CP III: "Apariencias"- zLagos
Moderadores: kassiopea, noramu
CP III: "Apariencias"- zLagos
Primer relato a concurso para premio Primavera 2008
Apariencias
En una habitación típica de estudiante hay un joven sentado frente a una mesa, escribiendo una carta a un compañero.
Con trazos desgarbados, en la carta podía leerse:
“Querido amigo Marcel:
Como de costumbre, anoche la fiesta de la facultad fue un completo fracaso.
Yo no quería ir, pero mi madre se empeñó, y al final fui.
Invité a Mileva, la serbia que estudia ciencias exactas con nosotros. No es que sea muy guapa que digamos, o al menos eso dice mi madre, porque la verdad, yo no me he fijado en eso, pero sé que tiene una conversación inteligente y pensé que su compañía me compensaría del tedio de la fiesta.
Ya sabes que esos eventos sociales me parecen una pérdida de tiempo, pero por no disgustar a mi madre me puse los pantalones nuevos, mi mejor jersey, me peiné un poco, me puse mis sandalias negras, esas que compramos tu y yo el mes pasado, y nada, fui a buscar a Mileva y nos plantamos en la fiesta.
Nada más vernos, algunos jugadores del equipo de atletismo se pusieron delante de nosotros, a modo de barrera, impidiéndonos el paso. A mí, eso me bastaba como excusa para no entrar, pero ya sabes como es Mileva, no hay quien pueda con ella. Basta que alguien le ponga una valla delante para que ella intente saltarla. Les plantó cara, pero ellos la cogieron en volandas y la metieron en la fuente que está en medio del campus. Y lo malo es que estaba llena de agua.
Yo apenas hice ademán de defenderla, porque, además de que eran muchos, sabes muy bien que odio la violencia, así que intenté razonar con ellos. Me pareció la postura más inteligente dadas las circunstancias. No me hicieron el menor caso y sufrí su misma suerte. Si hubiera sido en verano puede que hasta se lo hubiera agradecido, pero con el frío que hacía creo que he pillado un resfriado.
La humillación pública no me ofendió, esas cosas están muy por debajo de mí, ni siquiera me afectó; lo que sí me sentó mal fue que Mileva me llamara “calzonazos” y “cobarde”. Y me molestó porque pensaba que una estudiante de matemáticas como ella estaría muy por encima de esas situaciones. Vamos, que apreciaría más mi aversión a la violencia que cualquier actitud heroica de macho deportista que pudiera adoptar. Me temo que en eso también me equivoqué. Al parecer una demostración de violencia es mucho más importante que una demostración de inteligencia.
Con esta escala de valores no sé a dónde vamos a llegar...
Y lo peor aún está por suceder, porque en cuanto mi madre lo sepa va a poner el grito en el cielo. Con lo rápido que se entera de las cosas, lo extraño es que no haya entrado por esa puerta y me haya puesto de vuelta y media. Yo pensaba que las madres deberían entender a los hijos, pero me temo que no es así. Basta que sus hijos no sean exactamente como la mayoría de los otros hijos que ellas conocen para que ellas renieguen de ellos, como reniega la mía de mí.
Te doy mi palabra, amigo Marcel, que me molesta horrores hacerla sentirse mal, pero yo soy como soy y no entiendo que nadie pueda dar importancia a las cosas que mi madre se la da. Son unas nimiedades que dan pena.
Te digo que esta sociedad no tiene ni pies ni cabeza, amigo Marcel, te lo aseguro.”
Unos golpes suenan en la puerta de la habitación del estudiante.
—Adelante. ¡Ah! Eres tú, mamá.
—Sí, soy yo, tu madre, y vengo a ver si de una vez por todas me haces caso. ¿Qué pasó anoche en la fiesta de la facultad?
—Mamá, no...
—No, hijo, no. Si no hace falta que me cuentes nada. Ya sé que ni siquiera te dejaron entrar. Se exigía ir como personas decentes y tú, como de costumbre, fuiste como te dio la gana. Ya no sé ni qué hacer contigo... ¿No te da vergüenza? Nunca te invitan a fiestas, ni a cumpleaños, ni a actos estudiantiles, ni a nada. Y las chicas... Ni siquiera tus compañeras de estudios quieren saber nada de ti fuera de las aulas. ¿Y sabes por qué?
—Bueno, yo...
—¡No quieren saber nada de ti porque siempre vas hecho una pena! ¿Has visto la pinta que llevas? Con esas melenas, ese jersey manchado de tinta, esos pantalones arrugados y esas alpargatas...
—Mamá, son sandalias y...
—¡Ni sandalias ni gaitas! En esta casa no somos ricos, pero tampoco falta dinero con el que comprarte toda la ropa que necesites para ir como las personas normales. ¡Si para poderte lavar la ropa tengo que llevármela de tu cuarto por las noches, a escondidas, como si fuera una ladrona!
