El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

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jose2v
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jose2v »

jilguero escribió: 14 Jun 2020 11:13

El peñón de los naufragios (fragmento)
“Encima del papel se apilaban los días en que dudas apenas nos guardaban del frío”, continuó leyendo. ¿Cómo podía alguien expresar con palabras esa sutileza? Así había sido durante mucho tiempo, durante todos aquellos largos años en los que las dudas fueron las únicas que le sirvieron de frágil refugio frente al frío glacial que le provocaba su recuerdo. De no haber sido por ellas ya estaría muerta, como él, en su eterna cama de hielo, ahora inmóvil, atrapado, un puro carámbano, cuando lo suyo había sido el movimiento, la acción, el no quedarse nunca quieto.

Sí, en su lecho de nieve, con su traje de montañero por mortaja, los crampones en las botas y el piolet en la mano. En su sepultura blanca, ilimitada, libre, lejos de los que creen estar vivos cuando ya hace tiempo que murieron. Muerto que pasaba por vivo. Niño no deseado. Puñadito de células que se rebelaron porque querían construir un canto doble a la vida. Pólipo bicéfalo que no se soltó del seno materno cuando Adelaida, madre ya de una parejita, quiso desembarazarse dando saltos de loca. Mujer desesperada, inculta, pero sobre todo insensible, que no dudó, más tarde, en contárselo al hijo, al que todos creían suyo, cuando en realidad lo era sólo de la rebeldía.

Fruto maduro en que se transformó la mitad del primigenio amasijo de células. Triste nana con dos voces nacida de un desesperado réquiem materno. Adolescente que lloró al saberlo; y que también lo hizo al ver al otro muerto, tirado en el campo de deportes, bajo la canasta de baloncesto. La había golpeado involuntariamente, mientras intentaba anotar en el marcador un tanto más de su equipo, y por desgracia fue a caer sobre el frágil cuerpo del otro, acertándole un golpe fatal en la cabeza, cambiando el rojo de su lúdico sofoco en lívido blanco de muerto.

Niño grande que también se sabía predestinado a la muerte temprana y miraba, por ello, los andenes vacíos con mucha calma. Desde siempre supo que su tren había partido ya, incluso antes de su nacimiento. Y justo porque lo sabía, nunca se apresuraba, sino que le concedía a cada cosa su tiempo. Su vida transcurría, monótona y tediosa, tras el mostrador del negocio familiar. Pero, en cuanto saltaba la ocasión, abandonaba la ciudad y, soñando con que lo suyo hubiera sido una nana en lugar del frustrado réquiem materno, se adentraba en las solitarias sierras y se refugiaba en su reino: en la montaña. Mas antes de hacerlo, se detenía a comer cerezas por los caminos y, con una parsimonia inigualable, aguardaba a la noche en las cunetas.

Así se lo contó a ella, a su amiga, cuyas cartas no deseaba que nadie tocara, primero entremetidas entre las hojas de su libro de montañero; luego, cuando ya fueron demasiadas y comenzaron a desencuadernarlo, atadas con una cinta rosa, escondidas encima del armario. Niño eterno, puñadito de células maternas rebeldes, breve canto a la vida, larga balada en el blanco lecho de muerte. Certidumbre de quien se sabía réquiem cuando todos lo creían nana. Durmiente que pasa por muerto, porque ya no se mueve, porque ya no necesita hacerlo, porque ya lo está haciendo en sus sueños blancos. Sueños de nieve, de aludes que no matan, que sólo entierran al montañero en fríos lechos para que al fin pueda vivir los sueños más bellos, los reservados desde siempre a los más valientes.

Así lo piensa ella, desde que se enteró de su muerte, con retraso, a destiempo, cuando ya todos los demás se habían consolado. Condenada, por ello, al duelo solitario de quien no supo estar atenta, de quien no supo escuchar el último adiós del amigo, de quien falló en lo que no se puede fallar, de quien ya no sabe cuándo ni cómo encontrará el descanso. Vida inmóvil, serena, atrapada entre las nieves perpetuas. Montañero que murió en ellas, que se quedó a vivir en su blanco lecho para siempre porque sabía que ésa era la única manera posible de conquistar aquel indomable territorio. Sueños blancos de los que ella, la no montañera, la amiga que no acudió a tiempo, ni siquiera sabe si formará parte. Destino de renuncias hasta conseguir entrar en ellos. Duda eterna que no cesa, que la atormentará hasta que también ella esté muerta, como él, atrapada, quieta, siempre soñando con esa vida previa en la que ambos se habían conocido, por casualidad, en medio de un tórrido verano, por una simple llamada telefónica...

