La cenicienta siglo XXI
- dorsvenabili
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La cenicienta siglo XXI
Había una vez un matrimonio muy feliz que tenía una hija a la que llamaron Desirée, que quiere decir, “la deseada”. Eran gente modesta que habían hecho algo de fortuna trabajando duramente e invirtiendo con sabiduría. Cuando Desirée cumplió quince años, la madre enfermó de cáncer, y en el lecho de muerte pidió a su marido:
- Por favor, vuélvete a casar, no quiero que Desirée crezca sin una madre.
El padre quedó desolado y se refugió en el trabajo. Aconsejado por los amigos, empezó a salir y a intentar quedar con alguna mujer. Pero tiempo después conoció a una mujer que le gustó (con la única que tuvo tema) y acordaron casarse para que su hija tuviera una figura materna y mitigar su respectiva soledad.
La nueva mujer era una señora divorciada con dos hijas gemelas, llamadas Vane y Jenny. Era la versión divorciada de la Viuda Negra, que en vez de asesinar a sus maridos para quedarse con la herencia, conseguía mantener la posición social deseada a base de jugosos acuerdos de divorcio. Estaba claro que deseaba repetir la jugada una vez más, pero había un pequeño gran problema: Desirée.
El padre parecía feliz, su mujer, sus hijas y la propia hija parecían llevarse bien. Complacido, tuvo la sensación que había cumplido con su primera esposa a la que podría añorar en paz sin sentirse culpable. Lo peor de todo es que sus negocios inmobiliarios sufrieron un revés. Reunió a toda la familia y les explicó la situación:
- Veréis, mis negocios han sufrido una mala racha y tendremos que apretarnos el cinturón.
- No te preocupes, cari – le consoló su esposa -. Creo que unos pequeños ajustes nos ayudarán a salir a flote: podríamos quitar Internet, la televisión vía satélite y hacer nosotros la faenas domésticas para despedir a Isabel.
La malvada madrastra tomó el mando en aquella casa y mostró su verdadera cara. La vida de Desirée cambió de la noche a la mañana para peor. El padre se centró tanto en sus negocios que pareció perder cualquier noción de la realidad doméstica.
Jenny y Vane resultaron ser unas dignas hijas de su progenitora. Eran unas buenísimas aspirantes a ni-ni, y lo habrían sido al 100% si no fueran al instituto. Eran unas tripitidoras de cuidado a las que, según su madre, los profesores les tenían manía. Su filosofía en la vida era vivir de los padres hasta que se pudiera vivir de los hijos, habiendo expoliado entre medias a uno o dos maridos.
El reparto tan cacareado de tareas domésticas quedó en agua de borrajas. En la práctica era Desirée quien lo hacía todo. Tenía que ir al instituto, hacer los deberes, la comida… Empezó a adelgazar y su piel se quedó de un color blanco ceniciento. Muchos sábados se quedaba sin salir para poder estudiar, dado que las dos hermanastras salían. También podría aprovechar los domingos en que tenían jaqueca, aunque la verdad es que era resaca.
Las malvadas hermanastras le pusieron de apodo la palabra Cenicienta. No es que las hermanas tuvieran suficiente inteligencia para asimilar la palidez mortecina a esa palabra. Un día en que atendieron en clase de lengua leyeron esa palabra y tras diez minutos en intentar buscarla en el diccionario (no encontraban la C) y otros cinco en leer e intentar asimilarlo. Se felicitaron por haber sido capaz de poner como apodo una palabra tan complicada, sus exhaustas neuronas podrían descansar otros seis meses. Decidieron premiarse con una rayita.
La pobre chica se quedó con Cenicienta. Parecía mentira cómo había cambiado su vida para peor desde la muerte de su madre. Nació en un hogar feliz donde era la princesa y ahora estaba de criada en su propia casa. Intentó contar a su padre los desplantes que recibía, pero no la creyó, pues estaba totalmente dominado por su esposa. La madrastra le había convencido de que su hija era una mentirosa.