—Mamá, ¿pero qué importancia puede tener cómo vaya? Lo único que importa es cómo soy y lo que hago. Además...
—Sí hijo, ya me sé esa historia tuya. Pero el caso es que aparte de "ser" hay que "aparentar". ¡La mujer del César además de ser honrada, debe parecerlo…! ¡Vas a acabar conmigo a disgustos! Ojalá fueras peor estudiante y más normal en tus costumbres. ¡Esto no puede seguir así! Cuando venga tu padre le diré que hable contigo, a ver si a él le haces más caso que a mí. ¿Es que no comprendes que por el camino que llevas nunca llegarás a ser nadie? ¡Sólo conseguirás ser un fracasado, un desastrado al que todo el mundo rehuirá!
—Mamá, yo no...
Su madre ya no le escuchaba. De un portazo dejó solo al pobre estudiante, el cual, con un semblante entre extrañado y turbado, volvió a centrar su atención en el escrito mientras pensaba que no había forma de entender a su madre.
“Amigo Marcel, desgraciadamente mi madre ya se ha enterado y me ha llamado de todo. De verdad que no lo entiendo, le preocupa más el estado de mi ropa que el de mi salud mental, es como para volverse loco de verdad.
Y como todo es susceptible de empeoramiento, se lo va a contar a mi padre, con lo que me espera otra parrafada sin sentido.
¿Por qué los padres se quedan con el caparazón de las cosas? ¿Es que no son capaces de ver lo que hay dentro de sus hijos? A lo mejor, si algún día tengo mis propios hijos puedo dar con la solución del problema, pero por ahora ese es un tema que ni siquiera me planteo, y después del “éxito” de mi cita de ayer con Mileva, pues menos.
Lo peor de todo es que mis padres piensan que con mi forma de ser nunca voy a hacer nada importante en la vida. Creen que para llegar a ser alguien reconocido hay que ser como el resto de la gente. ¿Tú que opinas? Espero que seas de mi misma opinión, porque yo pienso que es más importante lo que uno es realmente, que lo que parece, o que lo que los demás piensan que parece.
Bueno, querido amigo, no te molesto más con mis tribulaciones de incomprendido.
Recibe un abrazo de tu amigo, “
Y el estudiante firmó la carta. En la firma, con trazos desgarbados, podía leerse:
Albert Einstein.
Apariencias
En una habitación típica de estudiante hay un joven sentado frente a una mesa, escribiendo una carta a un compañero.
Con trazos desgarbados, en la carta podía leerse:
“Querido amigo Marcel:
Como de costumbre, anoche la fiesta de la facultad fue un completo fracaso.
Yo no quería ir, pero mi madre se empeñó, y al final fui.
Invité a Mileva, la serbia que estudia ciencias exactas con nosotros. No es que sea muy guapa que digamos, o al menos eso dice mi madre, porque la verdad, yo no me he fijado en eso, pero sé que tiene una conversación inteligente y pensé que su compañía me compensaría del tedio de la fiesta.
Ya sabes que esos eventos sociales me parecen una pérdida de tiempo, pero por no disgustar a mi madre me puse los pantalones nuevos, mi mejor jersey, me peiné un poco, me puse mis sandalias negras, esas que compramos tu y yo el mes pasado, y nada, fui a buscar a Mileva y nos plantamos en la fiesta.
Nada más vernos, algunos jugadores del equipo de atletismo se pusieron delante de nosotros, a modo de barrera, impidiéndonos el paso. A mí, eso me bastaba como excusa para no entrar, pero ya sabes como es Mileva, no hay quien pueda con ella. Basta que alguien le ponga una valla delante para que ella intente saltarla. Les plantó cara, pero ellos la cogieron en volandas y la metieron en la fuente que está en medio del campus. Y lo malo es que estaba llena de agua.
Yo apenas hice ademán de defenderla, porque, además de que eran muchos, sabes muy bien que odio la violencia, así que intenté razonar con ellos. Me pareció la postura más inteligente dadas las circunstancias. No me hicieron el menor caso y sufrí su misma suerte. Si hubiera sido en verano puede que hasta se lo hubiera agradecido, pero con el frío que hacía creo que he pillado un resfriado.
La humillación pública no me ofendió, esas cosas están muy por debajo de mí, ni siquiera me afectó; lo que sí me sentó mal fue que Mileva me llamara “calzonazos” y “cobarde”. Y me molestó porque pensaba que una estudiante de matemáticas como ella estaría muy por encima de esas situaciones. Vamos, que apreciaría más mi aversión a la violencia que cualquier actitud heroica de macho deportista que pudiera adoptar. Me temo que en eso también me equivoqué. Al parecer una demostración de violencia es mucho más importante que una demostración de inteligencia.
Con esta escala de valores no sé a dónde vamos a llegar...
