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Solo nos separa un palmo de ladrillos y, sin embargo, lo ignoramos casi todo la una de la otra. En el silencio de la noche, acecho el jadeo de su respiración y sé que ella acecha el mío. Envidio su vida silenciosa y recoleta, y sospecho que ella envidia la mía mucho más ajetreada y mundana. Aunque sé que nunca veré su rostro ni ella verá el mío, intuyo que mirarse en mis ojos es uno de sus más profundos anhelos; como mirarme en los suyos es también uno de los míos.
Yo la llamo sor María, pero desconozco cómo me llama ella a mí. Es una carmelita descalza y su convento colinda con este edificio en el que, lo mismo que la sor hace en el suyo, yo vivo y trabajo. El destino ha querido, además, que sean solo diez centímetros de tabique lo que separe su celda de la mía. No soy carmelita, ni pertenezco a ninguna otra orden de clausura. Hay, empero, algo dentro de mí que anhela el recogimiento que intuyo a ese otro lado del muro; al igual que algo dentro de ella parece anhelar la mayor disipación de mi vida.
Convento Carmelitas.jpg
No recuerdo el momento exacto en el que la una fue consciente de la existencia de la otra; ni puedo fijar tampoco el día preciso en el que empezamos a envidiarnos mutuamente. Son cosas que ocurren de forma inexorable y ante las que no queda más remedio que rendirse. Una rendición, por otro lado, gozosa, puesto que nos brinda la oportunidad de ser quienes no somos y de vivir la vida que no nos corresponde.
La curiosidad ha hecho que me informe y ahora sepa que, además de en los consabidos rezos, la comunidad de sor María emplea la mayor parte de la jornada en fabricar las obleas eucarísticas de toda la diócesis gaditana. Antes de que se estableciera entre nosotras este inasible vínculo, yo atendía a algún que otro cliente de noche. Ahora, en cambio, ya solo los recibo de día, mientras mi vecina se encuentra elaborando las sagradas formas. Hacer mi trabajo con sor María al otro lado del muro me intimidaría. Que el obrador esté en el ala opuesta del convento es, pues, un gran alivio.
Me pregunto cómo una mujer virgen podrá hacerse idea de lo que significa tener por oficio el más antiguo del mundo. En mi caso, acostumbrada a esta forma pedestre, en incluso soez, de entregar mi cuerpo, tampoco ha sido fácil imaginarme la evanescente voluptuosidad con la que ella se entrega a su único e incorpóreo amante. Pero supongo que justo ese no saber, la incertidumbre de lo desconocido, fue lo que nos hizo empezar a sentir envidia la una de la otra.
En sueños he traspasado ya una vez el muro que nos separa. Esa noche mi dicha fue tanta que, al despertar, no pude evitar las lágrimas. Tras disfrutar de su espíritu imperecedero y saborear por unos minutos lo sublime, la vuelta a la esclava vulgaridad de este cuerpo marcescente me hizo sentir lástima de mí misma. Mas es tanta la simetría de nuestras mutuas ansias que ese mismo amanecer se escucharon también, al otro lado del tabique, unos sollozos de autocompasión parejos a los míos.
Tras esa trasmigración onírica, mi lenguaje, hasta entonces chocarrero y malsonante, se ha transformado en este otro, mucho más cortés y eufónico, con el que ahora me expreso. Confío en que el voto de silencio le esté evitando a ella el sonrojo de hablar con la desvergüenza con la que yo siempre he hablado. Me he vuelto, asimismo, más reflexiva y, entre cliente y cliente, me gusta imaginarme por menudo cómo será el momento en el que ambas decidamos excavar un pasadizo en el muro medianero que ahora nos separa.
Mientras me hago estas reflexiones, a la espera de que llegue mi siguiente visitante, sé que sor María se encuentra en el obrador elaborando las obleas eucarísticas. Su celda debe hallarse vacía y, sin embargo, si pego la oreja al tabique y aguzo el oído, escucho el híspido rasgueo de unas uñas rascando en ese palmo de ladrillos que se interpone entre cada una de nosotras y la vida ajena que tanto añora. ¿Habrá llegado ya la hora?