Deliciosa pamplina, sietecolores.
Te voy a regalar un fez aburelado, dos palabros de mi lectura actual.

:60:
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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

jose2v escribió: 14 Jun 2020 11:31 Deliciosa pamplina, sietecolores.
Yo pensaba, JoseW, que no leías las pamplinas; o igual estaba en lo cierto y has leído está por su brevedad. :cunao:
*****

Dije, Cata, que ya comentaría lo que hay de verdad y lo que no es esa pamplina. Y lo haré, pero hoy imposible. Sigo muy liada, pues la pandemia hace que lo que antes se hacía de forma cotidiana y con facilidad ahora se haya complicado una barbaridad y tarde mucho más en hacerlo. Volveré cuando pueda. Me gusta hablar del amigo de los sueños blancos. En su momento me traumatizó, pero ahora hasta os recuerdos tristes están llenos de belleza.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jose2v »

jilguero escribió: 16 Jun 2020 12:01
jose2v escribió: 14 Jun 2020 11:31 Deliciosa pamplina, sietecolores.
Yo pensaba, JoseW, que no leías las pamplinas; o igual estaba en lo cierto y has leído está por su brevedad. :cunao:
*****

Dije, Cata, que ya comentaría lo que hay de verdad y lo que no es esa pamplina. Y lo haré, pero hoy imposible. Sigo muy liada, pues la pandemia hace que lo que antes se hacía de forma cotidiana y con facilidad ahora se haya complicado una barbaridad y tarde mucho más en hacerlo. Volveré cuando pueda. Me gusta hablar del amigo de los sueños blancos. En su momento me traumatizó, pero ahora hasta os recuerdos tristes están llenos de belleza.
Como surja. Como todo.

Me encanta la tortilla de patatas, pero si no me surge comerla, no me surge.

:wink:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Parece un poema, Jilguero. Tiene mucha fuerza, parece escrito con las vísceras fuera.

El tema de la montaña es fascinante. Tengo que leer más sobre ello y subir un día yo una (que traducido resulta escribir un relato sobre eso).
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Con tu permiso, Jilguero, le voy a contar a Cata lo que nos sucedió la otra tarde en el trabajo. Tú ya sabes de qué va...

Ahora sé que radiopatrullas es el destino más bonito de cuantos hay en la Policía Nacional. No es algo que descubriera la otra tarde sino tiempo atrás, cuando me incorporé al turno del que ahora formo parte. Pero sí es cierto que el otro día se dieron una serie de circunstancias que hacen que me ratifique en ello y que valore más el trabajo realizado estos últimos cuatro años.

Curiosamente, ahora me ha surgido una oportunidad de cambio que no entraba en mis planes, y ando sopesándola pues, si bien el trabajo es sin duda tedioso y monótono, y perdería el día a día con los compañeros y amigos, sé que sería bueno para la familia, y, tal vez, tendría allí tiempo para estudiar y progresar.

Ando por eso algo tristón pensando que tal vez me vaya del trabajo para el que pienso que he nacido... Pero, yo venía a contar otra cosa.


Cádiz se detenía

Por si no volvemos a saber de ti, por si no despiertas; por si lo haces, pero no recuerdas; por si las emociones que experimentamos aquella tarde se diluyen con el transcurso de otras muchas, déjame plasmar ahora lo que once agentes de la Policía Nacional vivimos a tu lado, cuando te encontramos sin vida en una acera...

“Una mujer se ha desplomado en la vía pública. Parece que no responde a ningún estímulo”.

No pasaron tres minutos desde que recibimos aquel comunicado y ya estábamos allí, gracias a la ayuda de numerosos viandantes que nos indicaron el lugar preciso donde te encontrabas. Te habían colocado en posición lateral de seguridad y, por unos segundos, quisimos creer que estabas a salvo, víctima de un simple desvanecimiento, un golpe de calor tal vez.

La realidad era bien distinta: estabas inconsciente, no respirabas, no tenías pulso. En ese instante comenzamos la reanimación.

