"Los cuatro caminos"

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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1452
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"Los cuatro caminos"

Mensaje por 1452 »

Los cuatro caminos.

Cuando despertó se llevó en un acto reflejo las manos a la cabeza, ésta le dolía terriblemente, como
si alguien le hubiera golpeado con algo contundente.
—¿Cómo te encuentras?
Tres extraños lo miraban fijamente. Por un instante sintió miedo.
—¿Quiénes sois?
—Estábamos a punto de preguntarte lo mismo.
—Me llamo... —se detuvo, no lo recordaba.
—Te llamas Dhumare. Éste es Nihod —dijo el desconocido señalando al hombre de su derecha—,
éste es Sorel —dijo refiriéndose al de la izquierda—, y yo me llamo Loet.
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Dónde estoy y por qué me habéis traído aquí?
Loet lo miró fijamente y después soltó una carcajada:
—Nosotros no te hemos hecho nada, amigo Dhumare. Estamos en la misma situación en la que tú te
encuentras. Despertamos en este bosque, que sabe Dios a qué lugar pertenece, y no recordamos
cómo o quién nos trajo aquí —hizo una pausa para aclararse la voz antes de continuar—, ni siquiera
recordamos nada anterior a este instante.
—¿Quieres decir que no sabéis nada de vuestra vida? ¿Y cómo sabéis vuestros nombres? ¿Y el
mío? —Loet señaló con su mano el pecho de Dhumare. Éste miró en él y descubrió un nombre
escrito—. Dios bendito, ¿cómo sabemos que nuestros nombres son realmente estos? —dijo
horrorizado al descubrir que por más que frotara su puño contra las letras, éstas no desaparecían.
—No lo sabemos.
Dhumare, por primera vez desde que recuperara el conocimiento, se incorporó y echó un vistazo
alrededor. Árboles, árboles y más árboles, podrían estar en cualquier lugar desde Pheias hasta
Terrasalva, lo que quería decir que podrían encontrarse en cualquier lugar del mundo.
Mientras contemplaba el bosque, los otros tres estaban asombrados mirando hacia el lado contrario.
Se miraron entre ellos y asintieron.
—Eso no es todo —en esta ocasión fue Sorel el que habló—. Mira hacia tu derecha.
Dhumare obediente, desvió la mirada hacia el lugar indicado y lo que vio le dejó mudo de asombro.
—¿Qué diablos es eso?
—Eso es lo que nosotros nos preguntábamos —dijo Loet con un gesto divertido—, aunque
acabamos de llegar a la conclusión de que son cuatro caminos. Uno para cada uno de nosotros.
Dhumare lo miró horrorizado.
—¿Quieres decir que cada uno de nosotros tiene que tomar un camino diferente? —ante el
asentimiento del aludido, continuó—. ¿No sería mucho más prudente si continuáramos los cuatro
juntos? Quiero decir, quién nos haya traído hasta aquí debió prever que haríamos justo eso que
dices, pero es una forma de volvernos más vulnerables.
—¿Más? —inquirió con sorna Nihod.
Volvió a fijar su vista en los cuatro caminos, esta vez con más atención, y descubrió que al
comienzo de cada uno había una gran piedra con unas inscripciones grabadas.
—¿Qué son esas piedras?
—Mensajes.
—¿Mensajes?
—Eso es lo que parece, pero no entendemos su significado.
Dhumare se acercó a las enormes piedras de un color grisáceo y leyó el primer texto:
—Camina sin tocar el suelo. Hace sin hacer. Se ríe de su propia desventura, inconsciente; ingenuo
preñado de dudas, que se acerca al abismo tan sólo para ver como cae su alma, mientras deja al
cuerpo huérfano de dirección entre las pasiones humanas. No ve la negrura que se cierne sobre su
propia luz porque no sabe encontrar las estrellas en un cielo negro, hasta que la Luna las revela.