Algunas veces su único consuelo era hablar con sus amigos mientras chupaba el wifi del vecino. Uno de ellos le aconsejó que fuera a los Servicios Sociales porque sola jamás conseguiría nada.
Cenicienta pidió cita a escondidas y aprovechó un día en que Jenny y Vane tenían una recuperación de matemáticas. Resultó que la trabajadora social era una amiga de su madre a la que no veía desde que su padre se casó por segunda vez, y casualmente era su madrina. Cenicienta, sabiendo que estaba en buenas manos, le contó todos los desaires y humillaciones que sufría en su casa, y la forma en que su padre hacía oídos sordos.
La madrina le puso a su disposición un psicólogo e insistió en que fuera al mediador familiar. Cenicienta se negó, tenía miedo de las repercusiones que pudiera tener luego en casa.
Un día las hermanas vinieron contando la historia de que el hijo de un millonario local había organizado una fiesta para ver si conocía a una chica. Jenny y Vane vieron la ocasión de conseguir el marido rico que su madre había insistido tanto en que encontrasen. Se pusieron a revolotear probándose modelitos, insistiendo en lavar otros y en hacer compras. La malvada madrastra les denegó el permiso para ir de compras y sus hijas se enfurecieron.
Cenicienta pidió permiso para ir, pero éste le fue concedido si y sólo si dejaba el cesto de la ropa vacío y sacaba toda la plancha pendiente. Jenny y Vane se miraron con complicidad y decidieron echar a lavar toda la ropa de temporada.
Al ver el cesto de la ropa sucia, a Cenicienta se le cayó el alma a los pies. Se escondió para llamar por el móvil a su madrina:
- Socorro, me toca hacer cuatro lavadoras y plancharlas, no podré ir a la fiesta en un millón de años.
- Tranquila, - le dijo su madrina- entre las dos lo arreglamos todo.
Mientras una ponía lavadoras y secadoras, la otra planchaba la ropa. Cuando aparecieron las Jenny y Vane, Cenicienta fingió estar muy desolada y les deseó suerte. Apenas oyeron cómo se alejaba el coche, madrina y ahijada se pusieron manos a la obra. Tras media hora de chapa y pintura, la muchacha parecía otra. La madrina le acompañó a la fiesta y le dijo que por razones de seguridad, lo mejor era irse a medianoche.
El chaval anfitrión era más cortado que las mangas de un chaleco y casi no se atrevía a hablar con ninguna chica, a pesar de que le presentaron a muchas. Las hermanas se habían puesto el mayor escote y la minifalda más corta con el fin de atraerlo, pero parece ser que nadie les explicó lo que parecían. Lanzó una mirada hacia la entrada (o si de él dependiera, salida) vio a una chica que parecía desorientada. Le pareció una preciosidad y se acercó a ella. Es nuestra Cenicienta. Se acercó a ella e hicieron muy buenas migas, e incluso bailaron, a pesar de que ninguno de los dos poseía el más mínimo sentido del ritmo. Ninguno de los dos se dio cuenta de que la hebilla de la sandalia se estaba desabrochando.
Cenicienta miró el reloj y vio que eran las 23:59, se despidió apresuradamente y salió corriendo. En medio de la carrera perdió una sandalia, pero no la recogió para no hacer esperar a su madrina. El pobre pagafantas se quedó con cara de póker y una sandalia étnica en la mano.
La madrina estaba puntual como un reloj y la dejó en casa. Mientras decidió mover una ficha más y ver si podía quitar la tutela al padre. Cenicienta se despidió de ella muy agradecida y fue a ducharse y acostarse.
Al día siguiente el pagafantas decidió buscar a su media naranja. Así que fue a casa de todas y cada una de las chicas para averiguar quién era la dueña de la sandalia. Las amigas de Vane y Jenny avisaron por SMS y a pesar de la resaca, se levantaron a una hora bastante prudencial.