Apenas habíamos iniciado la maniobra cuando otros cinco agentes se sumaron a lo que, sin duda, pasó a ser un operativo de rescate. Las tareas se diversificaron: a tu alrededor dispusimos un vasto perímetro de seguridad, localizamos a las personas que te vieron derrumbarte mientras recorrías aquella avenida, filiamos a tus primeros asistentes, cerramos el tráfico del carril inmediato a la acera en la que yacías y reiteramos la solicitud de una ambulancia.

Diez, tal vez doce minutos intensos, pero en los que todo sucedió tal y como debía. Y entonces hicieron acto de presencia aquellos que deberían devolverte a la vida. Te aseguro que me sigue emocionando ver trabajar a los sanitarios que, día tras día, dan lo mejor de sí por los demás.

Esta vez sería una dotación del 061 la que obraría el milagro. Nos pidieron que mantuviésemos las compresiones torácicas mientras ellos comprobaban tus constantes vitales, te preparaban una vía, te inyectaban adrenalina. Por muchas que sean las veces que les veo actuar, no deja de sobrecogerme su profesionalidad y entrega. Nuestro mejor seguro de vida son ellos, sin duda.

Abandoné la rueda de relevos que habíamos establecido para practicarte la reanimación y, agotado, me puse en pie. Y fui entonces consciente de cuanto acontecía: te rodeaban agentes uniformados y de paisano, cada uno con un cometido específico e imprescindible en aquellos instantes. Por la Avenida Juan Carlos I dejaron de transitar peatones. Algo similar ocurrió —aún no conocía el porqué— con el tráfico rodado: menguó, se ordenó... Era como si nadie que fuese consciente de tu situación quisiera perturbar la labor de los sanitarios. Más tarde supe que mis compañeros Hércules —seguro que los has visto en más de una ocasión callejeando por Cádiz con sus motocicletas— habían salido de su distrito y, por iniciativa propia, habían asumido la regulación del tráfico en aquella vía. Agentes de paisano se hicieron cargo de tus pertenencias, hablaron con tus familiares: estaban allí para lo que fuera necesario.

No solo esto sucedió durante la hora larga en que tuvo lugar la intervención.

La malla en la que operamos guardó un escrupuloso silencio. Y es que mientras estábamos contigo no hubo hurtos, ni robos, ni se produjo ningún hecho delictivo o suceso alguno de carácter asistencial o humanitario que precisara de la intervención policial —no digo solo en nuestra ciudad, me refiero también a aquellas otras localidades con las que compartimos canal en el equipo de transmisiones—. Todos teníamos que estar junto a ti; y lo estuvimos gracias a los cinco policías que, sin estar contigo, sabían de ti, y se encargaron de derivar las llamadas que entraban en el 091 a otros servicios de emergencia.

De algún modo, Cádiz entera se detuvo por ti.

José termina en dos días su período de prácticas. La semana que viene le entregan carné y placa, e irá destinado lejos de su casa para seguir asombrando, con su buen hacer, a todos cuantos tengan la fortuna de trabajar a su lado, tal y como ha sucedido en esta nuestra plantilla.

José es uno de los policías en prácticas que tuvo un papel crucial en lo que aquí narro, el de la fotografía, el que más tiempo estuvo a tu lado practicándote la reanimación cardio-pulmonar: no abandonó la rueda de relevos hasta que no te vio entrar en la ambulancia.

Te contaré un pequeño secreto, aunque ello suponga traicionar un tanto la confianza de mi compañero, pues me lo contó bajito, al oído, cuando te vimos partir, ya con vida, rumbo al hospital. José empieza una nueva etapa como profesional (que todos cuantos le conocemos deseamos que se extienda por al menos cuarenta años más), pero mientras tú te alejabas me confesó que duda de que, a lo largo de la misma, vaya a realizar un servicio más importante que el que desarrolló, en aquella su última tarde con nosotros, cuando te encontró en la calle y sin vida en una acera de Cádiz.


Jilguero, ahora tienes este relato -medio tuyo, medio mío- subido en la página principal de la Policía, en Facebook, en Instagram, en Diario de Cádiz, en La Voz Digital, en Cadiznoticias... El martes me llamaron de Cadena Ser... Está José que no puede salir de casa, :cunao:.

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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Tolomew Dewhust escribió: 18 Jun 2020 12:01 Parece un poema, Jilguero. Tiene mucha fuerza, parece escrito con las vísceras fuera.