Calla si sabes, escucha si sientes, mira si puedes. Avanza un paso si eres.
Dhumare palideció. No entendió nada, pero aquel mensaje le puso los pelos de punta. Se encaminó
a la siguiente piedra:
—¿Ves mi espalda? Si es así caminas en el mismo sentido que camino yo, y sin embargo, estamos
solos. Somos el mismo. A veces el camino no se comprende, a veces para comprenderlo, se necesita
recorrerlo cientos de veces, observando cómo cambia sin dejar de ser el mismo, en cada ocasión.
Contempla mi rostro lleno de arrugas, regalos de este tiempo que se mece en mi mano; contempla
mis manos, surcadas de líneas que se han ido formando siglo tras siglo; contempla este siglo, que
nos pertenece sin ser tuyo y sin ser mío. Deja tu huella en este sendero, si eres el que ya ha sido.
—¿Entiendes algo? —Dhumare dio un respingo, era Nihod.
—No, la verdad es que no. ¿Cómo se supone que podremos decidirnos por uno de los caminos, si
no tenemos siquiera una ligera idea de lo que quiere decir cada mensaje?
—Al azar.
Dhumare lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—¿Qué quieres decir con “al azar”?
—Pues ni más ni menos que eso. Hemos cogido cuatro piedras diferentes, cada una de ellas
corresponde a un sendero dependiendo de su tamaño, la más pequeña al primero empezando por la
izquierda, la segunda al segundo, y así sucesivamente hasta llegar al cuarto. ¿Vienes? Vamos a
elegir ya a quién le toca cada camino.
—No, primero quiero terminar de leer los mensajes.
—No servirá de nada, la elección no se basa en los mensajes.
—De todas maneras quiero leerlos —Nihod asintió con un gesto de fastidio y volvió junto a los
otros.
Dhumare llegó a la tercera piedra:
—¿Cuándo termines de correr desesperado, dónde te encontrarás? Después de haber perseguido los
deseos, las esperanzas, cuando los hayas conseguido, ¿qué te quedará si no seguir corriendo tras
otros diferentes a los primeros? Y entonces, ¿para qué correr si nunca encontrarás ocasión de
detenerte? ¿Y si te detuvieras ya? El éxito no es del más veloz, es del más inteligente, y si la
velocidad no importa, ¿importará la ausencia de ella? ¿No llegará a ti, detenido en este punto, lo que
en esencia te corresponde? El secreto está en saber cómo caminar, no en el camino, el camino es
siempre el mismo, quién lo hace diferente es el viajero. Si no has podido detenerte, da un paso al
frente, no serás ni más ni menos, que el que ya has sido, fuiste o eres.
Cuando llegó al cuarto, Dhumare había abandonado toda esperanza de entender qué querían decir
aquellas palabras:
—¿Qué le dijo la mariposa a la oruga? ¿Sabes transmutar los elementos? ¿Sabes comprender las
señales? ¿Crees que existe sólo un camino o albergas la esperanza de que en realidad sean cuatro?
¿Has pensado que hay caminos que no alcanzas a imaginar y mucho menos a ver? Enséñame lo que
escondes en tus manos vacías, muéstrame lo que puedes hacer con el verbo. Eres aprendiz, maestro
de maestros, recuérdalo siempre. Vendrán tiempos en que tendrás que usar tus objetos consagrados
a este universo, para crear otro universo. Vendrán tiempos… más en éste, si tú me sigues por este
camino olvidado, decenas de siglos atrás, serás.
Dhumare respiró hondo, miró hacia los otros, lo estaban observando con impaciencia. Como le
había advertido Nihod, la decisión no se encontraba en los mensajes, ya que no podían entenderlos,
así que decidió olvidarse de ellos y se acercó a sus compañeros para que el azar hiciera su trabajo.

