ciro escribió:Podría, en efecto.
Lo decía porque, aunque debería leerla por segunda vez para confirmarlo, no recuerdo ningún punto de contacto con la ciencia-ficción, aunque suele encuadrarse en ella por inercia en casi todas partes, restándole así posibilidades de mayor difusión ante un público lector normalmente cargado de prejuicios contra dicho género. A nadie se le ocurre pensar que
Ensayo sobre la ceguera de Saramago o
Plan de Evasión de Bioy Casares o
El país de las últimas cosas de Auster, por citar tan sólo tres ejemplos, no sean Narrativa Contemporánea.
Transcribo un pequeño fragmento más por si alguien se interesa por mi propuesta de miniclub:
Vaughan no se cansaba de soñar con la muerte de los célebres, y les inventaba accidentes imaginarios. Alrededor de las muertes de James Dean y Albert Camus, de Jayne Mansfield y John Kennedy, había entretejido una red de complejos desvaríos. La imaginación de Vaughan era una galería de tiro al blanco donde desfilaban actrices de cine, políticos, magnates y productores de televisión. Vaughan los seguía a todas partes con la cámara. El zoom los observaba desde la terraza del Oceanic Terminal, en el aeropuerto, desde balcones de hotel y los parques de los estudios. Para cada uno de ellos Vaughan proyectaba una muerte óptima. Onasis y su mujer morirían en una recreación del asesinato de Dealey Plaza. A Reagan lo veía en un choque múltiple, sorprendido por detrás, en una muerte estilizada, mostrando así hasta qué punto lo obsesionaban los órganos genitales de Reagan, quizá tanto como el exquisito tránsito del pubis de la actriz por las fundas de vinilo, en los asientos de las limusinas alquiladas.