El tema de la montaña es fascinante. Tengo que leer más sobre ello y subir un día yo una (que traducido resulta escribir un relato sobre eso).
La verdad es que no parece mío. Supongo que porque está escrito como una especie de catarsis. Aunque sé que ya se lo conté a Cata páginas atrás, seguramente ya no lo recordéis. Perder a un amigo tan joven siempre impresiona, si bien yo ya tenía la experiencia previa de la pérdida de Miriam en plena adolescencia. Pero la forma en que me enteré fue muy dura. Fue, como digo ahí, a destiempo, cuando el resto de amigos ya habían hecho su propio duelo.

Quise darle una sorpresa y, al regreso de un congreso en Perlora (Asturias), pacté con el compañero con el que iba, que es muy apañado y también lo conocía de alguna visita de Paco a Cádiz, en que haríamos noche en Cáceres. Sabía que, a la sazón, trabajaba como bombero y, nada más llegar por la tarde a Cáceres y dejar las cosas en el hotel, nos fuimos los dos al parque de bomberos. Había dos compañeros de Paco en atención al público y, cuando dije su nombre, se quedaron asombrados y luego uno de ellos me soltó de sopetón que había muerto en el Himalaya hacía ya un tiempo (no recuerdo ahora mismo si hacía un año o dos). MI compañero nos se lo podía creer y me dijo que igual era un error, que repitiera su nombre. Pero al saber que había muerto en la montaña tuve claro que era él.

Y luego, una vez de vuelta, asimilarlo no fue fácil y, como pasa cuando ya es algo irreversible, recordé su última llamada de teléfono después de un tiempo sin contacto. Fue poco antes de partir para la expedición. Dudaba si ir a Holanda a ver a una amiga o venir a Cádiz a verme a mí. Yo le dije que eligiera él, si bien yo estaba a tope de trabajo e igual no le podía dedicar mucho tiempo. Y eso, haberle dicho que no tenía mucho tiempo (era verdad) me ha dejado cierto sentimiento de culpa y es la causa de que diga eso de fallar en lo que nunca se debe fallar.

Resumiendo, una bonita amistad que se truncó de manera trágica para todos los que lo apreciábamos. Pero era el final del que siempre me había hablado y por eso quiero pensar que fue el mejor posible para alguien que amaba tanto la montaña. Seguro que ahora está soñando eso bellos sueños blancos tan inalcanzables para los que, como yo, no somos valientes.

En cuanto a que el tema es apasionante, pues ánimo y métele el diente. :wink:

Tolomew Dewhust escribió: 18 Jun 2020 12:01 Con tu permiso, Jilguero, le voy a contar a Cata lo que nos sucedió la otra tarde en el trabajo. Tú ya sabes de qué va...

Ahora sé que radiopatrullas es el destino más bonito de cuantos hay en la Policía Nacional. No es algo que descubriera la otra tarde sino tiempo atrás, cuando me incorporé al turno del que ahora formo parte. Pero sí es cierto que el otro día se dieron una serie de circunstancias que hacen que me ratifique en ello y que valore más el trabajo realizado estos últimos cuatro años.

Curiosamente, ahora me ha surgido una oportunidad de cambio que no entraba en mis planes, y ando sopesándola pues, si bien el trabajo es sin duda tedioso y monótono, y perdería el día a día con los compañeros y amigos, sé que sería bueno para la familia, y, tal vez, tendría allí tiempo para estudiar y progresar.

Ando por eso algo tristón pensando que tal vez me vaya del trabajo para el que pienso que he nacido...
Tienes un trabajo duro y a veces no todo el mundo sabe valorar lo que hacéis, pero creo que, como bien dices, has nacido para ello y es una suerte para los demás que lo desempeñes. Aunque entiendo que la responsabilidad familiar te pese también. En fin, piénsatelo bien y haz lo que tengas que hacer. Seguro que echaré de menos no encontrarte en cualquier esquina, como ocurre ahora. De higos a brevas, pero ocurre :D.

Tolomew Dewhust escribió: 18 Jun 2020 12:01
Jilguero, ahora tienes este relato -medio tuyo, medio mío- subido en la página principal de la Policía, en Facebook, en Instagram, en Diario de Cádiz, en La Voz Digital, en Cadiznoticias... El martes me llamaron de Cadena Ser... Está José que no puede salir de casa, :cunao:.
No seas exagerado, Catulo. Si hubiera estado escrito a cuatro manos lo diría con orgullo, pero darle un repaso para comprobar que todo se entiende y suena bien no le merma nada a tu total autoría.