Nihod
Lo último que pensó fue que a lo largo del sendero se encontraría con personas, con campos llenos
de trigo, con animales domésticos, ¡con un pueblo entero! Esperaba un camino yermo y solitario.
Hizo un alto en Freslas, para pasar la noche y descansar. El posadero era un tipo divertido y tenía
una hija preciosa, aunque desgraciadamente, ciega. A Nihod le apenó comprender que todos
excepto la propia Thairina, podían observar su belleza, y pensó en cómo sería no conocer tu propio
rostro. No pudo reprimir el deseo de preguntarle acerca de su vida en la oscuridad. Cuando le dijo lo
que pensaba acerca de que ella no podía admirarse en un espejo, la muchacha sonrió y dijo:
—¿Sabes? En un tiempo anterior, a mí también me apenaba no poder ver mi reflejo, pero con el
tiempo entendí que nadie es su reflejo aunque crea reconocerse en él —Nihod la observaba
sorprendido ante aquellas palabras, más propias de un viejo sabio que de aquella muchacha que no
tendría más de quince años—. En la oscuridad es donde mejor se percibe la luz, pero todos viven
convencidos de que es justo lo contrario, quizá por eso el más ciego es el que mirando no puede ver.
¿Sabes? Yo te veo, sí, yo veo, pero veo a través de mis manos, de mis oídos. Veo tu voz cuando me
hablas, si recorro tu rostro con mis dedos, conozco tu cara, ¿tú has sabido verme a mí con tus ojos?
—no esperó su respuesta, se levantó de la silla y desapareció escaleras arriba.
Nihod daba vueltas en su colchón de paja pensando en la muchacha, ciertamente no la había visto.
Sólo pensó que se sentiría triste por carecer de un sentido, pero nunca se le ocurrió pensar que los
restantes compensaban el perdido, y quizás lo hacían con tanta precisión y agudeza, que no sólo era
que no experimentara una sensación de pérdida, sino que parecía segura de haber ganado algo: el
despertar de los otros cuatro.
Al día siguiente, Nihod continuó su viaje, pero dos días después se encontró de nuevo frente a la
posada en la que había hecho noche el primer día. ¿Cómo podía ser? El sendero era recto, ¿aun así
podría estar caminando en círculo? Eso querría decir que el camino no tendría salida, pero pensó
que era imposible, porque de ser así tampoco tendría entrada. A pesar de eso, emprendió de nuevo
su camino, pero otros dos días más tarde, se volvió a encontrar frente a la posada.
—Posadero, ¿de qué manera puedo llegar al siguiente pueblo?
—No lo sé, joven, nunca he salido de Freslas. Si quiere puede preguntarle a Hidud.
—¿Hidud?
—Sí, es nuestro comerciante.
—¿Dónde puedo encontrarlo?
—No llegará hasta mañana.
—Bien, le esperaré.
Aquella noche mientras esperaba su cena, observaba a la joven hija del posadero ir de mesa en
mesa, sirviendo el asado y la pinta. Era asombroso contemplarla moverse, parecía que sus ojos no
estuvieran velados por un manto de oscuridad. Cuado llegó a su mesa, le preguntó:
—¿Cómo lo haces?
—¿El qué?
—Caminar con tanta seguridad.
—Son muchos años de práctica, además, mi señora madre cambia cada día la disposición de las
mesas, para que no me acostumbre al mismo recorrido de siempre, eso hace que tenga que agudizar
mi percepción — ella terminó de servirle la cena, pero no se retiró—. Tengo que decirte algo.
—Toma asiento.
—No, no puedo hacerlo ahora. Me encontraré contigo aquí mismo dentro de dos horas, cuando
todos se hayan retirado.
—Aquí estaré.
A Nihod le extrañó el comportamiento de la joven, pero aún así, acudió a la cita:
—No podrás salir nunca de aquí mientras sigas mirando el mundo desde la perspectiva que siempre
lo miras.
—¿Qué quieres decir?
—Si no ves el fin del sendero y su salida, es tan sólo porque esperas encontrar lo mismo que
siempre viste, un letrero de madera que anuncie que se terminó el camino y entras en otro diferente,
pero en este caso no es así. Tienes que aprender a ver desde otros ojos, y si no puedes cambiar tu
mirada, cambia la perspectiva desde la cual miras. Si no lo haces, nunca conseguirás abandonar
Freslas.
—Pero Hidud…
—Hidud no podrá sacarte de aquí, él sólo podrá mostrarte dónde se encuentra la salida, pero
mientras no la veas, no la podrás utilizar.