Y lo peor aún está por suceder, porque en cuanto mi madre lo sepa va a poner el grito en el cielo. Con lo rápido que se entera de las cosas, lo extraño es que no haya entrado por esa puerta y me haya puesto de vuelta y media. Yo pensaba que las madres deberían entender a los hijos, pero me temo que no es así. Basta que sus hijos no sean exactamente como la mayoría de los otros hijos que ellas conocen para que ellas renieguen de ellos, como reniega la mía de mí.
Te doy mi palabra, amigo Marcel, que me molesta horrores hacerla sentirse mal, pero yo soy como soy y no entiendo que nadie pueda dar importancia a las cosas que mi madre se la da. Son unas nimiedades que dan pena.
Te digo que esta sociedad no tiene ni pies ni cabeza, amigo Marcel, te lo aseguro.”
Unos golpes suenan en la puerta de la habitación del estudiante.
—Adelante. ¡Ah! Eres tú, mamá.
—Sí, soy yo, tu madre, y vengo a ver si de una vez por todas me haces caso. ¿Qué pasó anoche en la fiesta de la facultad?
—Mamá, no...
—No, hijo, no. Si no hace falta que me cuentes nada. Ya sé que ni siquiera te dejaron entrar. Se exigía ir como personas decentes y tú, como de costumbre, fuiste como te dio la gana. Ya no sé ni qué hacer contigo... ¿No te da vergüenza? Nunca te invitan a fiestas, ni a cumpleaños, ni a actos estudiantiles, ni a nada. Y las chicas... Ni siquiera tus compañeras de estudios quieren saber nada de ti fuera de las aulas. ¿Y sabes por qué?
—Bueno, yo...
—¡No quieren saber nada de ti porque siempre vas hecho una pena! ¿Has visto la pinta que llevas? Con esas melenas, ese jersey manchado de tinta, esos pantalones arrugados y esas alpargatas...
—Mamá, son sandalias y...
—¡Ni sandalias ni gaitas! En esta casa no somos ricos, pero tampoco falta dinero con el que comprarte toda la ropa que necesites para ir como las personas normales. ¡Si para poderte lavar la ropa tengo que llevármela de tu cuarto por las noches, a escondidas, como si fuera una ladrona!
—Mamá, ¿pero qué importancia puede tener cómo vaya? Lo único que importa es cómo soy y lo que hago. Además...
—Sí hijo, ya me sé esa historia tuya. Pero el caso es que aparte de "ser" hay que "aparentar". ¡La mujer del César además de ser honrada, debe parecerlo…! ¡Vas a acabar conmigo a disgustos! Ojalá fueras peor estudiante y más normal en tus costumbres. ¡Esto no puede seguir así! Cuando venga tu padre le diré que hable contigo, a ver si a él le haces más caso que a mí. ¿Es que no comprendes que por el camino que llevas nunca llegarás a ser nadie? ¡Sólo conseguirás ser un fracasado, un desastrado al que todo el mundo rehuirá!
—Mamá, yo no...
Su madre ya no le escuchaba. De un portazo dejó solo al pobre estudiante, el cual, con un semblante entre extrañado y turbado, volvió a centrar su atención en el escrito mientras pensaba que no había forma de entender a su madre.
“Amigo Marcel, desgraciadamente mi madre ya se ha enterado y me ha llamado de todo. De verdad que no lo entiendo, le preocupa más el estado de mi ropa que el de mi salud mental, es como para volverse loco de verdad.
Y como todo es susceptible de empeoramiento, se lo va a contar a mi padre, con lo que me espera otra parrafada sin sentido.
¿Por qué los padres se quedan con el caparazón de las cosas? ¿Es que no son capaces de ver lo que hay dentro de sus hijos? A lo mejor, si algún día tengo mis propios hijos puedo dar con la solución del problema, pero por ahora ese es un tema que ni siquiera me planteo, y después del “éxito” de mi cita de ayer con Mileva, pues menos.
Lo peor de todo es que mis padres piensan que con mi forma de ser nunca voy a hacer nada importante en la vida. Creen que para llegar a ser alguien reconocido hay que ser como el resto de la gente. ¿Tú que opinas? Espero que seas de mi misma opinión, porque yo pienso que es más importante lo que uno es realmente, que lo que parece, o que lo que los demás piensan que parece.
Bueno, querido amigo, no te molesto más con mis tribulaciones de incomprendido.
Recibe un abrazo de tu amigo, “
Y el estudiante firmó la carta. En la firma, con trazos desgarbados, podía leerse:
Albert Einstein.
Última edición por Arwen_77 el 30 Abr 2008 20:44, editado 1 vez en total.
Leído, lo leí cuando se colgaron en word y por un error vi la firma antes de tiempo, destripando el final. Aún así sencillo e interesante.
Última edición por SHardin el 16 Abr 2008 00:05, editado 1 vez en total.
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