Y lo voy a editar en otro mensaje para engarzarlo mañana al índice.
Última edición por jilguero el 18 Jun 2020 19:50, editado 1 vez en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Tolomew Dewhust escribió: 18 Jun 2020 12:01
Cádiz se detenía

Por si no volvemos a saber de ti, por si no despiertas; por si lo haces, pero no recuerdas; por si las emociones que experimentamos aquella tarde se diluyen con el transcurso de otras muchas, déjame plasmar ahora lo que once agentes de la Policía Nacional vivimos a tu lado, cuando te encontramos sin vida en una acera...

“Una mujer se ha desplomado en la vía pública. Parece que no responde a ningún estímulo”.

No pasaron tres minutos desde que recibimos aquel comunicado y ya estábamos allí, gracias a la ayuda de numerosos viandantes que nos indicaron el lugar preciso donde te encontrabas. Te habían colocado en posición lateral de seguridad y, por unos segundos, quisimos creer que estabas a salvo, víctima de un simple desvanecimiento, un golpe de calor tal vez.

La realidad era bien distinta: estabas inconsciente, no respirabas, no tenías pulso. En ese instante comenzamos la reanimación.

Apenas habíamos iniciado la maniobra cuando otros cinco agentes se sumaron a lo que, sin duda, pasó a ser un operativo de rescate. Las tareas se diversificaron: a tu alrededor dispusimos un vasto perímetro de seguridad, localizamos a las personas que te vieron derrumbarte mientras recorrías aquella avenida, filiamos a tus primeros asistentes, cerramos el tráfico del carril inmediato a la acera en la que yacías y reiteramos la solicitud de una ambulancia.

Diez, tal vez doce minutos intensos, pero en los que todo sucedió tal y como debía. Y entonces hicieron acto de presencia aquellos que deberían devolverte a la vida. Te aseguro que me sigue emocionando ver trabajar a los sanitarios que, día tras día, dan lo mejor de sí por los demás.

Esta vez sería una dotación del 061 la que obraría el milagro. Nos pidieron que mantuviésemos las compresiones torácicas mientras ellos comprobaban tus constantes vitales, te preparaban una vía, te inyectaban adrenalina. Por muchas que sean las veces que les veo actuar, no deja de sobrecogerme su profesionalidad y entrega. Nuestro mejor seguro de vida son ellos, sin duda.

Abandoné la rueda de relevos que habíamos establecido para practicarte la reanimación y, agotado, me puse en pie. Y fui entonces consciente de cuanto acontecía: te rodeaban agentes uniformados y de paisano, cada uno con un cometido específico e imprescindible en aquellos instantes. Por la Avenida Juan Carlos I dejaron de transitar peatones. Algo similar ocurrió —aún no conocía el porqué— con el tráfico rodado: menguó, se ordenó... Era como si nadie que fuese consciente de tu situación quisiera perturbar la labor de los sanitarios. Más tarde supe que mis compañeros Hércules —seguro que los has visto en más de una ocasión callejeando por Cádiz con sus motocicletas— habían salido de su distrito y, por iniciativa propia, habían asumido la regulación del tráfico en aquella vía. Agentes de paisano se hicieron cargo de tus pertenencias, hablaron con tus familiares: estaban allí para lo que fuera necesario.

No solo esto sucedió durante la hora larga en que tuvo lugar la intervención.

La malla en la que operamos guardó un escrupuloso silencio. Y es que mientras estábamos contigo no hubo hurtos, ni robos, ni se produjo ningún hecho delictivo o suceso alguno de carácter asistencial o humanitario que precisara de la intervención policial —no digo solo en nuestra ciudad, me refiero también a aquellas otras localidades con las que compartimos canal en el equipo de transmisiones—. Todos teníamos que estar junto a ti; y lo estuvimos gracias a los cinco policías que, sin estar contigo, sabían de ti, y se encargaron de derivar las llamadas que entraban en el 091 a otros servicios de emergencia.

De algún modo, Cádiz entera se detuvo por ti.

José termina en dos días su período de prácticas. La semana que viene le entregan carné y placa, e irá destinado lejos de su casa para seguir asombrando, con su buen hacer, a todos cuantos tengan la fortuna de trabajar a su lado, tal y como ha sucedido en esta nuestra plantilla.