Sorel
El sendero era estrecho y estaba lleno de piedras. A los lados, campos secos, flores marchitas. Sorel
encontraba aquel trayecto deprimente, ni siquiera había visto un insecto desde que había comenzado
a caminar. No había vida. De repente vio a lo lejos un anciano sentado en una piedra, aceleró el
paso para alcanzarlo, pero cuando llegó no había rastro de él. Murmuró una maldición.
Llevaba cinco días caminando, tenía la piel agrietada por el inclemente sol; tan sólo podía beber el
rocío que encontraba adherido a las piedras al amanecer, y desde que comenzara su viaje, no había
probado alimento alguno.
El sexto día, cuando estaba a punto de desfallecer, vio de nuevo al anciano, esta vez sentado bajo el
único árbol que Sorel había visto con vida hasta el momento. Corrió desesperado hacia él con las
pocas fuerzas que aún le quedaban. Cuando llegó, no había ni anciano ni árbol.
Se dejó caer, agotado, en medio del camino y entonces sucedió algo increíble, divisó un grupo de
hormigas caminado una tras otra, y se fijó en que llevaban en sus diminutas bocas pequeños
pedazos de pan. Las siguió con la esperanza de que lo llevaran hasta el lugar en el cual encontraban
su alimento. Lo único que consiguió fue llegar hasta el hormiguero, pero entonces se dio cuenta que
una vez habían dejado su cargamento salían de nuevo; las siguió, convencido de que en esta ocasión
sí se dirigían a la fuente de suministro. Y llegó hasta un recodo en el camino, donde alguien había
abandonado un generoso pedazo de pan, corrió hacia él y le dio un bocado, ansioso, y entonces se
fijó en que las hormigas se alejaban espantadas. Tenía hambre, mucha hambre, pero decidió dejar la
mitad donde lo había encontrado, al fin y al cabo, era más de ellas que de él, y si no hubiera sido
porque se las encontró en su camino hubiera perecido de inanición. Comió la mitad de su mitad, y el
resto lo guardó en su bolsillo, en contra de sus deseos, pero a favor de su lógica. Ocho días después,
no le quedaba pan, tenía la piel quemada y se dio por vencido. Cayó desmayado.
No supo cuánto tiempo había pasado cuando recuperó la consciencia. El anciano que había visto en
otras ocasiones estaba sentado de espaldas a él.
—¿Quién eres? —preguntó mientras se incorporaba, intentando que no le fallaran las piernas. No
hubo respuesta—. ¡Anciano, me has escuchado!
La figura permaneció impasible.
—¡Eh, estoy hablando contigo! —dijo furioso mientras caminaba hacia él.
—¡Detente! — Sorel paró en seco—. No te acerques a mí. Tan sólo estoy aquí para ayudarte, pero
no es aún el momento de que conozcas mi rostro.
—¿Por qué?
—Eso no puedo revelártelo en este instante. Tan sólo estoy aquí para ofrecerte mi ayuda, tengo más
experiencia que tú en transitar por este camino que desconoces.
—¿Cómo puedo salir de este sendero?
—No puedes, no todavía. Pero si quieres seguir con vida para lograrlo alguna vez, no mires hacia
delante, que tu mirada retroceda.
—¿Estás loco? Llevo semanas caminando, ¿esperas que ahora vuelva mi mirada hacia atrás y eche a
perder mi esfuerzo y mi tiempo, en lugar de centrar mi mirada en la salida, quieres que mire hacia la
entrada? No sabes lo que dices, viejo.
—¿De qué van a servir todo el esfuerzo y el tiempo del mundo, cuando avanzas sin haber
comprendido los pasos ya dados? Sólo conseguirás cargar a tu espalda más pasos erráticos. No
podrás comprender los pasos que darás, si no has comprendido los que diste. ¿Cómo sabes ahora
que existe una salida, si no es porque antes supiste que había una entrada?
Sorel enfadado, decidió enfrentarse cara a cara con el viejo, éste alzo en su mano un cayado:
—Si ves mi rostro, morirás.
—¿Esperas que te crea? Sólo tratas de asustarme.
—Sí, espero que me creas, si no lo hicieras, yo no podría seguir vivo para decirte esto.
—¿Tú? ¿No es mi muerte de lo que se trata?
—¿Aún no has comprendido, querido Sorel, que tú y yo somos la misma persona? La única
diferencia que existe entre nosotros, es que yo soy el que logró salir del sendero y camino mirando
hacia atrás, por eso puedo ayudarte. Asimismo, tú tienes que caminar mirando hacia atrás para
ayudar a otro que seguirás siendo tú, y ése a su vez, tendrá que caminar mirando atrás, para ayudar a
otro que seguirá siendo él.
—Pero de esa manera, nunca lograré salir de aquí, siempre tendré que seguir caminando mirando
hacia el pasado. Iré hacia atrás.
—No, Sorel, no entiendes. No irás hacia atrás, mirarás hacia atrás, pero avanzarás hacia delante.
Teniendo siempre en cuenta lo que fuiste, intentando entender lo que hiciste, llegando a una
comprensión de ti que no lograrías de otra manera. Y cuando la comprensión de tu propia persona te
ilumine, comprenderás a otros que están ahora como tú estuviste antes, perdidos en su eterna mirada
hacia delante pero caminando siempre hacia atrás.
—No lo entiendo.
—Piensa en esto, Sorel, el pasado es la pregunta, y el futuro es la respuesta. ¿De qué te serviría
conocer las respuestas si olvidaste las preguntas?

