen se había empezado a acalorar con la conversación. Pero sigo, el tipo aseguraba que las mujeres se tenían que dejar de embromar con eso de trabajar fuera de la casa, que la sociedad tal como está concebida, era un invento de los hombres y que no tenían por qué intervenir, que se tenían que quedar en la casa planchando. Porque, hasta inclusive, aseguraba que la casa también la había inventado el hombre para darle un poco de confort a la mujer. A lo sumo, sí, podían opinar sobre los electrodomésticos, sobre la dureza del palo de amasar, el lavarropa… ¡qué sé yo…! Que la plancha andaba mal, que la aspiradora no aspiraba bien y cosas por el estilo…Pero en el resto nada. Calladita la boca. Para esto, mi tía Rosita ya se estaba poniendo nerviosa y en cualquier momento le iba a decir alguna guarangada. El tipo siguió con su planteo en un tono de voz más didáctico que burlón…Mi otra tía, Carmen, algo indignada, se metió y le dijo, tal cual:

- Usted no puede decir eso. ¡Es un disparate! Usted es un machista. Tiro la estocada
Para qué. El tipo, con discreción y mucha inteligencia le respondió.
- Disculpe señora Carmen, pero yo no soy machista, soy macho que es otra cosa, y si no, dígame ¿quién hizo esta cena tan rica? ¿quién planchó esta belleza de mantel de barba de choclo? o, inclusive, ¿quién lo hizo? ¿Quién lavará los platos después de la cena? Supongo que no lo hará su marido o el señor Martín acá presente --Martín era mi papá-- No pretenderá que los lave yo terminó el tipo.
Alejandro se ofreció a lavarlos con tal de terminar con la discusión. Mi tía Carmen, con el tono algo subido, le dijo que no.
- Alejandro, vos te quedas ahí sentado, para eso está la muchacha. Pero muy molesta con la respuesta y lo increpaba, mientras se limpiaba el rímel que le caía hacia la boca con la servilleta
- "Yo no plancheeé el mantel, ni hice la cena y por supuesto no lavaré los platos, aunque no me molestaría hacerlo. Lo he hecho toda mi vida, pero di las indicaciones pertinentes para que usted pueda disfrutar de esta cena que pretendo, además, sea agradable y cordial. Yo debí hacer otras cosas en la empresa de mi marido y he estado muy ocupada trabajando en diversos trámites.
El tipo siguió:
- Si usted no la hizo ¿quién fue entonces?
La cosa se empezaba a poner complicadita…Mi tía le respondió:
- La hizo la empleada doméstica que para eso le pago
- ¿Usted le paga…o su marido?
Mi otra tía, Rosita, se empezó a enojar, yo creo que le quería pegar un cachetazo. Cuando levantó la mano para decirle algo se le enganchó una uña con el bordado del mantel y parece que se le rompió. Entre dientes dijo algo irreproducible, vio como son las mujeres con el tema de las uñas, el tema que la vieja se cayó la boca y no dijo más nada, no le iba a dar de comer a los leones. El tipo siguió, la volvió a mirar a mi tía Carmen y le dijo
- "Cuando la mujer tiene algo de presupuesto lo primero que hacen es contratar a una mucama que siempre son más económicas, no contratan a un hombre, contratan a una mujer… ¿Por qué no contratan a un hombre? Pues, justamente por lo que acabo de decir. Los hombres no servimos para estos menesteres domésticos…Cuando nosotros invadimos su terreno lo hacemos mejor que ustedes, somos los mejores chef, los mejores modistos, los mejores peluqueros e, inclusive -mirándola a Rosita- excelentes pedicuros y hacemos excelentes perfumes. Los hombres hacemos todo bien porque entendemos a las mujeres y a sus caprichosos caprichos”
Al tiempo que mis padres llamaban a la empleada con una campanita para repetir el plato y le pedían al tipo que comiera que se le iba a enfriar la cena.
- “También se puede commmeeer frrriiía” interrumpió mi tía Carmen con los labios cerrados y le siguió:
- "Y quien hace las camas, lava la ropa, limpia la casa. Quien plancha o cose la ropa. ¡Ustedes no lo van a hacer!"
El tipo, con mucha altura e ironía le dice
- "Esas cosas las hacen las mujeres o en su defecto las mucamas que, aunque no lo parezca son mujeres. Lo peor que le puede pasar a una mujer es tener personal doméstico porque entonces se dedican achicar la panza, a endurecer los glúteos, a agrandar los pechos, a eliminar la celulitis, van a la peluquería a chusmear…Los hombres no tenemos celulitis ni la necesitamos" le dijo el tipo.
- Yo tampoco…Comento Olinda.