José es uno de los policías en prácticas que tuvo un papel crucial en lo que aquí narro, el de la fotografía, el que más tiempo estuvo a tu lado practicándote la reanimación cardio-pulmonar: no abandonó la rueda de relevos hasta que no te vio entrar en la ambulancia.

Te contaré un pequeño secreto, aunque ello suponga traicionar un tanto la confianza de mi compañero, pues me lo contó bajito, al oído, cuando te vimos partir, ya con vida, rumbo al hospital. José empieza una nueva etapa como profesional (que todos cuantos le conocemos deseamos que se extienda por al menos cuarenta años más), pero mientras tú te alejabas me confesó que duda de que, a lo largo de la misma, vaya a realizar un servicio más importante que el que desarrolló, en aquella su última tarde con nosotros, cuando te encontró en la calle y sin vida en una acera de Cádiz.



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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Según parece, Cata, vuelve el calor. Aquí será algo más liviano que en Sevilla, pero los días de Levante hasta en Gades nos habremos de encerrar a cal y acanto.

Ayer saqué a Tecla de paseo y por la tarde te diría que se la veía más contenta. Todavía hay ciertas discontinuidades en el carril bici, pero la verdad es que han avanzado bastante. Por fortuna para mí, de momento, salvo los sábados y domingos a las horas familiares (de 11 de la mañana en adelante), hay bastante poco tráfico. La única pega que le veo es que hay tramos donde nos han pegado más a la zona de tráfico de vehículos que a la propia costa. Con todo, por la mañana tempranito no hay problema por circular junto al mar. En fin, que a pesar de que esto de la pandemia sigue siendo un marrón, estar cerca del mar lo hace más llevadero.

Y...¿qué te parece eso de que Catulo se nos retire de la calle? Imagino que tú, como su santacatalina que eres, respirarás con alivio. Pero los gaditanos vamos a salir perdiendo y el poeta de guardia todavía más. :?

Pd: ya está en el índice Cádiz se detenía y Una voz azul nazareno.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Ya me ha llamado la santa para pedirme explicaciones al respecto, :dragon:... Es que puse aquí lo de la posibilidad de cambio en mi trabajo pero a ella no le había dicho nada. Una especie de "control de calidad", para saber cómo de atrasada iba en su lectura de las cositas del bujío. Lo lleva prácticamente al día, :shock: .

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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Alguna vez creo haber comentado que padezco agorafobia. No, no me lo ha dicho ningún médico así que no está diagnosticada, pero tampoco me hace falta que me lo diga un doctor pues a estas alturas de la película sé fehacientemente a qué le tengo miedo en la vida.

Nunca he estado a gusto en las aglomeraciones, algo que se ha ido acentuando estos últimos años, y ahora es algo de lo que rehuyo con pavor.

Es por eso que ayer fue mi primer día de playa, no así del resto de la familia, que ya tuvo un par de incursiones sin mí en lo poco que va de verano. Y fui porque en la aplicación que se ha inventado el ayuntamiento indicaba que el porcentaje de ocupación era de un 5 % (que pensé yo errada pues imaginaba la arena colmada de sombrillas).

Fuimos a la de Sancti Petri, y, ciertamente, casi no había gente allí: las personas se podían contar con los dedos de las manos.

El agua estaba limpia, cristalina, y apenas había olas, que fueron menguando hasta desaparecer a media tarde.

Como no hacía mucho que había leído la historia del castillo de Sacti Petri, y de su predecesor, el Templo de Hércules, pasé absorto en su contemplación largo rato, sorprendiéndome en un momento determinado la imagen recortada de un pequeño barco velero. A buen seguro tendría un motor diésel de pocos caballos (pensé), aunque lo quise imaginar arrastrado únicamente por la fuerza del viento.

Pensé entonces en lo afortunado que sería a bordo del mismo, recorriendo las inmediaciones de aquella fortaleza antigua. Y quise ser fenicio y rememoré lo poco que conozco de aquella época. Cuán afortunado es el propietario de aquel barco -pensé después. Segundos más tarde, para mi sorpresa, lo único que deseé fue estar frente al mar, contemplando aquel barco navegar con sus velas.

Me di cuenta tarde de que cuanto deseaba era justo lo que estaba sucediendo, pues, cuando fui consciente de ello, el barco desaparecía rumbo al puerto de las embarcaciones de recreo de aquel caño.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Aves de paso

Cuando pienso en mi infancia, Cata, me digo que fui una gran afortunada. Y aun así, como era niña asilvestrada pero sedentaria, hubo días en que miré con envidia a quienes eran aves de paso.