El pagafantas se presentó. Estaba más quemado que la moto de un hippie y muy deseoso de encontrar a la dueña de la sandalia perdida. Lo que no sabían es que Cenicienta tenía la otra escondida allí. Las dos hermanastras intentaron seducirlo bajo la atenta mirada la madre, pero fue en vano. En ese momento sonó el timbre y entró la madrina:
- Creo recordar que en esta casa vive otra jovencita.
El padre fue a buscarla y la encontró liada con la cocina. Fueron al salón donde estaba la madrina y el mediador familiar discutiendo con la madrastra.
Cencienta se probó la sandalia y enseñó la otra. Jenny y Vane estaban verdes de envidia (¿o de mono?).
Afortunadamente mejoraron las cosas. El padre pidió el divorcio y en menos de un mes, la bruja y sus dos acólitas estaban de patitas en la calle. La madrina pensó en retirar la tutela al padre, pero se lo pensó mejor. Lo que no sabía es que el marido de su mejor amiga y ella se terminarían enamorando, y sería la mejor madrastra para Cenicienta.
A los 18 años Cenicienta recibió la herencia de su madre y sabiamente administrada, le daría para estudiar de sobra. Mientras, ella y el pagafantas estudiaban juntos en la Universidad.
- Por favor, vuélvete a casar, no quiero que Desirée crezca sin una madre.
El padre quedó desolado y se refugió en el trabajo. Aconsejado por los amigos, empezó a salir y a intentar quedar con alguna mujer. Pero tiempo después conoció a una mujer que le gustó (con la única que tuvo tema) y acordaron casarse para que su hija tuviera una figura materna y mitigar su respectiva soledad.
La nueva mujer era una señora divorciada con dos hijas gemelas, llamadas Vane y Jenny. Era la versión divorciada de la Viuda Negra, que en vez de asesinar a sus maridos para quedarse con la herencia, conseguía mantener la posición social deseada a base de jugosos acuerdos de divorcio. Estaba claro que deseaba repetir la jugada una vez más, pero había un pequeño gran problema: Desirée.
El padre parecía feliz, su mujer, sus hijas y la propia hija parecían llevarse bien. Complacido, tuvo la sensación que había cumplido con su primera esposa a la que podría añorar en paz sin sentirse culpable. Lo peor de todo es que sus negocios inmobiliarios sufrieron un revés. Reunió a toda la familia y les explicó la situación:
- Veréis, mis negocios han sufrido una mala racha y tendremos que apretarnos el cinturón.
- No te preocupes, cari – le consoló su esposa -. Creo que unos pequeños ajustes nos ayudarán a salir a flote: podríamos quitar Internet, la televisión vía satélite y hacer nosotros la faenas domésticas para despedir a Isabel.
La malvada madrastra tomó el mando en aquella casa y mostró su verdadera cara. La vida de Desirée cambió de la noche a la mañana para peor. El padre se centró tanto en sus negocios que pareció perder cualquier noción de la realidad doméstica.
Jenny y Vane resultaron ser unas dignas hijas de su progenitora. Eran unas buenísimas aspirantes a ni-ni, y lo habrían sido al 100% si no fueran al instituto. Eran unas tripitidoras de cuidado a las que, según su madre, los profesores les tenían manía. Su filosofía en la vida era vivir de los padres hasta que se pudiera vivir de los hijos, habiendo expoliado entre medias a uno o dos maridos.
El reparto tan cacareado de tareas domésticas quedó en agua de borrajas. En la práctica era Desirée quien lo hacía todo. Tenía que ir al instituto, hacer los deberes, la comida… Empezó a adelgazar y su piel se quedó de un color blanco ceniciento. Muchos sábados se quedaba sin salir para poder estudiar, dado que las dos hermanastras salían. También podría aprovechar los domingos en que tenían jaqueca, aunque la verdad es que era resaca.