Para esto Alejandro, con mucha discreción, no dejaba de seguir el lento y caprichoso recorrido de las dos últimas gotas de agua que se perdían, dejando a su paso una levísima estela de humedad como recuerdo de su carrera hacia la comisura da las protuberancias inquietas de los carnosos y opulentos pechos de Olinda que, a la vez, esas sencillas gotitas modificaban su morfología provocándole piel de gallina y haciendo más sensual la escena al erizar los pezones que parecían salirse del vestido. Olinda disfrutaba.

Y mi tía estaba que explotaba y enojada le contesta:
- Y que quieren que hagamos, si después ustedes nos salen con que estamos gordas, que tenemos panza… ¡¿Qué quiere que hagamos?! Lo hacemos por ustedes, no por nosotras, por ustedes.
- “Por eso mismo --dijo el tipo-- ustedes dedíquense a lo suyo que el mundo lo manejamos nosotros, demasiado con que le pagamos mucama y el gimnasio” para esto la conversación empezaba a ponerse pesada, por supuesto que yo no decía una palabra y me entretenía escuchando, mis tíos y mi viejo mudos. El tema ahora era entre el tipo y mi tía Carmen, porque mi otra tía Rosita estaba con la lima arreglando su uña rota y le preguntaba a Olinda si sabía de algún manicuro que atendiera los sábados por la noche.

- Tiene jengibre, le siento un leve picor…Dijo sorprendido mi viejo
- Si, olvide decirlo, hay personas a las que le cae mal. Dijo Carmen ya muy enojada y nerviosa.

Conclusión, Alejandro me pidió que me fuera a la cocina a ayudarlas a las empleadas con el café. Había una que me gustaba, pero yo era muy chico. No se cómo termino el tema, pero el tipo se fue sin tomar café, porque cuando fuimos a llevarlo, el ya no estaba. Años después lo volví a ver en otra reunión familiar, yo ya tenía 16 años. Me pareció extraño que estuviera, sobre todo por lo que paso aquella vez. Este episodio fue muy curioso, resulta que mi vieja estaba charlando con una amiga de la familia, yo estaba con una prima y su novio y aparece el tipo este a presentarse ante nosotros, cuando en ese momento la amiga de mamá le dice a mi vieja:
- Elsa, que bien que tenes la cara. Lo tenes perfecta, pareces una nena ¿qué crema usas?
Y mi vieja le sale con una crema anti arrugas de, creo que de tortuga de la India o las Galápagos o algo por el estilo y ahí se mete el tipo con un planteo rarísimo. Es el día de hoy que lo recuerdo. Decía algo así como que las personas de clase media casi no tenían arrugas en la cara y que no se debía tanto a las cremas anti arrugas sino más bien a una tendencia natural que tienen de escapar a la verdad. Como que en vez de mirar al futuro regresaban a la niñez. Claro. Lo que el tipo decía era que la niñez…refiriéndose a la niñez de la clase media, había sido muy linda y confortable y que en general no habían sufrido demasiados problemas, de manera que en vez de proyectarse al futuro que es siempre incierto y por lo tanto temido, la gente pretendía volver a la niñez, al regazo materno. Inclusive, fíjese que curioso, aseguraba que ese argumento que tenía la clase media de "Ser realistas" era una infantil fantasía para regresar a la niñez. Por eso es que, a esta gente, que él consideraba inmadura, no le salían muchas arrugas, porque era un intento irresponsable de burlar la muerte y vivir eternamente jóvenes entusiasmados en vivir la realidad. "Se auto engañaban" repetía”. El tipo aseguraba que había una gran diferencia entre la verdad y la realidad. Que la realidad era un invento para pasarla bien y mantenerse ocupado y que la verdad era un martirio que evitaban. La gente pobre --según el tipo-- había tenido una niñez tan miserable y carente de tantas cosas que no querían volver a ella y que por el contrario le escapaban buscando el futuro. Por eso es que esta gente confiaba más en el porvenir que en el pasado. Preferían arriesgar a lo incierto que, por incierto que fuera, era preferible que volver a la miseria. De ahí las arrugas de esta gente, inclusive muchos de ellos aparentaban ser mucho más viejos que la edad real que tenían. Porque claro, vivir la verdad no es fácil. Un planteo extraño, pero me dejo pensando. Nunca más lo vi, ni supe de él ni volví a probar ese plato exótico asiático…muy desabrido. La comida sin sal, no me gusta…


Ricardo A. Kleine Samson
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Cipolletti, 4 de octubre de 2019
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lucia
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Re: El tipo - Cuento

Mensaje por lucia »

Tienes una forma de contar muy linda, pero sigues subiendo sin repasar (y ese cayó de callar, con y en vez de ll, canta demasiado).

Y a pesar de que el tipo era machista y su teoría final de la niñez de la clase media está curiosa, es un poco irreal, porque la felicidad en la niñez no depende de la riqueza de los padres, sino de la atención que te presten.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Ricardo Kleine
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Re: El tipo (Cuento)

Mensaje por Ricardo Kleine »

Gracias Lucia, prometo repasar...Un saludo
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