Aves de paso como los pastores que aparecían con sus rebaños, llegados de Dios sabe dónde, para que sus ovejas aprovecharan la paja de los rastrojos justo unos días antes de que les metieran fuego. Y cuando llegaba la noche, no necesitaban casa, sino que echaban una manta al suelo y dormían con el cielo estrellado como todo techo…

Aves de paso como los gitanos que una vez vi pasar desde arriba, desde esos escalones de casa, que todavía hoy guardan el recuerdo del calor y el peso de nuestros cuerpecillos de entonces. Los primeros en notar su paso fueron los perros y, al escuchar sus ladridos y verlos mirando hacia el camino de grava y arena que bajaba hasta el arroyo, corrí a sentarme en la escalinata para ver con comodidad el espectáculo. Una carreta con la techumbre de lona como las que solo había visto en los chamarileros de las películas del Oeste: con los cacharros de hojalata colgados del techo y tintineando con los movimientos. Y una algarabía de churumbeles, todavía más asilvestrados que nosotros, corriendo delante del carromato…

Aves de paso como los meloneros que sembraban en primavera las simientes en la planicie que había junto al arroyo y, en cuanto empezaban a madurar los melones, construían una choza enorme de paja a la que se trasladaban a vivir con toda la familia. Una choza con una habitación principal donde dormían, y una especie de rústico alpende a la entrada que era donde hacían el reto de la vida. Niños de mi edad que andaban descalzos con una tajada de melón en las manos...

Aves de paso de vida dura, casi miserable, pero que yo, afortunada que vivía en una casa de ladrillos y desayunaba cada mañana pan con mantequilla, desde la ingenuidad y el desconocimiento, envidiaba por creerlos tan libres como los pájaros.

niñoscomiendo uvas y melon (murillo).jpg
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Última edición por jilguero el 20 Jun 2020 22:11, editado 3 veces en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jose2v »

Hermoso, jilguero.

Sigue siendo la niña que fuiste, y aún conservas, y en cada noche, por más lejos que estés, sigue diciendo para tus adentros: "Buenas noches, papá; buenas noches, mamá", que es la frase más bonita que la vida nos da.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Tolomew Dewhust escribió: 20 Jun 2020 11:20 Ya me ha llamado la santa para pedirme explicaciones al respecto, :dragon:... Es que puse aquí lo de la posibilidad de cambio en mi trabajo pero a ella no le había dicho nada. Una especie de "control de calidad", para saber cómo de atrasada iba en su lectura de las cositas del bujío. Lo lleva prácticamente al día, :shock: .

Eso es una gran idea. Me refuero a darle noticias en el bujio. Así nos aseguramos que su proceso de santificación sigue en marcha a buen ritmo
Tolomew Dewhust escribió: 20 Jun 2020 11:42 Pensé entonces en lo afortunado que sería a bordo del mismo, recorriendo las inmediaciones de aquella fortaleza antigua.
Cuando he colgado mi comentario de cómo de niña añoré alguna vez a quienes eran aves de paso, no habia leído el tuyo. Veo cierta similitud en el trasfondo: quien está contento con lo que le ocurre y, sin embargo, hay momentos en que siente añoranza de lo que no le ocurre.
jose2v escribió: 20 Jun 2020 14:06 Sigue siendo la niña que fuiste, y aún conservas, y en cada noche, por más lejos que estés, sigue diciendo para tus adentros: "Buenas noches, papá; buenas noches, mamá", que es la frase más bonita que la vida nos da.
No siempre es fácil, JoseW. Cuando pienso en mis padres, a veces pienso en esos a los que yo debía dar seguridad y entonces la niñez desaparece. Otras, veces, en cambio, consigo pensar en esos que me daban seguridad y vuelvo a ser la niña despreocupada que veía la vida como una aventura apasionante e interminable.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jose2v »

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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Estrella de mar »

Tolomew Dewhust escribió: 20 Jun 2020 11:20
El martes me llamaron de Cadena Ser...
¿Y no hay enlace a la entrevista? :desierto:

El relato llega hondo. Un abrazo enorme, niño lindo y sensitivo. Hazle llegar desde el este otro a José. Ya no va a poder el pobre ni salir de casa. Jaja

Un beso a pajarini y un pellizco en el cul a la santa.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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