Las malvadas hermanastras le pusieron de apodo la palabra Cenicienta. No es que las hermanas tuvieran suficiente inteligencia para asimilar la palidez mortecina a esa palabra. Un día en que atendieron en clase de lengua leyeron esa palabra y tras diez minutos en intentar buscarla en el diccionario (no encontraban la C) y otros cinco en leer e intentar asimilarlo. Se felicitaron por haber sido capaz de poner como apodo una palabra tan complicada, sus exhaustas neuronas podrían descansar otros seis meses. Decidieron premiarse con una rayita.
La pobre chica se quedó con Cenicienta. Parecía mentira cómo había cambiado su vida para peor desde la muerte de su madre. Nació en un hogar feliz donde era la princesa y ahora estaba de criada en su propia casa. Intentó contar a su padre los desplantes que recibía, pero no la creyó, pues estaba totalmente dominado por su esposa. La madrastra le había convencido de que su hija era una mentirosa.
Algunas veces su único consuelo era hablar con sus amigos mientras chupaba el wifi del vecino. Uno de ellos le aconsejó que fuera a los Servicios Sociales porque sola jamás conseguiría nada.
Cenicienta pidió cita a escondidas y aprovechó un día en que Jenny y Vane tenían una recuperación de matemáticas. Resultó que la trabajadora social era una amiga de su madre a la que no veía desde que su padre se casó por segunda vez, y casualmente era su madrina. Cenicienta, sabiendo que estaba en buenas manos, le contó todos los desaires y humillaciones que sufría en su casa, y la forma en que su padre hacía oídos sordos.
La madrina le puso a su disposición un psicólogo e insistió en que fuera al mediador familiar. Cenicienta se negó, tenía miedo de las repercusiones que pudiera tener luego en casa.
Un día las hermanas vinieron contando la historia de que el hijo de un millonario local había organizado una fiesta para ver si conocía a una chica. Jenny y Vane vieron la ocasión de conseguir el marido rico que su madre había insistido tanto en que encontrasen. Se pusieron a revolotear probándose modelitos, insistiendo en lavar otros y en hacer compras. La malvada madrastra les denegó el permiso para ir de compras y sus hijas se enfurecieron.
Cenicienta pidió permiso para ir, pero éste le fue concedido si y sólo si dejaba el cesto de la ropa vacío y sacaba toda la plancha pendiente. Jenny y Vane se miraron con complicidad y decidieron echar a lavar toda la ropa de temporada.
Al ver el cesto de la ropa sucia, a Cenicienta se le cayó el alma a los pies. Se escondió para llamar por el móvil a su madrina:
- Socorro, me toca hacer cuatro lavadoras y plancharlas, no podré ir a la fiesta en un millón de años.
- Tranquila, - le dijo su madrina- entre las dos lo arreglamos todo.
Mientras una ponía lavadoras y secadoras, la otra planchaba la ropa. Cuando aparecieron las Jenny y Vane, Cenicienta fingió estar muy desolada y les deseó suerte. Apenas oyeron cómo se alejaba el coche, madrina y ahijada se pusieron manos a la obra. Tras media hora de chapa y pintura, la muchacha parecía otra. La madrina le acompañó a la fiesta y le dijo que por razones de seguridad, lo mejor era irse a medianoche.
El chaval anfitrión era más cortado que las mangas de un chaleco y casi no se atrevía a hablar con ninguna chica, a pesar de que le presentaron a muchas. Las hermanas se habían puesto el mayor escote y la minifalda más corta con el fin de atraerlo, pero parece ser que nadie les explicó lo que parecían. Lanzó una mirada hacia la entrada (o si de él dependiera, salida) vio a una chica que parecía desorientada. Le pareció una preciosidad y se acercó a ella. Es nuestra Cenicienta. Se acercó a ella e hicieron muy buenas migas, e incluso bailaron, a pesar de que ninguno de los dos poseía el más mínimo sentido del ritmo. Ninguno de los dos se dio cuenta de que la hebilla de la sandalia se estaba desabrochando.