Formas.jpg
Incrédula, mas también esperanzada, cierro los ojos y, de súbito, el prodigio se hace realidad… La sala es inmensa y, a través de unos ojos de buey situados por encima de nuestras cabezas, escucho el murmullo de un mar que no veo, pero que sí huelo. Mis castas manos se hallan embardunadas de harina y, mientras estiro la sacra masa con el rodillo, me pregunto si las suyas se encontrarán ya acariciando la piel de su primer cliente.
Hoy, Cata, como ya nos enseñó Luchana, había luna llena (o casi) y, en consecuencia, de nuevo he podido ver a Catalina comenzando a bostezar mientras que por el otro lado Lorenzo se desperezaba; aunque hoy a este se le han pegado un poco las sábanas porque se ha enredado con las nubes que había en el horizonte .
Puesta de luna.jpg
Amanecer tras las nubes.jpg
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jilguero escribió: ↑25 Ago 2021 09:41Esto que para los norteños no es novedad alguna, para mí ha sido causa de gran alegría.
Son una delicia los días nublados, nubosos y/o lluviosos rompiendo con una canícula prolongada. Como lo son los despejados, luminosos y calurosos cortando una monotonía de verano flojo. Disfruta del día, jilguero.
Recuento 2024 Ayer: Recursos inhumanos. Pierre Lemaitre
Maldita tesis. Tiphaine Rivière Hoy: Ante el espejo. Veniamín Kaverin
Lo que más me gusta son los monstruos (1). Emil Ferris
Para ti que disfrutas con la fotografía quizás disfrutes viendo las fotos y títulos de este fotógrafo malagueño, aunque quizás lo conozcas. https://cielos.es/diario/page/25/
luchana escribió: ↑25 Ago 2021 16:52
Para ti que disfrutas con la fotografía quizás disfrutes viendo las fotos y títulos de este fotógrafo malagueño, aunque quizás lo conozcas. https://cielos.es/diario/page/25/
No lo conocía, gracias.
En agradecimiento te ofrezco estas otras de Atín Aya. Son de unas marismas, y su gente, que aprecio mucho.
Después de días de calima y bochorno, Cata, desde ayer volvemos a tener un aire limpio y una temperatura la mar de agradable. Hoy, en especial, está siendo un día precioso, de esos que dan ganas de pasear o de quedarse sentada enfrente del mar.
Al paso, un día más he visto el posadero del cormorán fenicio, pero ni rastro del mismo. Parece que el nuevo sueño va a ser de siglos. Así que, de aparecer en alguna otra pamplina, esta habrá de ser ambientada en un futuro lejano, lo cual hace poco probable que ese hecho se dé porque no se me da bien las historias CIFI.
Posadero del cormorán fenicio.jpg
La vista desde las troneras de la Muralla san Carlos era, como siempre, muy sugerente; con ese toque bélico y de pasado que le da la presencia de los cañones. Quizás por contraste, me ha llamado la atención ver tapiados los balcones de la primera planta del convento de las Carmelitas Descalzas, de cuyo interior hay una foto al comienzo de esta página.
Tronera de la Muralla de san Carlos.jpg
Balcón tapiado.jpg
Una pena con la magnífica panorámica que tienen por estar justo de cara al mar. No sé si es un tapiado permanente o si esos tablones blancos los pueden retirar desde dentro. En cualquier caso, está claro que no es tanto para aislarlas del mar, como del mundanal ruido, pues los balcones de las plantas más altas tienen la parte superior (por encima de la altura de una persona) abribles y, de hecho, hoy tenían esa parte alta abierta de par en par.
A ratos estoy tan imbuida en el ambiente conventual que me digo que, cualquier día, podría ser verdad, sobre todo cuando pamplineo, lo que decía Luchana de que Jilguero es una monjita de clausura que entra en el foro y os escribe desde su celda.
*****
luchana escribió: ↑28 Ago 2021 00:55
Gracias por las fotos marismeñas, preciosas...
No hay de qué.
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Me encanta, Cata, ese instante en el que por la luz es difícil saber si el día arranca o está a punto de acabar. Desde Cádiz, cuando eso ocurre con la silueta de la sierra en el horizonte, solo puede significar que empieza una nueva jornada. Esta mañana, en el tramo final de la Punta de San Felipe hacía fresco y se respiraba una gran paz. Aquí te dejo un testimonio gráfico, con silueta de la sierra, nubes, gaviota y barquito.