Dhumare
Caminaba extasiado entre los puestos de verduras, frutas, carne asada… Llevaba ya quince días de
viaje y tan sólo había avanzado veinte huardas, pero no podía resistirse a esos manjares que en
aquel punto del camino se ofrecían ante sus ojos.
—¡Pulpa de gerden a sólo dos likons!
—Déme dos, por favor.
—Aquí tiene caballero, comprobará que nuestros gerdens son los mejores que ha probado.
Dhumare se llevó un puñado de pulpa a la boca y cerró los ojos ante el placentero sabor.
—Realmente delicioso, ¿qué dice que es?
—Gerden, señor, una exótica fruta que crece allende los mares.
Detrás de los puestos, a un lado del camino, Dhumare divisó una casita de madera.
—¿Quién vive en ella? —dijo señalándola.
—Mishare, señor.
—¿Quién es?
—La bruja de la comarca.
—¿Qué comarca?
La mujer lo miró asombrada.
—De ésta. ¿De cuál más podría ser?
—¿Y cómo se llama esta comarca?
—Diritea, señor —respondió la muchacha mirándolo como si definitivamente se hubiera vuelto
loco—. Y el castillo del rey Khumae se encuentra trescientas huardas más adelante —Dhumare
asintió en silencio—. Ella vive aquí, en las afueras, porque fue desterrada.
—¿Por qué razón?
—Ayudó a escapar a un condenado. Sólo se salvó de la muerte porque fue obligada a hacer un
conjuro que aseguraba la vuelta del fugitivo treinta años después.
—Entonces, si él vuelve, ¿de nuevo será condenado?
—No es así exactamente, caballero, ella aseguró con su hechizo la vuelta de él, pero lo liberó del
destino, éste guiaba sus pasos cuando arribó a este lugar por primera vez, ahora ella lo ha dotado de
libre albedrío, él mismo decidirá qué ha de suceder. Pero todos creemos que volverá a ser
condenado, son pocos los hombres que saben conducirse a sí mismos, casi todos, aun teniendo en
sus manos la posibilidad de elegir, dejan que las riendas del destino o del azar los dirijan.
—¿Por qué fue condenado él?
—Por liberarla a ella —Dhumare puso los ojos en blanco. Fueron castigados por la misma acción
—. Las profecías del libro dorado proclamaban la conversión de una falsa princesa en una bruja
verdadera, cuando el viajero consiguiera llegar hasta ella y le susurrara al oído la palabra correcta
para que recordara quién fue antes de ser lo que era.
—¿Y cuál es la palabra?
—No se sabe. Nadie la conoce excepto ella y él.
Dhumare se alejó del puesto y se encaminó hacia la casa. Tras él escuchó los gritos de la
comerciante, pero los ignoró. Llamó a la puerta y ante él apareció una anciana de cabello cano y
ojos color azabache.
—¿Quién osa perturbar mi des…? —las palabras murieron en sus labios—. ¡Tú! —Dhumare la
miró asustado—. ¡Estás aquí de nuevo! Ni un día antes ni un día después —la anciana lo agarró del
brazo y lo metió dentro de la casa.
—Señora, yo…
—¡Calla! —hizo que se sentara en una desvencijada silla y tomó asiento frente a él—.
Afortunadamente, nadie conoce la otra parte del conjuro, de lo contrario, a estas horas estarías
retenido en el castillo.
—¿Yo? Pero si yo…
—¿No recuerdas nada verdad? —se levantó y volvió con una copa llena de un extraño líquido verde
—. Bébelo.
—¿Qué es esto? —preguntó Dhumare con repulsión.
—¡Bebe!
Él hizo lo que le pedía con algunas reservas, pero cuando la última gota de líquido atravesó su
garganta y miró a la anciana, la copa resbaló entre sus dedos y el cristal se rompió en decenas de
pedazos.
—¡Shuara! —ella sonrió.
—Veo que al fin me reconoces —él en un acto reflejo, se acercó a ella con los brazos extendidos,
pero ella lo rechazó—. No, tienes que permanecer lejos de mí. Tienes que marcharte. Has vuelto
aquí tan sólo por mi conjuro, pero ahora no tienes por qué quedarte y no tienes por qué seguir preso
de la profecía, ahora eres libre de decidir.
—¿La profecía? Pero ésta ya se cumplió.
—No por completo. La profecía dice que incluso cuando el viajero regrese y tenga libertad, volverá
a caer preso.
—Pero, ¿cómo?
—Intentando volver a liberarme.
—¿Lo podría hacer?
—Sí, podrías hacerlo, pero de ese modo estarías atado al destino y por ende, encadenado a la
profecía.
—¿De qué podría liberarte?
—Del paso del tiempo.
—Lo haré.
—No, no lo harás. Lo que vas a hacer es marcharte inmediatamente de Diritea, dejándonos atrás por
siempre… a ella y a mí.
—¿Y qué sucederá contigo?
—Seguiré viviendo en esta casa apartada hasta que llegue mi hora, para la cual no falta mucho.
—La palabra…
—Esa palabra es lo único que puede mostrarte el camino a seguir, si la utilizaras para intentar
liberarme, tú quedarías preso, y yo intentaría volver a liberarte, y así estaríamos por toda la
eternidad.
—¿Y si eso es lo que quiero?
—Eso no es lo que quieres, eso es lo que deseas. Dhumare, antes de caminar juntos, tenemos que
aprender a caminar separados. Yo volveré a aparecer en tu camino en cualquier otro siglo, tú podrás
recordarme aun siendo otra mujer… siempre volveremos el uno al otro, pero ésta no es nuestra
oportunidad, créeme.
—Shuara…
—Te liberé de mí… correspóndeme.