Cenicienta miró el reloj y vio que eran las 23:59, se despidió apresuradamente y salió corriendo. En medio de la carrera perdió una sandalia, pero no la recogió para no hacer esperar a su madrina. El pobre pagafantas se quedó con cara de póker y una sandalia étnica en la mano.
La madrina estaba puntual como un reloj y la dejó en casa. Mientras decidió mover una ficha más y ver si podía quitar la tutela al padre. Cenicienta se despidió de ella muy agradecida y fue a ducharse y acostarse.
Al día siguiente el pagafantas decidió buscar a su media naranja. Así que fue a casa de todas y cada una de las chicas para averiguar quién era la dueña de la sandalia. Las amigas de Vane y Jenny avisaron por SMS y a pesar de la resaca, se levantaron a una hora bastante prudencial.
El pagafantas se presentó. Estaba más quemado que la moto de un hippie y muy deseoso de encontrar a la dueña de la sandalia perdida. Lo que no sabían es que Cenicienta tenía la otra escondida allí. Las dos hermanastras intentaron seducirlo bajo la atenta mirada la madre, pero fue en vano. En ese momento sonó el timbre y entró la madrina:
- Creo recordar que en esta casa vive otra jovencita.
El padre fue a buscarla y la encontró liada con la cocina. Fueron al salón donde estaba la madrina y el mediador familiar discutiendo con la madrastra.
Cencienta se probó la sandalia y enseñó la otra. Jenny y Vane estaban verdes de envidia (¿o de mono?).
Afortunadamente mejoraron las cosas. El padre pidió el divorcio y en menos de un mes, la bruja y sus dos acólitas estaban de patitas en la calle. La madrina pensó en retirar la tutela al padre, pero se lo pensó mejor. Lo que no sabía es que el marido de su mejor amiga y ella se terminarían enamorando, y sería la mejor madrastra para Cenicienta.
A los 18 años Cenicienta recibió la herencia de su madre y sabiamente administrada, le daría para estudiar de sobra. Mientras, ella y el pagafantas estudiaban juntos en la Universidad.
Última edición por dorsvenabili el 24 Jul 2010 15:38, editado 1 vez en total.
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- shirabonita
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Re: La cenicienta siglo XXI
A ver, que nadie piense que soy capaz de leer tan rápido y menos, con el dolor de ojos que me dan los textos largos.
Sólo que he tenido el privilegio de poder leer esto antes de su publicación en LFE.
Me parece una adaptación muy salada del cuento clásico a la sociedad actual, y lo mejor, que la funcionaria de Servicios Sociales sea casualmente ,la madrina de Bautizo de Desiree (no podría haber mejor manera de hacer un homenaje a las hadas madrinas que ésta)
En realidad, es un cuento intemporal, que vale para cualquier época. Y esta adaptación no podía ser más actual de lo que ya es.
Sólo que he tenido el privilegio de poder leer esto antes de su publicación en LFE.
Me parece una adaptación muy salada del cuento clásico a la sociedad actual, y lo mejor, que la funcionaria de Servicios Sociales sea casualmente ,la madrina de Bautizo de Desiree (no podría haber mejor manera de hacer un homenaje a las hadas madrinas que ésta)
En realidad, es un cuento intemporal, que vale para cualquier época. Y esta adaptación no podía ser más actual de lo que ya es.
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- dorsvenabili
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Re: La cenicienta siglo XXI
Deberías mandarlo al Ministerio de Igualdad. Seguro que les gusta la adaptación
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- shirabonita
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Re: La cenicienta siglo XXI
Ah! pero ¿El Ministerio de Igualdad tiene buzón?lucia escribió:Deberías mandarlo al Ministerio de Igualdad. Seguro que les gusta la adaptación
Me alegro de que al menos respondan correspondencia, porque si trabajan tanto como el de la Vivienda...