Amaneciendo con gaviota.jpg
Y cuando ya venía de vuelta, he visto una bandada de aves limícola picoteando el pavimento en la zona de la movida nocturna. Imagino que aprovechando los restos de comida dejados por la gente. No me han dejado acercarme a ellas para verlos con detalle y encima había poca luz. Pero con ese plumaje negro por el dorso y blanco por el vientre solo se me ocurre que pudieran ser ostreros.
Oportunistas.jpg
Pero con ese plumaje negro por el dorso y blanco por el vientre solo se me ocurre que pudieran ser ostreros (Haematopus ostralegus). Pero juraría que no tenían el pico tan largo, ni tampoco les veía las patas y el pico rojos. A ver si los vuelvo a ver otro día, son menos ariscos y podemos salir de dudas.
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jilguero escribió: ↑29 Ago 2021 19:08... con ese plumaje negro por el dorso y blanco por el vientre solo se me ocurre que pudieran ser ostreros (Haematopus ostralegus). Pero juraría que no tenían el pico tan largo, ni tampoco les veía las patas y el pico rojos.
¿Y no pudiesen ser ostreros jóvenes, jilguero?
Recuento 2024 Ayer: Recursos inhumanos. Pierre Lemaitre
Maldita tesis. Tiphaine Rivière Hoy: Ante el espejo. Veniamín Kaverin
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jilguero escribió: ↑29 Ago 2021 19:08... con ese plumaje negro por el dorso y blanco por el vientre solo se me ocurre que pudieran ser ostreros (Haematopus ostralegus). Pero juraría que no tenían el pico tan largo, ni tampoco les veía las patas y el pico rojos.
¿Y no pudiesen ser ostreros jóvenes, jilguero?
Podría haber sido, Greto, a tenor de lo que creí columbrar el otro día. Pero justo he entrado para decir que hoy los he vuelto a ver y, como había algo más de luz y lo he visto más de cerca, ya he comprobado que el plumaje no es negro, aunque en la amanecida lo parezca, las patas las tiene de un anaranjado suave y, al menos el ejemplar que he visto más de cerca, tenía el pico oscuro. Eso sí, la longitud del pico descarta que sea ostrero, pues lo tiene demasiado corto para ser esa especie.
Ahora mismo me inclinaría más por un chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), aunque necesito verlo aún mejor para salir del todo de dudas, porque el collar blanco no se lo he visto, quizás porque dependa de que el pájaro tenga o no el cuello encogido. Y paree ser que tiene una franja blanca en las alas cuando vuela. La próxima vez lo espantaré a ver si lo veo en vuelo.
Ya, Cata, recorre de noche la Punta de san Felipe porque amanece más tarde. Sigo viendo imágenes sugerentes, de las luces de los barcos avanzando por el canal de navegación de la bahía. Pero no merecen la pena si trato de traértelas como imágenes.
El verano se va acabando y, si bien reniego del calor y pienso que en Andalucía estaríamos mejor sin él, no por eso dejo de sentir cierta nostalgia. No deja de ser una medida, como otra cualquiera, de que el tiempo va pasando y nosotros con él.
Cada vez, Cata, que paso por el posadero del cormorán fenicio, miro esperanzada hacia abajo por si acaso tiene a bien darme la sorpresa de hacerse visible de nuevo.
El otro día, desde lejos vi una silueta de pájaro en el lugar de marras y acudí veloz a ver si era el cormorán. Pero no, solo era una gaviota impostora que pretendía burdamente hacerse pasar por él.
La verdad es que no se lo había currado nada y, enseguida, en cuanto me acerqué, le delató su plumaje claro. ¡Qué menos que habérselo entintado de negro y habérselo empolvado con la arenisca de siglos para dar el pego!
Con todo, como había conseguido atraer mi atención y, por unos segundos, crearme la falsa ilusión de que pudiera ser él, decidí hacerle una foto para inmortalizar el equívoco.
La gaviota impostora.jpg
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Hoy, Cata, hemos tenido un día magnifico, meteorológicamente hablando. De esos en los que la luz hace los azules más intensos y la brisa hace el pasear más placentero.
Y te quiero dejar aquí la foto que hoy nos ofrece Ah! Y te la quiero dejar porque me gusta la belleza andrógina de esa mujer, la modelo Vibeke Knudsen, según se nos dice. Y también por el contraste tremendo con el día y la vida en los que me encuentro inmersa.
Está tomada en una calle de París, donde el fotógrafo Helmut Newton vivía. Es la mar de sugerente, ¿no crees?