Loet
Caminaba con paso rápido, quería llegar cuanto antes mejor y regresar a su hogar en Turania. Allí le
esperaba Lilith, y tenía que atender a sus clientes. Loet era perfumista, y lo más agradable de aquel
viaje estaba siendo que a un lado y a otro del camino, crecían magníficos ejemplares de klonias,
relinas, espentias… Pensó en más de una ocasión en cortar alguna para llevársela consigo, pero no
sabía cuán largo sería su viaje, así que decidió dejarlas a salvo en su lugar de origen.
De pronto detuvo sus pasos.
“¿Cómo he podido recordar a Lilith y mi negocio?”. Se sentó, presa de un aturdimiento repentino.
—Buenos días, señor, ¿podría indicarme a cuánta distancia se encuentra el pueblo más cercano? —
Loet levantó la vista y se encontró con los ojos azules de un joven de unos veinte años.
—Lo siento, no sabría decirle, soy extranjero en estas tierras.
—Oh, entiendo. No se preocupe por eso, yo también soy un extranjero en estas tierras.
—¿De dónde viene?
—Pues lo cierto es… bueno, no sé cómo explicar esto. Lo cierto es que no lo recuerdo —el joven
pareció avergonzado y Loet lo miró con un interés renovado.
—¿No lo sabe?
—No. Me desperté hace un par de días, solo, con un tremendo dolor de cabeza y frente a mí tenía
un camino. Como no sabía qué más hacer, tomé ese camino y aquí me tiene.
—¿Un camino? ¿Con una piedra y una inscripción?
—¡Exacto! —exclamó el joven alegre, pero en cuestión de segundos su sonrisa desapareció y se
apartó asustado de Loet—. ¿Cómo puede usted saber eso? —Loet intentó acercarse para hablarle,
pero el joven se distanciaba más y más de él.
—No tenga miedo de mí, joven, no soy yo quien le llevó hasta el camino, si conozco su historia es
porque la mía y la de otros tres compañeros es la misma.
—¿Usted y otros tres? —durante unos instantes el joven pareció estar reflexionando—. ¿Eso quiere
decir que había cuatro caminos más? —Loet asintió—. Entonces, ¿por qué yo sólo pude ver uno?
—Realmente no sé el por qué, pero creo que empiezo a comprender que cada uno de nosotros sólo
pudo ver uno.
—Pero usted dice que habían cuatro.
—Sí, pero creo que si pudimos ver los cuatro, fue tan sólo porque los otros tres nos revelaban el que
les correspondía—. Recuerdo que mis compañeros y yo, tan sólo vimos tres mientras el cuarto
hombre dormía, en cuanto él despertó y conocimos su nombre, se reveló el cuarto. De esa forma
comprendí que cada uno de nosotros tenía que tomar un camino diferente… el suyo.
—Eso significaría que no había elección, cada uno tenía uno asignado de antemano.
—En nuestro caso en particular, creo que sí había elección, teníamos cuatro elecciones.
—¿Usted realmente cree eso? Respóndame a esto, si ustedes tuvieron elección, por qué yo no la
tuve, ¡sólo había un camino!
—No sé qué decirle, pero contemplo la posibilidad en nuestro caso, de que si los otros tres me
revelaron tres caminos más además del que yo veía, pude haber elegido los otros tres.
—¿Cómo se llama?
—Loet.
—Señor Loet, encantado de conocerle, mi nombre es Gillard. ¿Puedo hacerle una última pregunta?
—Adelante.
—¿Por qué está tan seguro de que fueron ustedes los que eligieron los caminos y no contempla la
posibilidad de que fueran los caminos quiénes los eligieron a ustedes?
Loet no supo qué responder.