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- dorsvenabili
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Re: La cenicienta siglo XXI
No me hace mucha gracia que le guste a Aido y a sus hamijos.
Gracias por vuestros comentarios.
Iré poniendo los más cuentos populares.
Gracias por vuestros comentarios.
Iré poniendo los más cuentos populares.
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- Eleanis
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- Registrado: 05 Abr 2010 04:38
- Ubicación: entre los arbustos y la hojarasca...
Re: La cenicienta siglo XXI
Hola Dorsvenabili:
Me ha gustado mucho tu recreación siglo XXI del clásico cuento. Tu relato es ameno y está bien escrito.
Hay algunos términos que no conozco, porque soy chileno aunque resido en Argentina, como ¨aspirantes a ni-ni¨y ¨pagafantas¨, pero de todos modos me las arreglé para entender el sentido de las frases en que estaban.
Hoy, en las propuestas de temas para el concurso de otoño, precisamente hablé de lo interesante que podría ser escribir nuevas versiones de cuentos clásicos. Y ahora me encuentro con tu relato.
Mis felicitaciones y un saludo.
Me ha gustado mucho tu recreación siglo XXI del clásico cuento. Tu relato es ameno y está bien escrito.
Hay algunos términos que no conozco, porque soy chileno aunque resido en Argentina, como ¨aspirantes a ni-ni¨y ¨pagafantas¨, pero de todos modos me las arreglé para entender el sentido de las frases en que estaban.
Hoy, en las propuestas de temas para el concurso de otoño, precisamente hablé de lo interesante que podría ser escribir nuevas versiones de cuentos clásicos. Y ahora me encuentro con tu relato.
Mis felicitaciones y un saludo.
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Re: La cenicienta siglo XXI
dorsvenabili, me gusta tu relato y me gustaría poder leer unos cuantos más.
Saludos.
Saludos.
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- dorsvenabili
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- Registrado: 05 Jul 2008 16:51
- Ubicación: En mi mundo
Re: La cenicienta siglo XXI
¡Muchas gracias! Mi intención era ironizar de todos, hasta de la Cenicienta Te aclaro las dudas:Eleanis escribió:Hola Dorsvenabili:
Me ha gustado mucho tu recreación siglo XXI del clásico cuento. Tu relato es ameno y está bien escrito.
Hay algunos términos que no conozco, porque soy chileno aunque resido en Argentina, como ¨aspirantes a ni-ni¨y ¨pagafantas¨, pero de todos modos me las arreglé para entender el sentido de las frases en que estaban.
Hoy, en las propuestas de temas para el concurso de otoño, precisamente hablé de lo interesante que podría ser escribir nuevas versiones de cuentos clásicos. Y ahora me encuentro con tu relato.
Mis felicitaciones y un saludo.
- Ni -ni: son gente joven, entre los 16 y 25 años que Ni estudian Ni trabajan, pero tampoco hacen amago de salir de esa. Viven del cuento y de los padres.
- Pagafantas: según el blog del mismo nombre un pagafantas es aquella persona que para intentar ligarse a una mujer, invita prácticamente a todo a la chica, con resultados nefastos ya que se come los mocos y encima para terminar la susodicha le cuenta lo bien que se lo pasa con otro o simplemente lo mal que se porta el mastuerzo que le gusta
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Re: La cenicienta siglo XXI
Dors, lo has modernizado pero no ha perdido ni la belleza, ni la moraleja. Eso si, los nombre de las harpías ...jaja la vane y la jenny
Un cuento clásico sabiamente actualizado. Enhorabuena.
Un cuento clásico sabiamente actualizado. Enhorabuena.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
- dorsvenabili
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Re: La cenicienta siglo XXI
Ay! @dorsvenabili No había leído esto jaja
Me ha encantado!
El Pagafantas y la cenicienta.
Me ha encantado!
El Pagafantas y la cenicienta.
Recuento 2024
Nos pasamos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante (Oscar Wilde)
Nos pasamos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante (Oscar Wilde)