Durante el paso de las dos últimas borrascas, Cata, he sufrido viendo a estos metrosideros (Metrosideros excelsa) siendo maltratados por el viento.
Como diría mi abuela, la que era de costumbres fijas hasta la noche en que el cangrejo de río mudó el caparazón y ella no se acostó hasta que hubo acabado, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Ya sabes que los metrosideros son árboles con una floración roja muy vistosa y con unas copas muy frondosas, que lucen de maravilla en algunos parques y jardines de esta ciudad.
Pero precisamente por tener esas copas tan frondosas son inadecuados para lugares donde el viento castiga con excesiva fuerza, como es el caso del extremo de esta calle colindante con el paseo marítimo. El día que saqué la foto, al salir de casa, tuve que hacer varias intentonas antes de conseguir doblar esa esquina de la calle, de la fuerza que tenía el viento.
En realidad, los tres tienen ya los troncos inclinados de forma permanente y me da que cualquier día les pasará lo mismas que a sus antecesores. Porque no es la primera vez que los siembran y los tumba el viento, por eso he dicho lo de tropezar dos veces en la misma piedra.
A veces pienso que debería enterarme de quién lleva el tema de elegir las especie de árboles que se siembran en las calles de Gades y hablarle del maltrato que sufren, por parte del viento, estos metrosideros, a ver si tienen a bien trasplantarlos a un lugar más idóneo antes de que acaben tronchados como sus predecesores.
Por lo demás, informarte que Tomás sigue vivo puesto que veo sus cagadas frescas, así, como la arena recién extraída de sus madriguera. Pero que llevo meses sin conseguir verlo. Y eso que he bajado la rampa a diferentes horas. No sé si habrá tenido alguna mala experiencia con los perros y eso le ha vuelto otra vez más esquivo.
Y aquí te dejo ese movimiento de la quinta sinfonía de Beethoven, lleno de contrastes, que me gusta mucho. A ver qué te parece.