La encrucijada
Nihod, Sorel, Dhumare y Loet, se encontraron ante la encrucijada.
—¿Hemos llegado al final? —preguntó Nihod.
—¿Ves un final? —preguntó molesto Dhumare—. Yo tan sólo veo otros cuatro caminos.
—Bueno, quizás…
—¿Quizás? ¿Quizás qué? ¡Otros cuatro caminos!
—En realidad son cinco —todos se giraron hacia Loet—. Tal vez, muchos más.
—Pero, ¿a ti qué te pasa ahora? —preguntó Dhumare.
—¿No veis el quinto? —todos lo miraron como si hubiera enloquecido—. Está justo ahí —extendió
el dedo índice hacia delante y los otros tres lo siguieron con la vista.
—¿Nos estás tomando el pelo? —inquirió Sorel.
—¡No! ¡Está ahí mismo! —exclamó Loet airado caminando hacia delante, segundos después
desapareció. Sus tres compañeros palidecieron. Loet apareció de nuevo—. ¿Qué os ha parecido? —
preguntó orgulloso de haber demostrado que era cierto lo que decía.
—¿Cómo puedes verlo?
—No lo sé, puede que tenga algo que ver con el hecho de que he conocido al hombre al cual
pertenece ese camino.
—¿Uno como nosotros? —Loet asintió.
—¿Habláis de mí? —preguntó una voz a sus espaldas, todos se volvieron hacia ella—. Señores, mi
nombre es Gillard. Ahora pueden mirar hacia el quinto camino.
Nihod, Sorel y Dhumare, miraron hacia el lugar donde antes sólo había un vacío y lo vieron.
—¡Increíble! —exclamó Sorel—. Ha sucedido lo mismo que la vez anterior con Dhumare.
¿Tendrán relación nuestros nombres con los caminos?
—Sin duda, pero lo que no sabemos es de qué manera —argumentó Gillard.
—Propongo que esta vez, todos vayamos por el mismo camino —dijo Loet. Los demás asintieron
mostrando su acuerdo.
Y los cinco emprendieron su viaje por el cuarto camino, éste no contenía más mensaje que un
número grabado en la piedra. Los otros cuatro desaparecieron.
Gillard sonreía, tan sólo tenía que entregarle las vidas de los otros para que él le dejara salir de allí.
Loet observaba a sus compañeros; Gillard le prometió que a cambio de su ayuda para elegir ese
camino, él sería liberado.
Nihod caminaba en silencio recordando las palabras de Thairina: “escoge el camino que sólo tenga
grabado un número y encontrarás la salida”.
Sorel recordó al viejo, éste le había dicho que la única manera de salvarse sería elegir el quinto
camino, era el único modo de terminar el viaje.
Dhumore, repetía una y otra vez la palabra, todavía no había decidido cómo utilizarla. Shuara le
había advertido que aquella palabra le salvaría la vida.
Una figura negra se apostó junto al camino que los hombres habían tomado, que en realidad no
pertenecía a Gillard (había vuelto invisible para ellos éste), le pertenecía a él. Hizo girar en sus
dedos un reloj en cuya esfera se reflejaron todos los rostros de aquéllos en cuyos corazones había
dejado parte de su esencia: una joven ciega, un viejo maestro, una bruja desterrada y un joven
engreído.
Sus ojos verdes destellaron y sonrió. Sólo se salvaría uno. Lanzó una moneda al aire y el nombre
del elegido se dibujó en el cielo.
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SHardin
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Re: Relato de 1452: "Los cuatro caminos"

Mensaje por SHardin »

Saludos. Me ha encantado el relato, por mágico y por sabio pues hay que tener un don especial para transmitir sabiduría a alguien tan simple como yo y conseguirlo. Es muy entretenido de leer y dan ganas de volver a el pues sabes que alguna cosa se te escapa.
1
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1452
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Re: Relato de 1452: "Los cuatro caminos"

Mensaje por 1452 »

¡SHardin, cuánto me alegro de que te haya gustado! :D

P.D. Pero para la próxima tengo que conseguir que escribas tú para mí :evil:
1
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nosequé
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Re: Relato de 1452: "Los cuatro caminos"

Mensaje por nosequé »

Mil
Pueden servir:
¿amenazas? :evil:
¿chantajes? :twisted:
¿un jamón? :shock:
¿mimitos? :mrgreen:
te ayudo, piensa y me dices algo.

:D :D :D
Tengo que imprimir este relato, anotación mental :|
La felicidad es un sillita al sol :-D
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lucia
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Re: "Los cuatro caminos"

Mensaje por lucia »

El cuento del final que no es final, que alude a cuatro caminos cuando aparecen al menos cinco... :lol:

Sin embargo, echo en falta algo de conexión entre que se juntan y se separan todos.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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1452
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Ubicación: Entre tus brazos...

Re: "Los cuatro caminos"

Mensaje por 1452 »

La verdad es que para explicar todas esas cosas tendría que volver a leerlo y no me apetece nada :roll:
Supongo que puede ser que falte algo de conexión.
1
jose2v
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Re: "Los cuatro caminos"

Mensaje por jose2v »

Se queda uno con ganas de más....
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Blanca de los Ríos Nostench.

Erase una persona tan despistada que se quedó una semana en su casa encerrada pues sus llaves no encontraba.
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Megan
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Re: "Los cuatro caminos"

Mensaje por Megan »

Es un relato muy original y está muy bueno. :P
Pero me pasa como a Lucía, me quedé un poco enredada en el momento en que se encuentran los cuatro, no me queda claro.
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